La revolución silenciosa ya comenzó. Mientras las empresas tradicionales insisten en mantener estructuras rígidas, una nueva generación de brasileños está reescribiendo las reglas del juego laboral. Los jóvenes de entre 18 y 27 años no solo cuestionan el sistema CLT (Consolidação das Leis do Trabalho), sino que están dispuestos a abandonarlo por completo en busca de algo que las generaciones anteriores consideraban imposible: compatibilizar trabajo con propósito y autonomía.
Los números revelan una tendencia que sacude el mercado laboral brasileño. Según una encuesta de la Federación de Industrias del Estado de São Paulo (Fiesp), más del 60% de los jóvenes prefieren modalidades laborales remotas o con horarios flexibles. Pero lo que verdaderamente sorprende es que casi la mitad de quienes actualmente se encuentran empleados formalmente sueñan con cambiar de área, transformando lo que antes era considerado estabilidad en una especie de prisión dorada.
Esta transformación tiene rostros reales. Mariana de Souza, de 23 años, después de apenas seis meses trabajando bajo CLT en una importante cadena minorista, tomó la decisión que muchos de su generación consideran inevitable: "Era un ambiente tóxico. El salario apenas cubría el transporte y aún me exigían que me subordinara a la empresa. No tenía sentido para mí", relató con una convicción que refleja el sentir de miles de jóvenes en Brasil.
La búsqueda de propósito se ha convertido en el motor que impulsa estas decisiones. Henrique Rachid, de 23 años, estudiante de la Universidad de Brasilia (UnB) y productor de contenidos, lo expresó con una claridad demoledora: "Mi sueño está mucho más conectado con mi trabajo personal que con el de los demás. Trabajar como CLT me hizo sentir que no vivía mi propia vida".
Más jóvenes en Brasil dejan el trabajo formal por autonomía
La rigidez del sistema CLT choca frontalmente con los valores de esta generación. Henrique profundiza: "Cuando trabajé como empleado de CLT, me di cuenta de que no encajaba en ese marco. No encajaba siendo empleado de un jefe, de alguien que controlaba todas mis decisiones, todas mis acciones. Me gusta tener mi libertad, mi creatividad, poder trabajar con lo que realmente me gusta. Además de la escala 6x1, que lamentablemente es una escala de trabajo que consume a muchos trabajadores".
Esta resistencia está generando un éxodo hacia la informalidad y el emprendimiento individual. Gustavo Pinheiro, de 27 años, licenciado en administración, decidió dar el salto empresarial: "Fue una decisión difícil. Tenía buenos beneficios como CLT, pero necesitaba libertad. Hoy tengo más riesgos, pero también más autonomía".
Su reflexión revela la profundidad de este cambio generacional: "Lo pensé mucho antes de tomar esta decisión. Desde niño, siempre quise trabajar en este ámbito empresarial. Ha sido un sueño para mí, y pasé cuatro años en la empresa donde trabajé bajo CLT. Estoy muy agradecido por el tiempo que pasé allí. Pude crecer y adquirir conocimientos. Pero las razones que me llevaron a dejarlo fueron la falta de libertad, ya que tenía que cumplir con mi horario. Tenía que rendirle cuentas a un jefe en todo momento. Como tengo espíritu emprendedor, eso no me gustaba de mi personalidad".
Los costos invisibles
Para el sociólogo y economista Vinícius do Carmo, la cuestión trasciende el contrato formal: "La rebeldía es típica de la juventud, pero revela algo más profundo: un conflicto con lo que representa el CLT: subordinación, disciplina y horario laboral. La Generación Z quiere ser una pareja productiva, no verse obligada a trabajar en ningún puesto".
Sin embargo, esta transformación no está exenta de riesgos. Do Carmo advierte: "Existe una confusión entre la necesidad de trabajar y la protección que ofrece el CLT. Muchos ven la informalidad como libertad, pero ignoran lo que se pierde en términos de seguridad social".
El economista Otto Nogami, profesor de Insper, profundiza en las implicaciones: "La migración hacia relaciones laborales más flexibles o informales podría poner en peligro la sostenibilidad del sistema de seguridad social. Dado que la seguridad social se sustenta con las contribuciones de los trabajadores formales, la reducción de la base podría acelerar la necesidad de nuevas reformas".
Nuevo dilema
La cuestión previsional emerge como uno de los desafíos más críticos. Mientras Gustavo Pinheiro ya planifica su jubilación a través de un plan privado, otros jóvenes como Davi Gaspar, de 24 años, organizador de eventos y estudiante de la UnB, mantienen una perspectiva optimista: "Mi objetivo es ser rico para entonces. Haré de todo: trabajo freelance, arbitraje, seguridad. Hasta que mi sueño se haga realidad".
Davi explica su motivación: "Tuve esta experiencia con CLT durante mucho tiempo. Y no me gustaba sentirme estancado en una rutina, en la que tenía que hacer realidad el sueño de alguien más y no el mío. Por eso me propuse crear mi propia empresa y hacer realidad mis sueños, hacer lo que realmente me gusta".
Este fenómeno plantea un desafío dual: mientras las empresas tradicionales necesitan adaptar sus modelos para atraer jóvenes talentos, el Estado debe replantear las políticas regulatorias y de seguridad social. Como resume Vinicius do Carmo: "Las grandes empresas ya están empezando a adaptarse, pero aún habrá mucho ajuste. La Generación Z no es un bloque cohesionado, pero transmite un mensaje claro: las modalidades de trabajo tradicionales ya no se ajustan a sus expectativas de vida".
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