DEBATE

ENRIQUE LEW

Randazzo, Lavagna, la UIA vs. la CGT que protege el desempleo

No es frecuente que desde la Unión Industrial Argentina se cuestionen abiertamente los vetustos argumentos de la Confederación General del Trabajo y zonas aledañas. Quizás sea porque, a veces, la UIA también huele a naftalina, desde la pesificación asimétrica a la fecha. Entonces cuando parece que aparece alguna idea diferente, quizás sea interesante.

En verdad, el debate no lo abrió la UIA sino Florencio Randazzo. Y dijo lo que debería decir a diario la UIA: sin reforma laboral no hay baja del desempleo ni el subempleo.

La CGT carece de un enfoque proactivo al respecto. La mayoría de sus líderes permanecen en el tiempo. Gracias que los sindicalistas saben usar, a medias, los teléfonos celulares....

Para colmo, los tecnócratas de la AFIP castigan sin piedad a los cuentapropistas en una campaña de extinción horrible.

La consecuencia de tanta locura es visible en la pobreza de los argentinos.

Sin estímulo al empleo privado, no habrá generación de nuevo trabajo, a menos que se llame 'empleo' a los subsidios que paga el Estado en sus diferentes estamentos. O a la obra pública, que es muy de nicho, acotado, estacional, se diría que preelectoral.

Pero la CGT reacciona mal cada vez que escucha algo sobre reforma a las leyes laborales.

Si bien el dirigente sindical más moderno que tuvo la CGT, Jorge Triaca padre, pudo avanzar en nuevas formas de contratación, los que comandan hoy día son Hugos Moyanos de buenos modales. La visión que tienen es insostenible pero se aferran a morir sin que nada cambie y que lo que suceda en el futuro, ocurra cuando ellos se encuentren en el panteón.

En ese contexto, Enrique Lew, empresario textil e integrante del Departamento de Política Social de la Unión Industrial Argentina, escribió en Noticias Argentinas:

"Si calculamos que nuestra Población Económicamente Activa es de 27,5 millones de personas (el 60% de un total de 46 millones de argentinos), y descontando los que trabajan e incluyendo a los monotributistas, informales y con empleo precario -que suman 18,5 millones-, quedan entonces 9 millones de desocupados que buscan o no trabajo. Es decir, son el 33% de desempleados y no el 11% que informó el INdEC.

A nivel mundial las estadísticas también son alarmantes: según el Índice de Miseria (HAMI), de la Universidad Johns Hopkins, Argentina está en el séptimo lugar entre 156 países estudiados, detrás de Venezuela, Zimbabue, Sudán, Líbano, Surinam y Libia."

Hay una acotación de Lew que es muy real: los países subdesarrollados, con la falsa idea de proteger a sus trabajadores, tienen legislaciones que cargan a los empleadores pesadas obligaciones y penalizan fuertemente los despidos, disminuyendo la creación de nuevo empleo. A su vez, los salarios son bajos, la desocupación es elevada y sube el nivel de pobreza.

Y los países los desarrollados protegen a los trabajadores con los Seguros de Desempleo, logran menores cargas para los empleadores, alto nivel de empleo y de mejores salarios.

Esto es verificable.

Lew respaldó a Randazzo ante el ataque de la CGT. 

Randazzo propuso: “Hay que discutir una ley laboral nueva, moderna, no para que quien ya tiene trabajo y derechos adquirido, sino para el otro 51% que está afuera”.

Lew sostiene: “El subdesarrollo es el resultado de políticas que atacan a los emprendedores, como nuestra Ley de Contrato de Trabajo (1974) y sus anexas del trabajo no registrado. Además, al permitir los reclamos por dos años, dan lugar al gran negocio de los abogados laboralistas y a la Mafia de los Juicios Laborales, que, sin dudas, desalientan los emprendimientos y consecuentemente la creación de empleo.

La CGT criticó a Randazzo al acusarlo de “abogar por menos derechos para los trabajadores es no haber comprendido nunca al Peronismo”.

La CGT conoce bastante poco de Juan Perón: lo que el general se proponía era impedir que el comunismo y el clasismo obrero en general avanzara en el país. Los derechos, que habían sido ya propuestos por Alfredo Palacios y otros socialistas democráticos, eran instrumentos funcionales a la idea mayor de Perón.

Sin embargo, Perón tenía límites. Por ejemplo, las obras sociales tal como se las conoce hoy día se las concedió el teniente general Juan Carlos Onganía durante la Revolución Argentina, no Perón.

Y entre promover más empleo o resguardar las leyes laborales, sin duda Perón hubiese privilegiado reorganizar la legislación para ingresar más trabajadores al sistema porque el objetivo del pleno empleo -tema de un libro de Lew- no podría alcanzarse; por lo tanto, la paz social estaba en peligro.

Lew manifestó: “Cabe preguntar si los ‘derechos adquiridos’ son el hambre, la pobreza y el desempleo, que hoy afecta a más de la mitad de nuestra población. Si el Peronismo tiene como objetivo el bienestar de los argentinos y en especial forma de los trabajadores y sus familias, ya debería darse cuenta que hay algo que va en contra de esos propósitos, dada la situación en que se encuentran la mayor parte de nuestra población”.

Lew reivindicó la propuesta del ex ministro de Economía, Roberto Lavagna, para incorporar la modalidad del Fondo del Cese Laboral, tal como se implementa en la industria de la construcción, para todos los nuevos trabajadores que se incorporen al mercado laboral.

“Lamentablemente, la iniciativa de Lavagna no tuvo eco en el Ejecutivo ni en los legisladores, todos los cuales, desconocen la importancia del empleo en la economía de los países, ya que solo conocen la economía que aprendieron en las facultades, pero no la cotidiana”, aseguró el empresario. 

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