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Juan Domingo Perón en Paraguay: Una historia para perucas y gorilas

20/09/1955, Juan Domingo Perón inició en Paraguay su largo exilio. Lectura no sólo para peronistas sobre la Argentina de la grieta.

El domingo 11/09/1955, el general Eduardo Lonardi asumió la jefatura de la conspiración contra el presidente Juan Domingo Perón. El 16/09/1955 un reducido grupo del Ejército, bajo la conducción del Lonardi, ocupó la Escuela de Artillería en la ciudad de Córdoba y comenzó la sublevación, que crecería con el correr de las horas y los días. A las 8:00 del miércoles 20/09/1955, Perón partió del Palacio Unzué o Quinta Unzué, en la Ciudad de Buenos Aires, su residencia oficial, hacia las oficinas de la embajada de Paraguay, en Viamonte 1851. Luego llegó el embajador Juan Chávez y, por seguridad, trasladó a Perón y su gente a la residencia de Virrey Loreto, en el barrio de Belgrano. Más tarde, Chávez sugirió instalarse en la cañonera 'Paraguay', en el dique A de Puerto Nuevo. Comenzaba el exilio que duraría hasta el 17/11/1972. En 2024, luego de gobernar 17 de los recientes 22 años (28 años de los 41 que lleva la democracia recuperada), el peronismo es oposición, carece de dirigentes que provoquen consensos y necesita una normalización institucional, quedando pendiente una profunda autocrítica que le permita iniciar la reconstrucción de un legado, definir herramientas y planificar objetivos que lo reconcilien con las masas. Pero es difícil mirar hacia el futuro sin recordar el pasado. Somos, en parte, lo que fuimos. El abogado Julio César Aráoz y el politólogo Luis Calviño elaboraron un recordatorio de los acontecimientos del 20/09/1955. Juan Perón salió hacia Paraguay pero no permaneció mucho tiempo en ese país porque su presencia le incomodaba a Alfredo Stroessner. Pero Perón se aferró a lo disponible antes de dar el siguiente paso: pragmatismo total. En 1955, la Argentina llevaba ya varios años de intolerancia, que continuó muchos años más. Hoy día sobrevive en la llamada 'Grieta', que impide cualquier triunfo electoral de las banderas de pacificación nacional. Desencantado, escéptico, impotente, el ciudadano vota según su enojo. El error lleva a otros errores y así permanece la sociedad sin prosperar, aniquilando la movilidad social ascendente, consumiendo sus recursos y dilapidando todas las expectativas.

Vamos al texto de Julio César Aráoz y Luis Calviño:

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El general Juan Domingo Perón trepó a la cañonera 'Paraguay' tratando de no perder el equilibrio. Lo recibieron los oficiales a cargo de la nave, quienes -tras los saludos de rigor- le aseguraron que estaría protegido por el personal de a bordo. Perón agradeció y pasó a su camarote.

Así se iniciaba la breve estadía de Juan Domingo Perón -hasta hacia unas horas Presidente de la República Argentina- en la cañonera de bandera paraguaya, nave insignia de la marina de la hermana nación, bautizada con el nombre del país vecino.

En un principio, Perón se había asilado por unas horas en la Embajada de la República del Paraguay, desde donde partió hacia la cañonera. Era el 20 de septiembre de 1955 y permanecería en la nave hasta el 2 de octubre del mismo año, en que emprendió viaje hacia Asunción.

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Perón llega a la cañonera

En la lluviosa e inhóspita mañana del 20 de septiembre, Perón, acompañado por el mayor Alfredo Máximo Renner y el mayor Cialceta y portando un mínimo equipaje, se había dirigido a la Embajada de la República del Paraguay, por entonces en la calle Viamonte casi esquina Callao.

Según Joseph Page, Perón le había expresado a su mayordomo, Atilio Renzi, a las dos de la mañana: “Me voy, Renzi… Ta van dos noches que no duermo y veo que no hay nada más que hacer… No quiero que se derrame más sangre ni que esos insensatos hagan desaparecer el gasoducto y la destilería de petróleo que tantos pesos han costado".

El embajador, doctor Juan Ramón Chávez, había hablado previammente con el general Perón, ofreciéndole cobijo. Luego, en el automóvil de Chávez (quien se había trasladado rápidamente a la cancillería de la embajada), se dirigió a la cañonera 'Paraguay', amarrada en Puerto Nuevo.

Se dice que la idea de poner al general Perón en la cañonera fue del embajador Chávez, quien juzgó que era mucho más sencillo defenderse desde la nave contra eventuales ataques de los antiperonistas.

Según el testimonio del Capitán de Fragata retirado Andrés Samudio, el jefe de la tripulación era el por entonces Teniente de Navío, César Cortese, (quien culminara su carrera como Comandante de la Armada del presidente paraguayo, Alfredo Stroessner). La nave se hallaba lista para ingresar a la dársena de reparaciones cuando arribó Perón, en una pequeña embarcación que tenía al mando al entonces soldado José Olitte (de la Armada Paraguaya) y que sería más adelante un destacado comediante en nuestro país.

El general fue recibido por la tripulación formada en cubierta, la que le tributó los honores correspondientes por tratarse de un ciudadano honorario del Paraguay y de un general de su ejército.

Es que Perón, un año antes, había devuelto a los paraguayos los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza (1863-1870) en una clara muestra de amistad y fraternidad latinoamericana.

Cuando hizo entrega de dichos trofeos, Perón pronunció un célebre discurso en la Plaza Juan de Salazar el domingo 16 de agosto de 1954. “Vengo como un hombre que viene a rendir homenaje al Paraguay en el nombre de su sagrado Mariscal Francisco Solano López y hago llegar el abrazo del pueblo argentino a esta Patria tan respetable y tan querida. En nombre de esa amistad y de esa devolución del pueblo argentino, pongo en manos del mandatorio de este pueblo, como las reliquias, el testimonio de nuestra hermandad inquebrantable”.

El propio Stroessner se manifestaba amigo del general Perón y debió atender las peripecias vinculadas con su asilo de manera muy especial; por un lado, a Stroessner le interesaba sobremanera mantener las relaciones con el nuevo gobierno argentino -en un juego de presiones por parte de Brasil- y por otro, sentía que debía garantizar la vida del Presidente depuesto.

Apenas ingresado a la cañonera y tras los saludos de rigor, Perón fue guiado hasta la cámara del capitán de la nave, donde se instaló durante su permanencia en el buque. Allí dispuso de una mesa de trabajo donde -sin pérdida de tiempo- escribió sus primeras impresiones sobre los días que acababa de vivir, y los que, según el propio Perón, fueron “los más tristes de su existencia”.

Hay testimonios de miembros de la tripulación de la cañonera que revelan a un Perón que, de a poco, recobró su vitalidad y su proverbial simpatía. Esas descripciones contrastan con la imagen que de él guardó el por entonces Ayudante Naval de Segunda, Andrés Samudio: “Se lo veía muy angustiado al hombre. Se le veía totalmente julepear. Tenía esas várices en la cara, pero también nos contó que no dormía desde hacía 4 ó 5 días (el golpe militar se había iniciado el 16 de septiembre y Perón renunció el día 19). Su cara era como de un hombre recién salido de la sala de operaciones de un hospital. Tenía grandes ojera. Se le notaba muy flaco y demacrado…(...)... Al principio actuaba como un autómata…

Joseph Page relata, en cambio, que: “Perón se adaptó cómodamente a la rutina de la cañonera… Comía con los tripulantes y tenía buena relación con ellos.”

Aparentemente y sin mayores opciones a la vista, Perón repartía su tiempo entre charlas y reuniones con la tripulación, una radio a la que le dedicaba una porción importante de sus días y a través de la cual seguía los acontecimientos subsiguientes a su caída y -tal como se dijo- las primeras páginas con las impresiones que el golpe militar le había causado.

Andrés Samudio dice que Perón no mostró excesiva camaradería para con los tripulantes de la cañonera. A él le dejó un tarjetón en el que expresaba: “En recuerdo de un gran placer en mis días más tristes. Buenos Aires, 24 de septiembre de 1955.

Al día siguiente de su ingreso a la cañonera, volvió al buque el embajador Chávez, en compañia del Agregado Militar de la República del Paraguay, general Demetrio Cardozo, quien era amigo y compadre de Perón, y que portaba unas valijas con efectos personales que le había entregado el mayor Renner.

Chávez le detalló a Perón sobre sus tratativas con el gobierno militar para lograr el asilo politico y garantizar la vida del ex Presidente, quien dejaría el país munido de un salvoconducto. El embajador le reveló que aunque todas las seguridades le fueron concedidas, no se podía descartar la posibilidad de un atentado, habida cuenta la efervescencia existente y la amenaza de los comandos civiles.

Con fecha 21 de septiembre se dio a conocer un comunicado en el que las nuevas autoridades argentinas dicen: “La Junta Militar, en virtud de la autoridad que asumiera a continuación de la renuncia presentada por el Excmo. Señor Presidente de la Nación, ha llegado a un total acuerdo con el comando de la oposición, aceptando los puntos estipulados con sus representantes. El día 22 de septiembre se hará cargo del gobierno provisional el general de división retirado, don Eduardo A. Lonardi”.

Lonardi ya conocía personalmente a Juan Domingo Perón, con quien compartió una accidentada estadía en la República de Chile. En 1936 Perón, como Agregado militar argentino en el suelo chileno, habría establecido un sistema de espionaje que fue detectado por las autoridades del país trasandino. Perón y el por entonces mayor Lonardi fueron forzados a abandonar Chile, según se difundió pocos años más tarde.

En la noche del 23 de septiembre, un oficial argentino -previamente obligado a dejar su arma- se presentó en la nave y manifestó al comandante que existía el rumor de que Perón hablaría por radio a la población. Si ello sucedía, el barco sería atacado. El marino paraguayo le respondió en dos etapas. En primer lugar, le explicó que la nave carecía de equipos para transmitir a tierra firme; en segundo lugar, le dijo con firmeza, cualquier agresión sería repelida.

Una compañía de infantería se apostó, amenazante, frente a la nave paraguaya. Preventivamente, la cañonera fue alejada del muelle y su tripulación se aprestó a repeler un ataque que nunca se produjo.

Por fin, el 24 de septiembre, el gobierno provisional da un comunicado: “En forma terminante, el Gobierno Provisional ofrece toda clase de garantías al ex Presidente de la Nación, general Juan domingo Perón, embarcado en una nave militar perteneciente a un país amigo y en donde ha buscado asilo voluntario”.

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Rumbo a Asunción

Las tratativas sobre el medio que emplearía Perón para dirigirse al Paraguay eran confusas. La nave 'Humaitá', gemela de la cañonera, había arribado y se hallaba lista para zarpar, pero las autoridades argentinas quería evitar movilizaciones a lo largo del curso fluvial a favor del gobierno caído. Claramente, temían sublevaciones populares que derivaran en conmociones decisivas.

Stroessner asistía a estas negociaciones con intranquilidad, dado el doble objetivo mencionado. El nuevo canciller argentino, Mario Amadeo, resultó una pieza clave en las nerviosas tratativas: puso a disposición del general paraguayo Cardozo un avión para que se traslade a su país y consulte al presidente Stroessner. Así lo hizo y el Presidente paraguayo dispuso el envío de un hidroavión del tipo Catalina, para que Perón fuese llevado a destino.

Por fin, el 3 de octubre en horas de la madrugada y ultimado el acuerdo entre ambos gobiernos, levanta vuelo desde Asunción el Catalina PBY-T 29, tripulado por el capitán Leo Nowak (quien era el piloto personal de Stroessner), el teniente Angel Souto y el subteniente Edgar Usher.

Arriban cerca del mediodía y acuatizan en las cercanías de la cañonera, sorteando serias dificultades climáticas que casi comprometen la operación.

Desde la cañonera se despacha un chinchorro que se aproxima al hidroavión. En él viaja Perón, a quien acompañan el canciller Amadeo, el embajador Chávez, el general Cardozo, el mayor Cialceta y el capitán de navío Barbita. El ministro Amadeo, cumplimentando los compromisos asumidos, entrega a Perón el salvoconducto, y el exPresidente se dispone a ubicarse en la aeronave. Entonces, una súbita ola amenazó la estabilidad del general, quien fue auxiliado por Amadeo.

El relato del despegue trasunta las dificultades que debió enfrentar Nowak y los temores de Perón. “Tomé ubicación en el hidroavión que bailaba, impaciente, sobre el lomo de las olas. El agua penetraba en la cabina y embestía con violencia el puesto de los pilotos. Esperamos a que el viento calmase algo. De repente sentí los motores bramar con furia sobre mi cabeza. El piloto enfiló hacia el mar abierto, pero el avión luchaba contra la corriente sin poder despegar. Parecía que estuviese pegado al agua. Seguimos flotando por dos kilómetros, después de los cuales se levantó unos metros pero volvió a caer súbitamente y con violencia sobre el río encrespado. El piloto no se desanimó, volvió a intentar el despegue y a poco rozamos los mástiles de una nave y finalmente pudimos emprender viaje."

Sabido es que a Perón le disgustaba profundamente volar, y mucho más con semejantes condiciones climáticas.

Sorteadas las dificultades, Perón contempla por última vez en 18 años la ciudad de Buenos Aires. En aproximadamente cinco horas arribará a Asunción.

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Juan Domingo Perón y Alfredo Stroessner tenían una relación amistosa. 

Juan Domingo Perón y Alfredo Stroessner tenían una relación amistosa.

Repercusiones en Paraguay

En círculos políticos paraguayos se veía con aprehensión el tema del asilo al ex presidente Perón. Desconfiaban que éste violara la veda política y temían que tratara de reorganizar sus fuerzas desde Asunción, lo que traería consecuencias en materia de política internacional.

Según un cable de la Embajada de Estados Unidos, el Subsecretario de Estado, Ramírez, había manifestado que el otorgamiento del status de asílo político era “una cuestión desagradable”.

Uruguay y brasil manifestaron idénticas reservas respecto de la conducta a esperar del general Perón. El resultado: cohesionaron la opinión properonista en Paraguay. Sin embargo, no se registró ninguna movilización en suelo paraguayo.

A todo esto, Chávez había favorecido la salida de Perón vía aérea, pero Lonardi expresó que sería complicado trasladar al general depuesto hasta algún aeropuerto, ya que temía desórdenes.

Así, Perón fue transportado hasta Asunción por el vuelo piloteado por Leo Nowak. El hidroavión fue escoltado por dos aviones de la Fuerza Aérea Argentina durante un buen tramo y luego dos aviones paraguayos hicieron lo propio. Dato a destacar: en una de esas aeronaves como copiloto estaba el presidente Stroessner, quien -al arribo de Perón- optó sin embargo por delegar el recibimiento en altas autoridades de su gobierno.

Perón se alojó en la residencia de un empresario argentino, Ricardo Gyol, ubicada en la avenida Mariscal López, muy cerca de la Embajada de los Estados Unidos. El cable de esa delegación a Washington reporta que, si bien no hubo manifestaciones populares, la gran cantidad de automóviles que se dieron cita para ver a Perón motivaron que durante varias horas el tránsito estuviera cortado en las cercanías de la casa que habitaría en Asunción.

Apenas instalado en la casa de Gayol, Perón otorgó una prolongada y exclusiva entrevista al corresponsal de United Press, que luego se supo era el hermano del embajador Chávez. Perón desplejó sus argumentos, explicó las razones por las que creía había sido derrocado y auguró un pronto retorno a la Patria. Inmediatamente el gobierno argentino envió una nota de protesta por la incursión en temas abiertamente políticos por parte del asilado.

Perón repetiría sus reuniones con periodistas violando la veda política que le imponía su carácter de asilado. Entre ellas, cabe destacar la mantenida con el corresponsal de Associated Press, Aníbal Argüello, la que costó varios días de prisión al periodista.

Page reporta: “Perón disfrutó su permanencia en casa de Gayol. Estaba de buen ánimo, bebía café constantemente y volvió a fumar.”

Pronto, y debido básicamente a los reiterados contactos con la prensa, Perón debería dejar la residencia de Gayol y sería internado en una quinta en medio de serranías boscosas cercana a Villa Rica, localidad situada a 160 kilómetros de Asunción y propiedad del político colorado Rigoberto Caballero.

Desde allí partiría a Panamá, nuevamente con Leo Nowak como piloto. En uno de sus cables, la Embajada consigna: “El expresidente Perón, de Argentina, salió del Paraguay en fecha 2 de noviembre en un avión paraguayo con rumbo a Nicaragua. Funcionarios del gobierno, Incluyendo al Presidente Stroessner, se sienten, obviamente, aliviados.”

Culminaba así Perón su estadía en suelo paraguayo y se iniciaba la segunda etapa de su prolongado exilio.

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