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EL NOMBRE NO ERA EUFEMISMO

French, Beruti y la Legión Infernal: Los verdaderos héroes de la Revolución de Mayo

Gritos, armas y presión popular encendieron la mecha de la Revolución de Mayo: el 21, la Legión Infernal torció el brazo del Virrey y forzó el Cabildo Abierto.

El 21 de mayo de 1810, la historia argentina cambió de manos cuando irrumpió la Legión Infernal, ese grupo feroz de 600 revolucionarios que lideraban Domingo French y Antonio Beruti, con cuchillos y pistolas. La movida fue tan fuerte que obligaron al Virrey Cisneros a ceder y convocar al tan esperado Cabildo Abierto, pateando el tablero del Virreinato.

El 21 de mayo ardió la Plaza

Eran las 9 de la mañana del lunes 21 cuando los cabildantes se sentaron, como todos los días, a discutir los asuntos de la ciudad. Pero no pasaron muchos minutos hasta que la rutina se fue al tacho: unos 600 hombres armados ya ocupaban la Plaza de la Victoria. Llevaban pistolas, puñales, retratos de Fernando VII en los sombreros y cintas blancas en la solapa. Se hacían llamar La Legión Infernal y no estaban para ceremonias.

Domingo French y Antonio Beruti encabezaban el grupo, pero no estaban solos: muchos eran criollos pobres, milicianos, algunos esclavos, y hasta jóvenes comerciantes con mucha bronca acumulada. Querían que se hiciera el Cabildo Abierto ya, y a los gritos pidieron la suspensión inmediata del virrey Cisneros. No se trataba solo de hacer ruido: "si no se hace el Cabildo Abierto va a tronar el escarmiento. Y si no se va Cisneros también", gritaban.

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El 21 de mayo, 600 revolucionarios armados liderados por French y Beruti coparon la Plaza, exigieron el Cabildo Abierto y metieron presión al poder colonial con amenazas concretas.

El 21 de mayo, 600 revolucionarios armados liderados por French y Beruti coparon la Plaza, exigieron el Cabildo Abierto y metieron presión al poder colonial con amenazas concretas.

El virrey había repartido invitaciones ese mismo día a vecinos "notables" para asistir al Cabildo Abierto del 22. Pero, como el diablo metió la cola, Agustín Donado, un impresor infernal, sacó muchas más copias y las repartió entre criollos. "Los chisperos de la revolución franquearían el paso el día siguiente", advierte el texto.

Para el historiador Norberto Galasso, eran los hombres que venían con nuevas ideas a conmover el sosiego y la paz de la dominación... De ahí que se los calificara como 'infernales', por las nuevas ideas que portaban. Nada más claro: el orden colonial temblaba en cada paso que daban.

El golpe criollo que cambió la historia

El ambiente estaba caldeado. La ciudad no era el paraíso de las tertulias y la ópera de los libros de texto. "La parte más sana del vecindario", como le gustaba decir al Cabildo sobre los vecinos con poder, miraba con miedo desde los balcones cómo esa masa rebelde tomaba protagonismo.

El síndico Julián de Leiva salió al balcón del Cabildo y anunció el esperado Cabildo Abierto para el día siguiente. Pero eso no bastó: los infernales no querían más vueltas. El que logró calmar los ánimos fue Cornelio Saavedra, jefe del regimiento de Patricios, que garantizó apoyo militar al reclamo popular. El mensaje era claro: si no cedían, la Plaza estallaba.

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Con apoyo militar de Saavedra, los infernales lograron forzar el Cabildo Abierto del 22. Su presión fue central para quebrar al virrey y allanar el camino al primer gobierno patrio.

Con apoyo militar de Saavedra, los infernales lograron forzar el Cabildo Abierto del 22. Su presión fue central para quebrar al virrey y allanar el camino al primer gobierno patrio.

El 22 de mayo, el Cabildo fue un hervidero. Los criollos se metieron por la fuerza en la votación, equilibrando las decisiones. El 25, nacería la Primera Junta, con Saavedra a la cabeza. Pero Moreno y los suyos decidieron que no se iban a dejar ‘dormir’ como tres días antes. La clave estuvo en la presión previa. Sin los infernales, tal vez no habría habido revolución.

French y Beruti no fueron figuras decorativas, no estaban para posar en estampitas escolares. No repartieron escarapelas saltando de la mano, ese 25 de mayo, repartieron balas y puntazos. Su accionar ese 21 fue el empujón necesario para torcerle el brazo a la Corona. Ese día, la Plaza se convirtió en el escenario de la historia. El Cabildo tembló, y el futuro de lo que sería Argentina cambió para siempre.

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