CÓRDOBA. Tras la doble victoria en Córdoba (provincial y municipal), el gobernador electo de esa provincia, Martín Llaryora, lanzó el llaryorismo, comprendido como un nuevo movimiento del PJ cordobés con una fuerte impronta de recambio generacional. El proyecto evolutivo ya se venía trabajando hace algunos años por la avanzada edad de algunos dirigentes del oficialismo provincial.
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Naturalmente, Llaryora ya contaba con ser el sucesor del líder del PJ cordobés, Juan Schiaretti. Ello conllevaba una cuota de poder muy importante, siendo un gran salto para el actual intendente de Córdoba Capital.
Sin embargo, lo que Llaryora no imaginó a la hora de asumir en Córdoba el 10 de diciembre de 2019 fue que, al final de su mandato, tendría posibilidades de plantearse no solo como el líder de su llaryorismo, sino también como uno de los peronistas mejor plantados en un país donde el peronismo quedó al mando de Nación. Un escenario que avizoraba mucho más allá de las fronteras del 2027.
El factor que aceleró su proyección fue encarnado por Javier Milei. El economista y candidato a presidente se quedó con las PASO, sorprendió a todos y reconfiguró el tablero en el que Llaryora avanzó varios casilleros de golpe.
Esa suba en la cotización de un dirigente como el cordobés se vio reflejada, una vez más, el domingo por la noche con las elecciones provinciales santafesinas. Allí, el candidato de Juntos por el Cambio, Maximiliano Pullaro, se quedó con la gobernación en un comicio aplastante contra un peronismo desmenuzado y un socialismo acorralado por el narcotráfico.
Así, Santa Fe confirmó la caída de otro oficialismo, al igual que lo sucedido en otras provincias. San Juan, Santa Cruz, Neuquén y San Luis fueron tan solo algunos ejemplos de recambio en los mandos provinciales.
Con esa tendencia en el radar, desde Córdoba consideraron que el gobernador electo fue un verdadero oasis en el desierto peronista a nivel nacional. Una de las pocas provincias donde el PJ no quedó pegado a las impericias de Nación.
En ese sentido, Llaryora tendría cada vez más firme su decisión de no avanzar con la apoyatura explícita a ningún espacio más allá de octubre. Hasta las generales, el ganador de Córdoba acompañará a su mentor Schiaretti en su aventura presidencial.
Para un potencial noviembre, el nuevo gobernador podría tener por delante un escenario con un kirchnerismo en jaque. Y con ello, mucho espacio para ocupar el amplio campo peronista que quede vacío.
En Córdoba, el oficialismo proyecta con paciencia darle continuidad a la prolijidad de la gestión schiarettista, incluyendo cambios que transformen surgidos del llaryorismo. Una receta que conduciría a mantener una tasa de éxito firme y un pergamino muy importante de cara al próximo período.
De esa manera, la expectativa sobre las “acciones” de Llaryora en 2024 es de alta cotización. Viajando ligero sin el peso doctrinario, el nuevo y joven gobernador de Córdoba será un protagonista obligatorio.
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