La orden llegó sin vueltas: los cerca de mil ejecutivos de primera línea de BlackRock deberán retomar la presencialidad total, cinco días a la semana, sin excepciones. La compañía, con base en Nueva York y más de US$11,6 billones bajo administración, busca dar un golpe de timón en plena etapa de reorganización interna.
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BlackRock impone presencialidad total y reabre el debate post-pandemia
Los cerca de mil ejecutivos de primera línea de BlackRock deberán retomar la presencialidad total, cinco días a la semana, sin excepciones.
Tal como señalan desde Financial Times, la decisión —que será oficializada este jueves— rompe con la tendencia híbrida que regía desde 2023, cuando se exigía al personal asistir al menos cuatro veces por semana. Pero ahora el margen se terminó, al menos para los cargos jerárquicos.
La cultura como escudo… ¿o como excusa?
Desde la firma evitaron pronunciamientos públicos, aunque allegados a la cúpula dejaron trascender que el objetivo apunta a “reforzar la colaboración” y “tener un liderazgo visible”. Larry Fink, CEO de la gestora, viene defendiendo con énfasis el modelo presencial. A su juicio, el trabajo remoto erosiona la cultura organizacional y atenta contra la capacidad de formación interna.
Pero la movida no parece responder únicamente a un anhelo cultural. Hay otras variables en juego. En el primer trimestre de 2025, BlackRock marcó un freno en el ingreso de capitales, tras dos períodos consecutivos de números récord.
En ese clima, el retorno obligatorio del equipo de mando puede leerse como un intento por retomar control y recuperar agilidad en la toma de decisiones. No sería la primera vez que un peso pesado de Wall Street le baja el pulgar al teletrabajo: JP Morgan, Goldman Sachs y Amazon ya endurecieron su postura.
Presión para los de arriba
Además del aspecto operativo, el regreso a las oficinas tiene un fuerte componente simbólico. BlackRock busca consolidarse en el negocio de inversiones privadas, un segmento donde la velocidad y la coordinación marcan la diferencia.
En ese contexto, la distancia física de los máximos responsables se percibe como una amenaza para el cumplimiento de objetivos. No hay espacio para la desconexión. La consigna es clara: sin presencia, no hay conducción.
¿Paso adelante o retroceso encubierto?
La jugada, sin embargo, no está libre de costos. Para algunos ejecutivos, la imposición puede leerse como una señal de desconfianza o incluso como una marcha atrás frente a los avances en flexibilidad que trajo la pandemia. La tensión entre productividad y calidad de vida vuelve al centro de la escena.
Resta ver si la movida se traduce en resultados concretos o si termina socavando el clima interno. ¿Está BlackRock marcando el camino para el resto de las grandes corporaciones?
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