Contra todo pronóstico, el inicio del proceso de unificación cambiaria, con la salida parcial del cepo, no se tradujo en una aceleración de la inflación. Por el contrario, los principales relevamientos de precios reflejaron una clara desaceleración en abril, señal de que el tan temido pass-through tras la implementación de bandas cambiarias brilló por su ausencia.
A tono con este fenómeno, los indicadores de inflación de alta frecuencia exhibieron mejoras generalizadas, al tiempo que la apreciación de los dólares financieros y el alivio parcial del cepo para individuos aportaron señales positivas que podrían traducirse en un repunte de la confianza en el gobierno y una consolidación del sendero desinflacionario.
El dato que sorprendió
Tal como destacan desde Facimex, Los indicadores de alta frecuencia desmintieron la expectativa de un traslado inmediato a precios tras la redefinición del régimen cambiario. Según el IPC-OJF de Ferreres, entre el 11 y el 25 de abril la inflación fue apenas del 0,8%, precedida incluso por una deflación semanal del 0,2%. En paralelo, el IPC de Equilibra arrojó una variación del 0,9% quincenal, con una última semana marcando el menor registro desde el inicio de la serie en marzo de este año.
En consecuencia, las métricas mensuales se ajustaron fuertemente a la baja: tanto Ferreres como Equilibra estiman un índice entre 2,5% y 3,0% mensual, desacelerando desde los registros previos. Eco Go, por su parte, proyecta un 3,0% m/m, levemente por encima del 2,7% m/m de marzo, aunque alineado con la tónica de desaceleración.
Incluso La Nación, que recolectó estimaciones privadas del mes completo, adelantó un rango estimado entre 2,5% y 3,8% m/m, con una mediana del 3,0%. En tanto, el IPC de la Ciudad de Buenos Aires mostró un avance del 2,4% m/m, desacelerando desde el 3,2% m/m del mes anterior.
¿Abril como punto de inflexión?
Más allá de los números, lo relevante es el cambio de tendencia. En el mes donde se avanzó con la eliminación parcial del cepo, los datos inflacionarios no solo se mantuvieron controlados, sino que mejoraron las proyecciones más optimistas. De hecho, algunas consultoras revisaron a la baja sus estimaciones para abril, con recortes de hasta medio punto porcentual frente a lo previsto inicialmente.
Este fenómeno refuerza la percepción de un anclaje cambiario sólido, donde el fortalecimiento del peso y la mayor previsibilidad sobre el régimen de flotación administrada evitaron que la expectativa de devaluación se traslade a precios.
¿Qué se espera de acá en adelante?
Hacia adelante, el mercado espera que la inflación vuelva a los niveles del primer bimestre, con registros por debajo del 2% mensual en el tercer trimestre del año. A favor de esta tendencia juegan varios factores: el endurecimiento de la política fiscal y monetaria, el tipo de cambio contenido y el reacomodamiento de precios relativos en curso.
En mayo, se anticipan efectos mixtos. Por un lado, YPF anunció una baja del 4% en combustibles, lo que tendría un impacto directo de aproximadamente -0,15 puntos porcentuales en el IPC nacional si se generaliza al resto del mercado.
Caída de la confianza
Pese al escenario macroeconómico más favorable, la confianza en el gobierno sigue en descenso. Según la Universidad Torcuato Di Tella, el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) se ubicó en 46,6% en abril, acumulando cinco meses consecutivos a la baja desde el pico del 53,2% en noviembre.
No obstante, el dato debe matizarse: el nivel de confianza sigue siendo elevado si se considera que el gobierno transita su segundo año de gestión, etapa en la que históricamente se observa una erosión más pronunciada del apoyo ciudadano.
Un círculo virtuoso
La estabilización de las variables nominales, la baja del tipo de cambio paralelo, la recuperación del poder adquisitivo (aunque incipiente) y la contención inflacionaria son todos elementos que apuntan a un círculo virtuoso.
Lo cierto es que, por ahora, el gobierno logró avanzar en una medida sensible como la flexibilización cambiaria sin que se dispare la inflación, un logro no menor en un contexto de fragilidad macroeconómica y desafíos estructurales aún latentes.
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