Benjamin Netanyahu y mano derecha, Ron Dermer, creían tener un canal de comunicación seguro para moldear la política estadounidense hacia Irán, hasta que Donald Trump despidió al republicano Kevin Waltz, quien no entendió en qué consiste Trump 2.0 tal como sí lo interpretó el secretario de Estado, Marco Rubio, quien anexó la tarea de Waltz.
RUMOR ENTRE ISRAEL Y USA
La salida de Mike Waltz, una frustración para Benjamín Netanyahu
El 'halcón' Mike Waltz fue cesado como asesor de Seguridad Nacional de Donald Trump. Dicen que fue un revés para Benjamin Netanyahu.
Waltz creyó que Trump es un 'halcón' en política exterior, o sea que erró todo el tiempo y ni siquiera llegó a los 100 días en la Casa Blanca. No entendió el diálogo con Irán: creyó que la prioridad de Trump era la misma que la de Israel pero el Presidente estadounidense piensa en cómo impedir la provisión de crudo barato a China mientras que Netanyahu cree que Israel es el centro del univeso.
Tal como Waltz, varios no han entendido que Benjamin Netanyahu no le fija la política en Medio Oriente a Donald Trump. Es más: Donald Trump tiene su propia visión de la problemática, que en varios aspectos discrepa con la de Netanyahu.
Es muy interesante cómo describió la situación Chaim Levinson para el diario Haaretz, de Tel Aviv:
"El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no tuvo ninguna prisa en desmentir los informes que sugerían que una de las razones de su decisión de despedir al asesor de seguridad nacional, Mike Waltz, fue la coordinación excesivamente estrecha de este último con el primer ministro Benjamin Netanyahu, quien, según se informa, había tratado de arrastrar a Estados Unidos a una guerra con Irán que el presidente no quería.
Fue Netanyahu quien emitió un comunicado el sábado negando el informe, pero con el debido respeto al esfuerzo que hizo para hacerlo durante el sagrado Shabat –y ese respeto es muy limitado–, la respuesta más significativa es el silencio de Trump.
La falta de negación por parte del presidente hasta el momento sugiere que la arrogancia de Netanyahu y del ministro de Asuntos Estratégicos, Ron Dermer (ellos se ven a sí mismos erróneamente como presidentes en la sombra de los Estados Unidos) ha resultado contraproducente una vez más.
Desde el momento en que Trump definió su equipo, Netanyahu y su mano derecha, Ron Dermer, comenzaron a buscar un oído comprensivo. Esta es la estrategia distintiva de Dermer en cada administración: identificar a la persona privilegiada a través de la cual él y su jefe pueden acceder al Despacho Oval.
- No conocían al enviado de Trump, Steve Witkoff, un empresario que también trató con Qatar y que tiene poca tolerancia hacia los largos discursos y análisis geoestratégicos que ambos disfrutan.
- El vicepresidente J. D. Vance, quien se perfila como influyente y popular, es un aislacionista que evita cualquier tema relacionado con Israel.
- La jefa de gabinete de la Casa Blanca, Susie Wiles, evita por completo los asuntos de política exterior, y el secretario de Estado, Marco Rubio, carece de influencia real.
Así fue como Netanyahu y Dermer llegaron a Waltz, un republicano clásico, un halcón de línea dura y una figura imponente. Notablemente, en la negación de Netanyahu faltaba un detalle clave: ¿Habló Dermer con Waltz y coordinó una estrategia antiiraní a espaldas del Presidente?
El cambio de actitud de la Administración hacia Netanyahu ya fue evidente durante la apresurada y desconcertante reunión de Pascua del primer ministro con Trump.
Si bien en su primera reunión en la Casa Blanca en febrero, Trump ofreció a Netanyahu un regalo político –el llamado plan Golf Riviera de Gaza, que le permitió aprobar el presupuesto estatal y restituir al Ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir-, en su segunda reunión recibió una dura reprimenda: negociaciones directas de Estados Unidos con Irán.
La historia tras la destitución de Waltz no hace más que poner de relieve el fracaso de la última reunión entre Trump y Netanyahu. A diferencia del ADN de sus predecesores republicanos, Bush padre e hijo, Trump es un presidente pacifista. Su retórica es desenfrenada, pero en la práctica no le interesan las guerras y solo aspira a alcanzar acuerdos de paz. Ante esta situación, el margen de maniobra de Netanyahu es muy limitado.
Se espera que Trump visite la región la próxima semana. Durante su primer mandato, inició sus giras por el extranjero con una visita a Arabia Saudita, continuando desde allí a Israel, Belén y la cumbre del G7 en Italia. En su segundo mandato, también comenzará su gira en Riad (tras un viaje no programado al funeral del Papa en el Vaticano), pero esta vez, Israel no está en su itinerario.
Qatar
El Presidente viajará de Riad a Abu Dabi y de allí a Doha. Netanyahu está fuera; el Emir está dentro. "¿Por qué debería ir a Israel?", le preguntó un senador republicano de alto rango, cercano a Trump, a un miembro de la Knéset durante el fin de semana.
De hecho, para Trump, no hay muchas razones para ello. Trump quiere logros, y por ahora, Netanyahu no tiene ninguno que ofrecer.
Los países del Golfo, por otro lado, tienen mucho que ofrecer. Por ejemplo, acuerdos de compra de aviones. Qatar Airways es una de las aerolíneas internacionales en crecimiento. Su flota incluye 249 aviones (en comparación con los 47 de El Al). La aerolínea qatarí ya ha encargado 199 aviones adicionales y está trabajando en un pedido de docenas de grandes aviones de pasajeros, un acuerdo de gran envergadura que se adjudicará a Boeing o Airbus.
La declaración del ganador se pospuso hasta finales de mayo, lo que quizás indique que esta será la bonificación que Trump recibirá a cambio de su visita a Doha. Esto será una buena noticia para la clase trabajadora estadounidense y una prueba definitiva de la eficacia de las políticas arancelarias de Trump.
La semana pasada, durante una entrevista, le preguntaron al director ejecutivo de Qatar Airways, Badr al-Meer, si había hablado de este acuerdo con la Casa Blanca. "Obviamente, estamos recibiendo mensajes. Es un gran acuerdo. Vienen de Estados Unidos y Europa", respondió. "Quieren saber cuándo se espera que el acuerdo se concrete, solo por saberlo", dijo con una gran sonrisa.
La semana pasada, antes de la llegada de su padre, Eric Trump visitó Doha para anunciar un acuerdo de US$ 3.000 millones para la apertura de un campo de golf internacional. Esto, sin duda, no perjudicó la próxima visita de su padre.
Catar está desarrollando una nueva zona a media hora de Doha que servirá como atracción turística internacional. Incluirá parques de atracciones, parques acuáticos, el campo de golf Trump, puertos deportivos y mucho más.
Los países del Golfo
El acuerdo funciona así: una empresa del gobierno catarí desarrolla la zona, una empresa saudí desarrolla las instalaciones, y Trump cede su nombre y experiencia en la gestión de campos de golf sin invertir un solo céntimo. ¿Corrupto? ¿Problemático? ¿A quién le importa? El pueblo estadounidense ha hablado, y en este juego de grandes fortunas, Israel no tiene nada que vender.
Además del dinero, los socios de Trump en los países del Golfo discutirán con él asuntos relacionados con la Franja de Gaza y la creciente crisis allí. Esperan que al abrir sus carteras para invertir en Estados Unidos, Trump se abra a sus iniciativas.
La oferta sobre la mesa lleva más de un año. Incluye la liberación de los rehenes y el fin de la guerra, con Hamás dando un paso atrás y los países árabes tomando el control de Gaza, ofreciendo garantías para prevenir otra guerra e invirtiendo dinero en la reconstrucción de Gaza.
Sin embargo, Netanyahu rechaza este plan, ya que su consecuencia inmediata es la salida de las facciones de Smotrich y Ben-Gvir de su coalición.
Tal como es bien sabido, su escaño le importa más que el destino de los rehenes. El domingo 04/05 por la mañana tampoco se registró ningún cambio en el estancamiento del acuerdo sobre los rehenes.
La única esperanza es que, cuando Trump se reúna con sus amigos ricos en Riad, Abu Dabi y Doha, se dé cuenta de que debe involucrarse personalmente y lograr que Netanyahu deje de enviar a Ron Dermer a rechazar cualquier propuesta y a obligarlo a avanzar. Si esto tampoco funciona, no está claro hacia dónde nos dirigimos.
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