LA ODISEA DE MEIR DAGAN

El ex jefe del Mossad intenta impedir el ataque a Irán

La 2da. invasión de Irak fue una idea de Israel que incorporó George W. Bush. Y fue un desastre aunque Israel no se hizo cargo del descalabro. La más reciente invasión de El Líbano fue otra idea israelí que le costó bastante caro a Tel Aviv. Ahora tienen otra idea desastrosa: el ataque a Irán. Por suerte hay gente razonable en Israel, que se opone.

N. de la R.: Meir Dagan es un oficial militar israelí y antiguo director de la Mossad. 

De acuerdo a Wikipedia, él nació con el nombre Meir Huberman en la ciudad de Novosibirsk en la antigua Unión Soviética, en 1945, hijo de sobrevivientes del Holocausto. 

En 1963, Dagan se alistó en las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) y comenzó su carrera en la brigada paracaidista Sayeret Matkal. 

Participó activamente de la Guerra de los Seis Días (1967).

En la década de 1970, Dagan tuvo a su cargo un comando encubierto, conocido como Sayeret Rimon, para combatir la creciente violencia insurgente en los territorios palestinos.

Durante la invasión a El Líbano (1982), Dagan lideró la Brigada Blindada Barak, y tuvo a su cargo la Unidad 504, de inteligencia y creó una unidad similar en El Líbano.

En 1995, Dagan se retiró de las FDI. Pero 1 año después, el entonces 1er. Ministro, Shimon Peres, lo invitó a regresar a la función pública, junto al diputado Ami Ayalon en antiterrorismo. Permaneció en diversas jefaturas.

Dagan fue nombrado director del Mossad por Ariel Sharon en agosto de 2002, y en 2007 fue confirmada hasta fines de 2008 por Ehud Olmert, quien amplió su mandato hasta fines de 2009.

El Mosad (forma abreviada de HaMossad leModi'in v'leTafkidim Meyuhadim, o Instituto de Inteligencia y Operaciones Especiales) es una de las agencias de inteligencia de Israel, responsable de la recopilación de información de inteligencia, acción encubierta, espionaje y contraterrorismo fuera de los límites del país. 

La inteligencia y el contraespionaje dentro de Israel, Cisjordania y la Franja de Gaza, están a cargo del Shabak. 

El Mosad fue formado en abril de 1951 a partir del Instituto Central de Coordinación y el Instituto Central de Inteligencia y Seguridad. Es un servicio civil que depende directamente del 1er. Ministro y no usa rangos militares, aunque buena parte de su personal ha prestado servicio en las Fuerzas Armadas, y buena parte de ellos son oficiales. 
 
Hecha la presentación, buena nota la que tradujo El Puerco Espin de la revista alemana Der Spiegel, con la firma de  Ronen Bergman y Juliane von Mittelstaedt desde Tel Aviv:
 
Meir Dagan está hablando otra vez. Está parado en un auditorio del Club Industrial y Comercial de Tel Aviv, un escenario de bajo perfil para un asunto de tan alto perfil. ¿Debería Israel atacar las instalaciones nucleares de Irán? Dagan, de 66 años y quien hasta enero pasado actuó como jefe del Mossad, la agencia de inteligencia exterior de Israel, piensa que no.
Hace la misma advertencia una vez más. Y elige las mismas palabras para hacerlo. “Tenemos que pensar sobre lo que pasaría el día después”. Dagan ha insistido una y otra vez en que un ataque tendría consecuencias horrorosas para Israel, que podría ser un desastre de inimaginables proporciones.
Unas pocas horas antes de esa presentación de Dagan, hubo reportes de que cazas de combate israelíes hacían maniobras sobre la isla italiana de Cerdeña. Su programa de entrenamiento incluía ataques a blancos distantes, reaprovisionamientos en el aire y esquivar misiles tierra-aire. Una estela de vapor vertical se vio claramente en el cielo aquella tarde mientras los militares probaban su flamante misil Jericó 3, que presumiblemente puede llevar cabezas nucleares hacia blancos distantes hasta 4.500 kilómetros.
Al mismo tiempo, el diario The Guardian, de Londres, informaba que en el gobierno del primer ministro David Cameron estaba planeando desplegar buques de guerra, armados con misiles crucero, en ruta hacia Irán.
A la mañana siguiente, las sirenas se pudieron escuchar en toda el área metropolitana de Tel Aviv. La gente saltaba de sus autos en pánico y corría a buscar refugio en bunkers. Temían que la guerra pudiera haber comenzado, aunque finalmente se trataba sólo de un ejercicio.
Estos hechos plantearon una serie de preguntas: ¿Puede ser una coincidencia? ¿Está Israel preparando un ataque, o este agitar de sables es apenas una guerra psicológica?

O, mejor todavía, ¿significa esto meter presión internacional -y sobre Europa y Estados Unidos, en particular- mientras se envía el mensaje de que si ellos no actúan lo hará Israel?

Esta semana, se esperaba que el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), con base en Viena, emitiera un nuevo reporte que oficialmente confirmara por primera vez que Irán está experimentando con tecnología útil sólo para un fin: fabricar una bomba nuclear.
Éste podría ser un momento ideal para que Israel presionara por sanciones más duras. De hecho, no se puede descartar que haya una maniobra diplomática en marcha, y en efecto, parece bastante probable. Pero eso no significa para nada que Israel no esté preparando un ataque.
Por el contrario, es muy posible que Israel esté preparando el terreno, política y militarmente, para un ataque preventivo. Israel cree que tiene como máximo de 9 a 12 meses para frenar militarmente el programa nuclear iraní. Estados Unidos estima de 18 a 21 meses. De cualquier manera, no es mucho tiempo.
El debate en desarrollo en Israel sobre si lanzar un ataque está más abierto que nunca. El debate no puede tratarse de un amague, porque no ayuda en nada al primer ministro que la gente en general quiera, de repente, tener una palabra en ese tipo de asuntos.
Por supuesto, los periodistas han especulado siempre con un ataque, pero ahora políticos, líderes militares y oficiales de inteligencia se están sumando al coro de personas que emiten advertencias públicas.

El ministro del Interior israelí, Eli Yishai, dijo que la operación lo mantiene en vela durante la noche, aunque se retractó de lo dicho al otro día.

El diario Israelí Yedioth Ahronoth publicó un artículo bajo el título “Presión atómica”. La primera oración se preguntaba, sugestivamente “¿Han decidido ellos solos, el primer ministro y el ministro de Defensa, atacar las instalaciones nucleares de Irán?”.

De hecho, ésa es la cuestión. Y la respuesta podría estar en Meir Dagan, el hombre que llevó este debate del cuarto trasero de las agencias de inteligencia a la luz pública.
Durante ocho años, Dagan fue el hombre más hermético de Israel, el espía más importante del Mossad, donde era conocido como “el hombre con el cuchillo entre los dientes”. Su especial expertise es “separar a un árabe de su cabeza”, se dice que afirmó el entonces primer ministro Ariel Sharon en la época en la que lo nombró al frente del Mossad. Pero desde el 6 de enero de 2011, Dagan ha estado hablando en público. 
En su último día de gestión, Dagan invitó a periodistas israelíes por primera vez a los cuarteles centrales del Mossad, que carece de dirección postal oficial y no figura en los mapas.

Entonces, anunció que los iraníes desarrollarían una bomba nuclear a mitad de la década, como muy tarde, pero sólo si nada y nadie se interponía en su camino. Dijo que tomaría otros tres años antes de que Irán desarrollara ojivas nucleares. Eso ubicaría la fecha más o menos en 2018, lo que podría quitar sentido a un ataque en estos momentos.

Aun cuando Israel atacara inmediatamente, argumentó Dagan, podría no frenar el programa nuclear iraní. Al contrario, los iraníes podría estar más motivados que nunca a armarse y a seguir un curso militar, mientras Israel podría pagar, indudablemente, “un precio terrible e insoportable”. Afirmó que Irán y Siria, junto con Hamas y Hezbollah, las milicias terroristas que apoyan financieramente, harían llover misiles sobre el país, de Norte a Sur, y matar a miles. “¿Cómo podemos defendernos contra semejante ataque?”, preguntó Dagan. “No tengo una respuesta para eso”.


Un alto censor militar se sentó cerca de Dagan y, cuando terminó la presentación, dijo a los periodistas que no les sería permitido publicar nada de lo que habían escuchado. Esta vez, no era el jefe del Mossad quien tenía que ser protegido del público, sino que era el público el que tenía que ser protegido del jefe del Mossad.
Esto fue algo sin precedentes en Israel. La cabeza de la agencia de inteligencia se había dirigido a la gente para hacer una advertencia, porque desconfiaba del gobierno, porque temía que éste se arriesgara a una guerra innecesaria y porque, aparentemente, creía que esta decisión, correcta o no, ya había sido tomada.
Con sus declaraciones, Dagan puso a la luz la secreta disputa entre las agencias de inteligencia, los militares y los políticos sobre este asunto, tan esencial para la supervivencia de Israel. Más aún, si lo que dijo Dagan entonces y repitió durante sus sucesivas y sorpresivas apariciones después es verdad, el primer ministro y el ministro de Defensa realmente pretenden atacar a Irán.
 
A pesar de la censura, las palabras de Dagan se filtraron a través de los diarios y causaron revuelo.

Dagan está haciendo ahora declaraciones sobre todo tipo de asuntos poliíicos. Consideró un “grave error” la liberación de un millar de prisioneros a cambio de Gilad Shalit, un soldado israelí retenido por Hamas durante cinco años. Criticó al gobierno por negociar con los palestinos, por permitir que las relaciones con Turquía se deterioraran y por aislar aún más a Israel. Pero, sobre todo, ha advertido insistentemente que no hay que lanzar ataques aéreos sobre instalaciones nucleares iraníes.
 

Desde que comenzó a presentarse en público, algunos han visto en Dagan un héroe mientras que otros a un enemigo del Estado.

El gobierno, por otra parte, lo considera un traidor y un demente, y la gente cercana al primer ministro lo acusa de sabotaje y sostiene que está tratando de vengarse por haber sido desplazado como jefe del Mossad. Ha sido forzado a entregar su pasaporte diplomático y muchos políticos de derecha han pedido que sea sometido a juicio. “Si pudiéramos arrestarlo, lo hubiéramos hecho”, dijo un alto jefe militar.
 

Según Yedioth Ahronoth, Benny Begin, miembro del parlamento o Knesset por el partido centroderechista Likud del primer ministro  Benjamin Netanyahu, opinó que las acciones de Dagan equivalen a “una peligrosa traición a la confianza lindante con la megalomanía” y agregó: “Es sencillamente despreciable”. El premier adjunto Moshe Ya’alon lo ha vinculado con un intento de golpe.
Por su parte, Netanyahu está luchando para deshacer la impresión de que hay tiempo, todavía, para prevenir la bomba.

El primer ministro israelí piensa que una bomba iraní sería comparable con el Holocausto.

De hecho, teme que el mundo pueda aprender a vivir con una bomba nuclear en manos de los ayatolas. Incluso, cuando era líder de la oposición reclamó a Estados Unidos entrar en acción más de una vez, según se puede leer ahora en los cables difundidos por Wikileaks. Sostuvo que era un momento histórico –y que los líderes mundiales tenían que tomar decisiones históricas.

Ahora, parece como si el momento hubiera llegado –y como si Dagan estuviera tratando de prevenir, precisamente, que esto pase.
¿Quién es Dagan, el hombre que fue el sombrío jefe del espionaje israelí durante tantos años? ¿Es un delator valiente, o inspirado por fines políticos? ¿Cómo puede agradarle a alguien un notorio jefe del Mossad convertido en principal crítico del gobierno? Y lo más importante, ¿cuán creíbles son sus advertencias?
Dagan nació en enero de 1945, en el piso de un tren de carga congelado que iba de Siberia a Polonia. A los 26 años, era el comandante de una unidad militar de elite israelí y conocido por no tomar prisioneros. Fue premiado con una medalla por tomar una granada de un terrorista con una mano y estrangularlo con otra. Para él, ser el más fuerte es una cuestión de supervivencia.
Durante su gestión en el Mossad, exhibía en el muro de su oficina la fotografía de un viejo judío barbado que vestía un manto religioso. El hombre estaba arrodillado con los brazos en alto y un oficial de las SS le apuntaba con un arma. “Este hombre era mi abuelo”, decía Dagan a sus visitantes. “Poco después de que esta foto fuera tomada, el 5 de octubre de 1942, fue asesinado por los nazis”, solía contar. “Miro esta foto y prometo que haré lo que esté a mi alcance para asegurar que nunca más vuelva a ocurrir”.
Si uno pregunta en el memorial de Yad Vashem Holocaust, en Jerusalén, se entera de que muchas familias afirman tener relación con ese hombre de la foto. Pero Dagan cree firmemente en su historia. Es su vinculación personal con el Holocausto y lo ve como un constante recordatorio de lo que una bomba nuclear iraní podría significar para Israel. En este sentido coincide con Netanyahu, quien considera al presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad un nuevo Hitler.
 
Dagan y Netanyahu han convertido en la misión de su vida el prevenir que Irán consiga la bomba atómica, pero tienen diferentes estrategias y diferentes calendarios para cumplir su meta. Netanyahu quiere atacar antes de que sea demasiado tarde. Sus modelos son dos exitosos ataques aéreos del pasado: uno contra Irak en 1981 y el otro, en 2007, contra Siria. En ambos casos, sus regímenes no respondieron.
Dagan dice que un ataque militar podría ser usado como último recurso, o “solamente cuando la espada está en nuestra garganta”. Cree que un ataque podría desatar una guerra regional sin fin.

Como jefe del Mossad, libró una guerra encubierta para posponer el momento en que la bomba pudiera ser fabricada. Lo hizo con la ayuda del virus informático Stuxnet (NDT: que arruinó las máquinas del plan nuclear iraní), accidentes sospechosos y la “eliminación de importantes fuerzas”, según describió Dagan en una conversación privada. Hay una “deserción blanca”, afirma, con cada vez menos y menos científicos iraníes dispuestos a trabajar voluntariamente para el programa nuclear iraní.
 

La idea es postergar la construcción de la bomba hasta que el régimen de Teherán sea derrocado, y Dagan cree que esto es precisamente lo que va a pasar. Ahora, sin embargo, teme que Netanhayu pueda desenfundar el arma y arruinar su plan. Después de todo, esperar no es el fuerte de Netanyahu. Durante diez años, ha estado advirtiendo sobre Irán, y no cree que la guerra encubierta de Dagan pueda evitar por sí sola que Irán consiga la bomba.
Algunos funcionarios militares y polÍticos de alto nivel han llegado a acusar a Dagan de ganar tiempo para de los iraníes. Pero Dagan defiende su estrategia. Él dice que siente su deber advertir al público. Quien ordene un ataque, plantea, decidirá sobre las futuras generaciones. Esta decisión no puede ser tomada en círculos reducidos, añade. Y con ello también quiere decir: no por estos políticos.
Como lo ve Dagan, Netanyahu es incapaz de liderar Israel y fracasó en todos los frentes.

Israel nunca ha sido militarmente tan fuerte, argumenta, y, a la vez, ha tenido líderes politicos tán débiles.

Mientras trabajaba con Netanyahu, Dagan asegura que aquel nunca le informó sobre ningún objetivo politico o militar. Sólo cuando se trata de Irán, Netanyahu tiene una opinión –y un objetivo. Para lograr este, Dagan acusa a Netanyahu y al ministro de Defensa, Ehud Barak, de tratar de acallar las críticas. Los dos políticos quieren tomar una decisión sin involucrar al resto del gobierno, plantea. Y considera legalmente problemática esta forma de hacer las cosas.
 

De hecho, dice Dagan, ésto es la razón por la que él y el general Gabi Ashkenazi, jefe de las Fuerzas de Defensa (IDF) de Israel de 2007 a 2011, fueron removidos de sus cargos durante los primeros meses de este año, y por la que a Yuval Diskin, jefe del Shin Beat, la agencia de inteligencia interna, no se le permitió sucederlo al frente del Mossad.

En cambio, fueron reemplazados por sujetos probadamente menos críticos respecto de un ataque a Irán y, al menos, con bastante menos experiencia para plantarse contra semejante movida.

Dagan llama a esto un complot, un putsch clandestino de los políticos contra las agencias de inteligencia. “Diskin, Ashkenazi y yo tuvimos éxito en bloquear todas las aventuras peligrosas”, afirma Dagan, y añade que ahora no hay nadie que se interponga en su camino.
Esta versión es apoyada por muchos ex oficiales militares, de inteligencia y políticos que respaldan a Dagan en el mismo tono. “Escúchenlos, en todas las áreas”, dice Tzipi Livni, la líder opositora parlamentaria y jefe del partido centrista Kadima. La crítica abierta no es costumbre en Israel, pero éste ya no es el caso.

Danny Yatom
y Efraim Halevy, ambos ex jefes del Mossad, dice que Dagan tiene razón cuando habla y que, al parecer, tiene razones para hacerlo como lo hace.

“La gente debería escuchar su opinión sobre Irán”, afirma Yatom. Los que conocen a Dagan –y, en especial, generales y ex colegas- confirman que dice lo que realmente piensa.

Afirman que no está ni interesado en lanzar su carrera política ni busca ningún otro beneficio.

Durante mucho tiempo, también los estadounidenses han temido que Israel cumpliera su amenaza de ataque. En la primavera de 2008, el entonces presidente George W. Bush voló a Israel en visita sorpresa. Pidió ver al entonces primer ministro Ehud Olmert y a su ministro de Defensa, Ehud Barak, ninguno de los cuales conocía el motivo del encuentro. “Necesito que me prometan que no van a usar el período de transición con mi sucesor para atacar Irán”, expresó preocupada e insistentemente Bush, se dice.
 
Una visita similar hizo en octubre el secretario de Defensa, Leon Panetta. Todos los pasos dados contra el programa nuclear de Irán deben ser coordinados con la comunidad internacional, advirtió a los líderes israelíes –tan enfáticamente que sonó como si las agencias de inteligencia estadounidenses supieran de preparativos para un ataque.
¿Logró Dagan posponer un ataque o incluso, quizás, evitarlo? Puede que haya una respuesta algún día o puede que jamás lo sepamos.

Lo que es seguro, sin embargo, es que nada socava más un ataque secreto que hablar de él.

Menachem Begin, primer ministro israelí entre 1977 y 1983, suspendió la primera operación aérea contra el reactor Osirak, de Irak, después de que el líder opositor, Shimon Peres, lo descubriera. Los pilotos ya esaban sentados en sus cazas. Un mes más tarde, destruyeron el reactor.
 

“Discúlpenme –dice Dagan–, pero seguiré hablando cada vez que pueda”. Añade que nadie debería tratar de impedirlo. Tiene un buen abogado, dice, y muy buena memoria.