Nicolás Claux, un ex convicto que cumplió su condena en Francia por asesinato y canibalismo, ha lanzado varios libros autobiográficos en donde relata haber profanado tumbas, destripado cadáveres, coleccionado huesos, así como haber cometido necrofilia.
MACABRO CRIMINAL
Caníbal y "vampiro" de Francia: El Destripador asesino, suelto
Un asesino confeso, en libertad, vende un espantoso "arte" en las capitales europeas y relata todo su pasado asquerosamente criminal, como destripador, caníbal y necrofílico.
“El Vampiro de París”, como lo apoda la prensa internacional, ha escrito numerosos libros sobre su oscuro pasado y ha creado pinturas tétricas, actualmente expuestas en varias capitales europeas. Sorprendentemente, estas obras están siendo adquiridas por freakys fascinados por el horror, un fenómeno difícil de comprender.
A sus 22 años, Claux, hijo de un banquero, hace alrededor de dos décadas fue arrestado en París, por homicidio y canibalismo. Cuando efectivos de la Policía entraron a su hogar, por aquel entonces, quedaron atónitos a lo que veían sus ojos: varios fémures colgando del techo, vértebras y dientes esparcidos por toda la vivienda y recipientes con sangre humana.
En ese momento, arrinconado por las contundentes pruebas, confesó haber estado “profanando tumbas de varios cementerios góticos parisinos y mutilando restos momificados", así como que "bebía sangre con regularidad".
"Trabajando como asistente funerario durante diez meses usé mi posición para llevar a cabo mis fantasías de canibalismo. Cuando me quedaba solo con los cuerpos, para coserlos luego de las autopsias, cortaba tiras de carne de las costillas y de los muslos y las comía. En algunas ocasiones me llevé trozos de carne fresca a mi casa donde las cociné y las ingerí”, admitió ante la Policía parisina, que estaba allí por el crimen de Thierry Bissonnier.
La requisa de la vivienda y las confesiones de Nicolás Claux fueron la prueba suficiente para condenarlo por homicidio. Claux, un joven palidón de 22 años, admitió su adicción a profanar cuerpos y a destriparlos, así como confesó ser “prácticamente un satanista ”.
En el interior de su hogar, varios juegos de esposas, numerosos elementos quirúrgicos e infinidad de restos óseos confirmaban que el joven no era un delirante. Del techo, colgaban largos fémures humanos, mientras que en su heladera encontraron una despensa de un vampiro.
Uno sobre otro, había numerosos sachets con sangre humana (después sabrían que habían sido robados del hospital donde trabajaba). También hallaron videos porno de contenido brutal de sadomasoquismo, lo que ilustra su mente perversa.
Asimismo, la Policía encontró un elemento clave, una pistola, para culparlo del crimen de Thierry Bissonnier, un muchacho gay elegido por Claux para iniciarse como homicida. Debajo de la almohada de su cama estaba el arma calibre 22 que había usado para matarlo.
Un homofóbico y psicópata
La mañana del martes 4 de octubre de 1994, según investigó la Justicia, Claux cometió el crimen contra Thierry.
Ese día, estaba decidido a encontrar su primera víctima, y entonces, recurrió a su Minitel, una suerte de Internet precaria que era una novedad en Francia y que la comunidad gay utilizaba para chatear y coordinar citas.
En tal red, se encontró con Thierry Bissonnie, quien luego sería su víctima, con el cual dialogó sobre sadomasoquismo. Con él cordinó un encuentro en su casa.
Finalmente Claux fue hasta la dirección, con un arma calibre 22 escondida, la misma que la policía encontraría debajo de su almohada. Y cuando Thierry le abrió confiado, Claux, sin mediar palabras, sacó su arma, le apuntó a su frente y jaló el gatillo.
El asesino, en su autobiografía, afirmó que lo vio desangrarse sobre la alfombra. Claux narró que vio que Thierry seguía moviéndose “y haciendo ruidos asquerosos”. Entonces, recargó el arma y volvió a disparar varias veces. Luego limpió sus huellas dactilares.
Tras ello, fue a la cocina, tomó unas galletitas y se sentó a comerlas mientras miraba fijo a su víctima.
Luego, Claux decidió que lo más prudente sería irse y simular un robo. Por tanto, robó unas tarjetas, una chequera, UN registro, un despertador y un contestador automático, para que pareciera un robo. A su vez, le disparó a su víctima muera por la espalda y después tomó una enorme maceta con una planta que estrelló en su cabeza.
Sobre este punto, el perverso criminal, en una parte de sus memorias autobiográficas, expuso toda su homofobia y psicopatía que denota cómo escogió a la víctima: "los queers (gays) son una presa fácil (...) Pero el lado malo es que no podía mutilarlos y comer su carne porque no me gusta tocar hombres y tienen enfermedades. Las lesbianas están okey".
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