Jornadas de trabajo de más de doce horas, respirando ollín y soportando los ruidos ensordecedores de los engranajes de las máquinas. Así vivían los niños durante la Revolución Industrial, muy lejos de la escolaridad y de los juguetes.
TRÁGICO PASADO
Niños obreros e infancias robadas: El lado más cruel de la Revolución Industrial
Los niños eran la mano de obra barata hasta comienzos del siglo XX. Dejaban su vida en las minas de carbón y en las fábricas. La parte olvidada de la Revolución Industrial: el martirio de la infancia.
Entre 1760 y 1840, millones de niños fueron empleados como personal doméstico y en el ámbito agrícola. Con el surgimiento de las incipientes industrias, cerca de esos años, pasaron a convertirse en mano de obra barata en fábricas y minas, ya que eran más fáciles de controlar. Con el correr de las décadas, hasta llegar al siglo XX, fueron los más requeridos, debido a que, según sus patrones, no realizaban huelgas.
Además, para muchas familias pobres, enviar a sus hijos a la escuela implicaba un gasto extra con el que no contaban. Incluso la escuela rural más económica cobraba un penique al día, y aún no existían leyes que garantizaran la obligatoriedad ni la gratuidad de la educación pública.
Por eso, muchos liberales, como Victor Böhmert, un destacado economista de la época, escribieron que las hiladoras (talleres) "con bajos salarios tenían que hacerse ayudar, preferiblemente con trabajo infantil y de otras mujeres, debido a la competencia del extranjero".
Si bien había algunas escuelas gratuitas gestionadas por iglesias, su asistencia era irregular. También era común pagar a un maestro particular para que alfabetizara a los niños, algo costoso para una familia de escasos recursos que vivía al día y cuyos miembros, en muchos casos, tampoco habían tenido acceso a la escolarización en su infancia.
A partir de 1844, comenzaron a proliferar más escuelas gratuitas, como las escuelas benéficas (ragged schools) creadas por Anthony Ashley-Cooper, séptimo conde de Shaftesbury (1801-1885), que enseñaban lectura, escritura y aritmética. Recién en 1870, en Inglaterra, se estableció la educación obligatoria para niños de entre 5 y 12 años.
Sin embargo, "al menos la mitad de los niños nominalmente en edad escolar trabajaban a jornada completa durante la Revolución Industrial" (Horn, 57).
La dura vida de los niños en las fábricas
Entre los siglos XVII y XIX, la Revolución Industrial tuvo un alto costo: el martirio de las infancias. Muchos niños enfermaron de las vías respiratorias, se deformaron las extremedidades o murieron debido a las condiciones insalubres de las fábricas y talleres donde trabajaban.
Con el auge de tales talleres, muchos niños huérfanos urbanos que vivían en workhouses (casas donde se acogía a personas sin recursos, como la que describe Charles Dickens en Oliver Twist) fueron trasladados a las afueras de las grandes ciudades, a suburbios industriales: zonas dominadas por fábricas, donde vivían entre el hollín, la contaminación y el hacinamiento.
De eso habló el reverendo Robert Collyer, quien trabajó entre los 8 y los 14 años en una workhouse:
En ese sentido, aquellos niños y niñas, huérfanos o con familiaspobres, quienes lograron encontrar un trabajo en las fábricas, minas de carbón o en el campo, no estaban protegidos por ningún sindicato —ya que aún no existían— ni por algún tutor que evitara el abuso psicológico o físico por parte de sus empleadores.
La vida laboral comenzaba, en promedio, a los 8 años, aunque hay fotografías que evidencian que muchos empezaban incluso a los 4. Después de jornadas de trabajo de hasta 14 horas, muchos niños y niñas caían rendidos sobre el suelo, y otros terminaban con enfermedades respiratorias por haber aspirado hollín.
En 1905, un sacerdote de Appenzell-Rodas Exteriores, escribió acerca de la vida de estos niños trabajadores, cuya sobrecarga de trabajo los llevaba a "estar cansados, somnolientos, mental y físicamente debilitados. Esto provoca que estén dispersos, distraídos y sin mostrar ningún interés".
Debían soportar el tedioso trabajo forzoso y una ronda interminable de amenazas y castigos físicos si no cumplían con la tarea para la que habían sido contratados.
En una encuesta realizada en 1833, se descubrió que el 95% de las tácticas empleadas con los niños obreros eran negativas: el despido inmediato representaba el 58%, solo en el 4% de los casos se recompensaba económicamente un trabajo bien hecho, y apenas en el 1% se concedía un ascenso o aumento de sueldo.
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