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LA ROMPE EN EL MUNDO

DreamWorks y 'Cómo entrenar a tu dragón' dan cátedra a Disney sobre hacer remakes

Cómo entrenar a tu dragón está arrasando sin inventar nada raro mientras Disney sigue buscando la fórmula. ¿Quién entendió todo y quién no se entera?

La nueva versión de Cómo entrenar a tu dragón no inventa nada raro, pero igual la rompe en la taquilla. Mientras tanto, Disney sigue tropezando con sus remakes sin rumbo, y DreamWorks demuestra que a veces alcanza con respetar lo original para ganarse al público. ¿La clave del éxito? Una historia que no necesita disfrazarse de otra cosa.

'Cómo entrenar a tu dragón' vuela alto y factura fuerte

La nueva Cómo entrenar a tu dragón es una de esas pelis que te llenan el corazón y también revientan la caja registradora. Con Mason Thames como Hipo, Nico Parker como Astrid y un Chimuelo tan real que parece entrenado en casa, la película ya embolsó USD 358,2 millones en dos semanas: 160,5 solo en EE.UU. y 197,7 en el resto del mundo. Todo esto con un presupuesto de 150 millones, bastante contenido para los estándares de Hollywood. Le falta poco para alcanzar los 375 millones que necesita para ser rentable, y todo indica que la semana que viene lo logra con una mano atada a la espalda.

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La remake de Cómo entrenar a tu dragón arrasa en taquilla con más de 350 millones recaudados. Buen casting, CGI increíble y estrategia comercial impecable. Todo sin inventar nada raro.

La remake de Cómo entrenar a tu dragón arrasa en taquilla con más de 350 millones recaudados. Buen casting, CGI increíble y estrategia comercial impecable. Todo sin inventar nada raro.

Ya superó a Destino final: Lazos de sangre y va por más: está a punto de dejar atrás a Sinners (362,9 M) y Thunderbolts (381 M), y no sería raro que en un par de semanas se meta en el top 5 del año. Lo interesante es que le ganó la pulseada a Elio, la nueva de Pixar, que ni siquiera logró despegar. ¿La diferencia? DreamWorks metió presión y acaparó las salas IMAX, algo clave cuando querés que el público viva la experiencia completa.

Pero el secreto no está solo en la estrategia comercial. Acá hay una peli que respeta la historia, se nota que la hicieron con cariño y sin querer reinventar la rueda. Y eso, en estos tiempos de reboots por compromiso, vale oro.

DreamWorks entendió todo a la primera, Disney no

¿Alguna vez escuchó el dicho "Si no está roto, no lo arregles"? La clave del éxito de esta remake no está en haber cambiado la historia, sino en no tocar lo que funcionaba. Dean DeBlois, que dirigió la trilogía original, volvió al mando porque, según sus propias palabras, "no quería ver la versión de otra persona". Y ese tipo de decisiones se notan, pues esta versión live-action es prácticamente una fotocopia con esteroides de la de 2010: misma historia, mismos personajes, misma emoción. Solo que ahora todo se ve más real, más épico.

Mientras Disney vive tratando de "modernizar" sus clásicos con cambios de guion que no pide nadie, DreamWorks mantiene el alma original. Acá no hay chistes que cortan la emoción ni intentos de ponerse "woke" por obligación. Sí, hay un elenco más diverso, pero sin forzar nada ni alterar la trama. Y eso se agradece.

Otro punto clave: no metieron personajes nuevos ni subtramas innecesarias. A diferencia de lo que hizo Disney con Mulán o Lilo y Stitch, donde se inventaron escenas y conflictos para "darle más profundidad" (y solo lograron confundir a todos), acá usaron los minutos extra para expandir escenas importantes, como la icónica secuencia del primer vuelo entre Hipo y Chimuelo. Más duración pero más aprovechada.

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DreamWorks apostó por respetar la historia original, sin cambios forzados ni inventos innecesarios. Buen guion, dirección fiel y efectos de primera. Disney, tomá nota: así se hace una remake.

DreamWorks apostó por respetar la historia original, sin cambios forzados ni inventos innecesarios. Buen guion, dirección fiel y efectos de primera. Disney, tomá nota: así se hace una remake.

Y hablando de momentos icónicos, esta remake no se avergüenza del original, al contrario: lo homenajea. No hay ironías ni chistes autorreferenciales incómodos. Hay amor genuino por la historia y por el público que la siguió desde el principio.

Además, la parte técnica está impecable. Los dragones se ven increíbles, con un CGI trabajado sin apuro y mucha filmación en locaciones reales. En un contexto donde Disney viene recibiendo palos por efectos a medio terminar, esto es un respiro. Sumemos que John Powell volvió con su música, reversionando su gloriosa banda sonora, y tenemos una experiencia visual y sonora que emociona.

En definitiva, DreamWorks no hizo magia: simplemente apostó a lo que ya funcionaba, cuidó los detalles y dejó a los creativos hacer su trabajo. Disney, si estás leyendo esto, tomá nota: no todo remake necesita reinventarse. A veces, solo hace falta recordar por qué nos enamoramos de una historia en primer lugar.

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