Un nuevo estudio realizado con satélites de la NASA reveló que la Antártida ganó una enorme cantidad de hielo entre 2021 y 2023, rompiendo una tendencia de casi dos décadas. Aunque suena sorprendente, los científicos explican que no todo es lo que parece y que detrás de este fenómeno hay una historia que todavía tiene a la ciencia en alerta.
ATENCIÓN
La Antártida sumó hielo de golpe, pero no son buenas noticias para la ciencia
La Antártida ganó hielo entre 2021 y 2023, pero fue por más nieve. No frena el cambio climático: la pérdida de hielo sigue y el planeta se sigue calentando.
Respira la Antártida (al menos por ahora)
Investigadores de la Universidad Tongji, en Shanghái, se apoyaron en dos misiones satelitales de la NASA, GRACE y GRACE Follow-On, para analizar la evolución del hielo antártico desde 2002. El panorama general era una pérdida sostenida de hielo durante 18 años. Pero algo cambió de golpe: entre 2021 y 2023, los datos mostraron un aumento inesperado en la masa de hielo.
Durante ese breve período, la Antártida ganó unos 119 mil millones de toneladas de hielo por año. Lo más notable es que en el este del continente, cuatro glaciares que venían achicándose pasaron a ganar masa. Este "efecto rebote" se dio por un pico en las precipitaciones, un fenómeno climático que generó nevadas más intensas de lo habitual, algo que no suele suceder con esa magnitud en esa región.
Pero no hay que confundir una pausa con un cambio de tendencia. Los propios autores del estudio dejan claro que esa ganancia fue puntual y ya se empieza a desvanecer. "Esto no es particularmente extraño. En un clima más cálido, la atmósfera retiene más humedad, lo que favorece fenómenos como estas grandes nevadas”, explicó Tom Slater, investigador de la Universidad de Northumbria, en diálogo con Live Science. A medida que 2024 y 2025 avanzan, los niveles vuelven a parecerse a los de 2020, antes de esta pausa inusual.
Una pausa no alcanza para revertir el desastre
Aunque parezca una buena noticia, los datos completos del estudio pintan un cuadro mucho más complejo. Entre 2002 y 2020, la Antártida perdió hielo a un ritmo alarmante, y esa pérdida se fue acelerando con los años. En la primera etapa (2002–2010), el promedio era de 81 mil millones de toneladas por año. En la segunda (2011–2020), casi se duplicó: 157 mil millones de toneladas anuales se derretían y caían al mar.
Esto es clave porque el continente antártico guarda el 90% del agua dulce del planeta y su deshielo es uno de los principales motores del aumento del nivel del mar. Si se funde una parte mínima de ese hielo, las costas del mundo entero están en riesgo.
Además, el hielo marino que rodea a la Antártida (ese que se forma sobre el océano) también está cayendo en picada. En 2023, tocó mínimos históricos y los científicos afirman que esto sería imposible sin la influencia del cambio climático. Para colmo, las temperaturas globales siguen rompiendo récords: según el programa Copernicus de la Unión Europea, abril de 2025 fue el mes 21 de los últimos 22 que superó el umbral de 1,5 °C acordado en París en 2015.
Por eso, aunque suene alentador ver un poquito más de blanco en la Antártida, esto no alcanza para frenar la emergencia climática. Es apenas un bache en una pendiente que sigue bajando, y lo peor es que el tiempo para reaccionar se achica cada vez más.
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