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DE LA REVOLUCIÓN A LA PRESIDENCIA

Pepe Mujica y los Tupamaros: La resistencia armada que cambió Uruguay para siempre

Antes de liderar Uruguay como "el presidente más pobre", Pepe Mujica vivió una vida guerrillera con los Tupamaros, donde protagonizó asaltos, fugas y la cárcel.

José "Pepe" Mujica, que falleció ayer a los 89 años, es conocido por su vida austera como presidente de Uruguay. Sin embargo, su historia empezó en la oscuridad, como guerrillero de los Tupamaros, un grupo que luchaba contra el gobierno en los años 60 y 70, y en esta nota te contamos esa etapa menos conocida de su vida.

El guerrillero de overol que puso a Uruguay en la mira

Antes de ser el presidente más austero del mundo, Pepe Mujica fue un militante armado que buscó cambiar el sistema a los tiros. En los años 60, mientras medio continente seguía con atención el ejemplo cubano, Pepe eligió dejar atrás los caminos electorales para sumarse a los Tupamaros, un grupo guerrillero que mezclaba idealismo, violencia y show político.

Inspirados en la revolución castrista, los Tupamaros apostaron a una "revolución urbana" y Mujica fue uno de sus soldados más fieles. Participó de asaltos a bancos, robo de armas, secuestros e incluso la toma de Pando en 1969, cuando el grupo literalmente ocupó la ciudad por unas horas, dejando una estampa tan cinematográfica como caótica. Pepe encabezó uno de los comandos que asaltó la central telefónica, operación que les salió bien, pero no siempre fue así.

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Antes de ser presidente, Pepe Mujica fue un guerrillero tupamaro involucrado en asaltos, secuestros y fugas. Sufrió prisión extrema durante 13 años, enfrentando aislamiento, torturas y hasta la pérdida de noción del tiempo.

Antes de ser presidente, Pepe Mujica fue un guerrillero tupamaro involucrado en asaltos, secuestros y fugas. Sufrió prisión extrema durante 13 años, enfrentando aislamiento, torturas y hasta la pérdida de noción del tiempo.

En 1970, se resistió a una detención a los tiros en un bar de Montevideo y terminó con seis balazos encima, salvado por un médico que, según rumoreaba el grupo guerrillero, era simpatizante (aunque nunca se comprobó). Lo cierto es que sobrevivió y volvió al ruedo, pero la represión del Estado ya era implacable.

Fue capturado varias veces, incluso protagonizó dos fugas de película de la cárcel de Punta Carretas, una de ellas en 1971, a través de un túnel cavado hasta una casa vecina. Pero en 1972 lo agarraron definitivamente. Ahí empezó su verdadera pesadilla: 13 años de prisión, gran parte en condiciones inhumanas. Pasó años aislado, en celdas mínimas, incluso encerrado en el fondo de un bebedero de caballos vacío. Según contó después, llegó a alucinar, hablar solo, y perder casi toda noción del tiempo.

La cárcel y el nacimiento de "Pepe" Mujica

La guerrilla tupamara, lejos de liberar al pueblo, terminó siendo uno de los ingredientes del caldo de cultivo que desembocó en la dictadura militar de 1973. "Fueron parte de un cóctel que nos llevó a una dictadura siniestra, con muertos, desapariciones y retrocesos enormes", dijo el periodista Leonardo Haberkorn, que escribió varios libros sobre el tema. Mujica, sin embargo, nunca renegó del todo de su pasado; más bien lo digirió con filosofía. "Aprendí a hablar conmigo mismo y a pensar", dijo al Wall Street Journal en 2020. "Aprendí mucho, pero no tengo cuentas pendientes".

Cuando recuperó la libertad con la amnistía de 1985, se sumó al Frente Amplio y fundó el Movimiento de Participación Popular. Lo que vino después es más conocido: diputado, senador, ministro y, finalmente, presidente. En ese camino, dejó atrás la clandestinidad y el fusil, pero nunca se hizo el tonto con su historia. Su estilo campechano, su discurso anticonsumista y su defensa de una vida simple calaron hondo, pero su historial como exguerrillero siempre quedó ahí, en segundo plano.

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Tras la dictadura, Mujica se reincorporó a la política democrática, sin renegar de su pasado guerrillero. Su figura generó admiración y polémica a partes iguales.

Tras la dictadura, Mujica se reincorporó a la política democrática, sin renegar de su pasado guerrillero. Su figura generó admiración y polémica a partes iguales.

Y no todo fue heroico. Mujica estuvo implicado en hechos violentos, algunos de ellos con muertos de por medio. Se lo vincula al asesinato del policía José Leandro Villalba, en 1971, durante un operativo tupamaro. Mujica nunca habló públicamente de su responsabilidad directa en ese caso, aunque sí reconoció "errores" de la lucha armada.

Hoy, con su muerte, el Pepe vuelve a dividir aguas: para algunos, un sabio con olor a tierra; para otros, un exsubversivo que maquilló su pasado. Pero lo cierto es que su historia no se entiende sin su faceta más cruda, la del hombre que estuvo dispuesto a matar y morir por una idea, y que con el tiempo eligió convencer antes que vencer.

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