Tras décadas de declive, Estados Unidos vive un renacimiento nuclear impulsado por la creciente demanda energética global, el rediseño de su política energética y un entorno geopolítico cada vez más volátil. Por eso, para Donald Trump, este es un tema central.
ENERGÍA NUCLEAR
Trump reactiva la fiebre del uranio: EE. UU. va por la autosuficiencia nuclear
En el 2024, Estados Unidos incrementó doce veces su producción de uranio. Trump busca retomar su liderazgo en energía nuclear.
Hoy, Estados Unidos apenas representa menos del 1% de la producción mundial de uranio, frente al dominio de naciones como Kazajistán, Canadá y Namibia, que juntas concentran casi dos tercios del suministro global.
Aunque el país continúa dependiendo en un 98% de importaciones para abastecer sus 94 reactores nucleares, la administración federal inició una ofensiva estratégica para recuperar la autosuficiencia energética mediante el relanzamiento de la industria del uranio y el desarrollo de tecnologías nucleares avanzadas.
El uranio es un elemento clave en la producción de energía nuclear, que se utiliza como combustible en reactores nucleares. Al tener capacidad de liberar energía, lo convierte en un recurso importante para la generación de electricidad.
El desafío de Trump: crisis energética global y soberanía estratégica
La guerra en Ucrania iniciada en 2022 marcó un punto de inflexión. La interrupción del suministro energético desde Rusia —sumado al alza récord en los precios del gas natural y petróleo— llevó a gobiernos de todo el mundo a revalorizar la
energía nuclear como una vía segura, estable y libre de emisiones para garantizar el suministro.
Al mismo tiempo, el crecimiento exponencial de los centros de datos para inteligencia artificial, la manufactura verde y la minería de criptomonedas dispararon la demanda eléctrica a niveles inéditos. Esta presión dio impulso a una reevaluación del mix energético estadounidense, con la energía nuclear ocupando un rol protagónico.
En respuesta a este escenario, la administración Biden aprobó en 2024 una inversión de US$ 2.700 millones para expandir la capacidad de enriquecimiento y conversión de uranio en el país, junto con una prohibición total a la importación de uranio ruso.
Apenas un año después, el presidente Donald Trump firmó cuatro órdenes ejecutivas que aceleran el despliegue de nuevos reactores nucleares, con la ambiciosa meta de cuadruplicar la producción nuclear de 100 GW en 2024 a 400 GW en 2050.
Estas medidas han revitalizado una industria minera nacional que estaba prácticamente dormida. Incluso, la Oficina de Administración de Tierras aprobó en solo once días la reapertura de la mina Velvet-Wood, operada por la canadiense Anfield Energy, bajo la justificación de una “emergencia energética nacional”.
Asimismo, Energy Fuels. otro actor clave del sector, opera la mina Pinyon Plain, cerca del Gran Cañón, mientras TerraPower, la compañía fundada por Bill Gates, construye un reactor de 345 megawatts en Wyoming.
La canadiense Anfield también busca reactivar la planta de Shootaring Canyon, cerrada desde hace cuatro décadas, para convertir uranio crudo en “torta amarilla”, el insumo intermedio en polvo, necesario para la producción de combustible nuclear.
“El presidente Trump ha dejado claro que nuestra seguridad energética es seguridad nacional. Estos procedimientos de emergencia reflejan nuestro firme compromiso con ambas”, declaró el secretario del Interior, Doug Burgum, según el sitio Oil Price.
Donald Trump se enfrenta a la falta de reservas naturales
Pese al renovado entusiasmo, los expertos son cautos. Mark Chalmers, CEO de Energy Fuels, advierte a Oil Price, que incluso si todos los proyectos autorizados y operativos se desarrollaran, no alcanzarían para satisfacer la demanda nacional. En 2024, Estados Unidos produjo solo 700.000 libras (más de 317.500 kilos) de óxido de uranio. Un número mayor al año anterior, pero muy inferior a los 14,5 millones de kilos que se importaron.
El mayor obstáculo es estructural. Estados Unidos posee menos del 1% de las reservas mundiales de uranio, lo que limita su capacidad para recuperar un liderazgo sostenido. Esta escasez geológica dificulta el deseo de independencia energética nuclear.
El torio como alternativa al uranio
En ese contexto, el torio emerge como un posible sustituto estratégico del uranio. Este elemento tiene múltiples ventajas: genera menos residuos, es a prueba de fusión, no produce subproductos aptos para armamento y tiene una densidad energética muy superior. Una sola tonelada de torio puede generar la misma energía que entre 35 y 200 toneladas de uranio.
El Departamento de Energía (DOE) avanza en el desarrollo de combustibles alternativos como ANEEL (Energía Nuclear Avanzada para una Vida Enriquecida), una combinación patentada de torio y uranio poco enriquecido (HALEU) destinada a reactores de agua pesada presurizada. Las primeras pruebas, realizadas por el Laboratorio Nacional de Idaho, son prometedoras: los gránulos mantuvieron su integridad estructural tras un quemado de 25 GWd/ton, con ensayos adicionales programados hasta 2026.
Estados Unidos busca mantener el poder y soberanía energética
El futuro nuclear de Estados Unidos está en construcción. El respaldo político bipartidista, las inversiones públicas masivas y el cambio de percepción sobre la energía nuclear como herramienta para la transición energética y la soberanía energética configuran un nuevo paradigma.
Lo que está en juego no es sólo el futuro de la energía, sino la capacidad de Estados Unidos para mantener su relevancia económica y geopolítica en un mundo que se electrifica a gran velocidad. En ese escenario, el renacimiento nuclear estadounidense podría ser no solo un símbolo de poder, sino también una tabla de salvación energética para las próximas décadas.