En un mensaje inusualmente defensivo, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, denunció desde su cuenta de X que se intenta instalar un “clima negativo” respecto a las reservas y los compromisos con el FMI de cara a julio. Prometió que el Gobierno cumplirá “como siempre” sus obligaciones y apuntó contra los “agoreros” que, según él, siembran dudas en cada vencimiento.
¿CRISIS INVENTADA?
Nadie dudaba del pago, pero el Gobierno sale a aclarar igual
Pablo Quirno, secretario de Finanzas del Gobierno, salió a despejar dudas sobre los pagos de julio, cuando nadie en el mercado las tenía.
Sin embargo, el mensaje dejó más dudas que certezas. Nadie en el mercado estaba poniendo en duda la capacidad de pago de corto plazo del Tesoro. Los vencimientos de julio eran, hasta el momento, considerados manejables por las principales consultoras. ¿A qué se debe entonces esta reacción tan enfática?
La verdadera preocupación
Mientras Quirno hablaba de “confianza y credibilidad”, los números que publicó Christian Buteler y que circulan en los informes técnicos revelan un panorama más delicado. El problema no está en sí se puede pagar este mes, sino en cómo se llegó a esta situación: una dependencia creciente de instrumentos que capitalizan intereses y generan una deuda silenciosa pero acumulativa.
Instrumentos como las LECAP, BONCAP, LEFI y PR17 permiten al Tesoro evitar pagos inmediatos de intereses, pero conllevan una carga financiera futura alarmante. Solo en abril, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), los intereses capitalizados llegaron a $4,76 billones, un monto que convierte el supuesto superávit financiero del mes —$572.000 millones— en un déficit real de más de $4 billones si se computan las deudas efectivas.
Una “victoria” fiscal sostenida con deuda
La estrategia del Gobierno de mostrar superávit mientras multiplica compromisos futuros puede servir como una herramienta política, pero no resiste el paso del tiempo. La capitalización de intereses permite “dibujar” resultados positivos en el corto plazo, pero las cifras reales —que suman ya 4,8% del PBI en lo que va de 2025— dejan en evidencia que la sostenibilidad fiscal es, como mínimo, dudosa.
La paradoja es clara: el Tesoro logra superávit evitando pagar intereses ahora, pero en el proceso, genera una bomba de tiempo que puede estallar cuando estos instrumentos comiencen a vencer. No es casual que parte de las reservas se hayan sostenido con giros de utilidades contables del BCRA, es decir, con una forma encubierta de emisión monetaria, contradictoria con la bandera de equilibrio que enarbola el gobierno de Javier Milei.
El tuit de Quirno, lejos de calmar, sugiere un nivel de paranoia innecesaria. Si nadie estaba hablando de default, ¿por qué salir a desmentirlo con tanta vehemencia?