La apuesta al peso se transformó en la gran trampa del mercado. Lo que durante meses fue una estrategia infalible, en julio colapsó bajo el peso de un salto cambiario que dejó a los inversores sin ganancias. La desaparición de las LEFIs, la volatilidad extrema en las tasas y un dólar que trepó más de 14% desarmaron el carry trade en tiempo récord.
CONTUNDENTE
El que apostó al carry trade en julio perdió (y mucho)
La desaparición de las LEFIs, la volatilidad extrema en las tasas y un tipo de cambio mayorista que trepó más de 14% desarmaron el carry trade en tiempo récord.
Quienes apostaron al peso desde diciembre lograron grandes retornos en dólares. Sin embargo, en apenas un mes y medio esas ganancias se evaporaron. Los bonos Lecap, Boncer y Duales sufrieron caídas de entre 13% y 15% medidas en dólares.
El carry trade, desde GMA Capital
El salto del tipo de cambio real fue el factor decisivo. En julio, la competitividad mejoró 10,7% y desde la salida del cepo acumula un avance del 23,6%. Este ajuste era inevitable para corregir desbalances estructurales, pero la velocidad y magnitud del movimiento dejaron sin reacción a quienes seguían parados en pesos.
Lo explican a la perfección en GMA Capital: El fin de las LEFIs desnudó otra vulnerabilidad. Sin un ancla clara, la plaza de pesos quedó expuesta a un régimen de tasas endógenas que no logró contener la volatilidad. La tasa de caución, que llegó a escalar al 86%, mostró picos de tensión que dificultaron la valuación de activos en moneda local. Esta incertidumbre en la curva de rendimientos fue letal para el carry trade, ya que se combinó con un salto cambiario que recortó la rentabilidad en dólares.
Las Lecap de corto plazo cayeron un 13% en dólares. Los Boncer con vencimiento en 2027 acumularon bajas de más de 15%.
Se dio vuelta la página
El mercado había encontrado en el carry trade una fuente de rendimientos que parecía infinita. La combinación de tasas reales positivas y un esquema de flotación contenido alimentó la ilusión de que la estrategia podía extenderse sin sobresaltos. Pero el desarme de LEFIs y la corrección cambiaria mostraron que la realidad era otra.
El golpe no solo se reflejó en las carteras de los inversores. La volatilidad de tasas también encareció el financiamiento. El costo de los adelantos en cuenta corriente subió al 56,4 por ciento anual, niveles que dificultan el acceso al crédito productivo y agravan la parálisis en la inversión privada.
El lado bueno
Sin embargo, no todo el ajuste fue negativo. La mejora en el tipo de cambio real permitió recomponer competitividad sin trasladarse de manera inmediata a los precios. A diferencia de otros episodios devaluatorios, la respuesta inflacionaria fue moderada. Esto benefició especialmente al agro, que además de recibir un mejor tipo de cambio, se vio favorecido por la reducción de retenciones. El precio percibido por tonelada de soja subió un 19,2 por ciento en apenas un mes.
La corrección también puede aliviar el rojo de la cuenta corriente. Si bien el impacto en los flujos será gradual, el nuevo equilibrio cambiario sienta las bases para reducir el déficit externo a niveles más sostenibles. A pesar de esto, la volatilidad actual exige una política monetaria más afinada, con mejor gestión de la liquidez y menor dispersión de tasas, tal como reclama el FMI.
Sin embargo, la prioridad debe ser estabilizar las expectativas y devolver previsibilidad a la plaza de pesos. El mercado ya dejó en claro que sin señales claras, el carry trade no volverá a ser negocio.
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