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PROBLEMA GLOBAL

Daño colateral de la pandemia: La resistencia a medicamentos

La crisis de la pandemia ha llevado a los profesionales de la salud a priorizar las vidas. Pero la resistencia a medicamentos es uno de los daños colaterales.

Durante los picos de COVID-19, médicos y enfermeras hicieron esfuerzos enormes por salvaguardar la vida de los pacientes y protegerse a sí mismos con diversas medidas. Pero estos esfuerzos de la pandemia traen un daño colateral, que es el aumento de la resistencia a medicamentos.

Según Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses, este incremento se debe, en parte, a que las bacterias con resistencia a medicamentos prosperaron en equipos de protección reutilizables, vías intravenosas y otros equipos médicos como ventiladores utilizados en la pandemia.

Las infecciones que resultan de la prueba de diversos tratamientos sin efecto, se han convertido en los últimos años en un problema urgente.

De hecho, para la Organización Mundial de la Salud (OMS), la resistencia a los antibióticos es una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo.

Los antibióticos son medicamentos utilizados para prevenir y tratar las enfermedades causadas por bacterianas. Pero la salud de las personas se ven afectadas su las bacterias mutan en respuesta al uso de estos fármacos.

De acuerdo a la OMS:

Son las bacterias, y no los seres humanos ni los animales, las que se vuelven resistentes a los antibióticos. Estas bacterias farmacorresistentes pueden causar infecciones en el ser humano y en los animales y esas infecciones son más difíciles de tratar que las no resistentes Son las bacterias, y no los seres humanos ni los animales, las que se vuelven resistentes a los antibióticos. Estas bacterias farmacorresistentes pueden causar infecciones en el ser humano y en los animales y esas infecciones son más difíciles de tratar que las no resistentes

Los gérmenes se aprovechan en particular de las personas mayores y los inmunodeprimidos para propagarse, limitando las opciones terapéuticas para contrarrestarlos. En casos extremos puede dejar al equipo médico sin tratamientos efectivos.

En el mundo pre-pandemia, se venían realizando enormes esfuerzos frenar el crecimiento de estos microbios nocivos.

Sin embargo, llegó la COVID-19 y todo esfuerzo se enfocó en detener la transmisión del virus y sus mutaciones.

Los CDC consideran que las prácticas más conocidas para detener la propagación de la resistencia a medicamentos fueron ignorados o desplazados ante una amenaza mayor.

Las infecciones del torrente sanguíneo resistentes a los medicamentos en los hospitales aumentaron un 47% en el último trimestre del 2020 en Estados Unidos, en comparación con el mismo período del año anterior.

El lamentable golpe se dio luego de haber logrado que, en los primeros tres meses de 2020, tales infecciones hayan caído casi un 12% en comparación con el mismo período del año anterior.

A pesar que no hay datos análogos en Argentina, la tendencia es la misma en todo el mundo pre y post pandemia.

Las recomendaciones de la OMS para disminuir el impacto de la resistencia a medicamentos, son:

  • Tomar antibióticos únicamente cuando los prescriba un profesional sanitario certificado.
  • No pedir antibióticos si los profesionales sanitarios dicen que no son necesarios.
  • Seguir siempre las instrucciones de los profesionales sanitarios con respecto al uso de los antibióticos.
  • No utilizar los antibióticos que le hayan sobrado a otros.
  • Prevenir las infecciones lavándose frecuentemente las manos, preparando los alimentos en condiciones higiénicas, evitando el contacto cercano con enfermos, adoptando medidas de protección en las relaciones sexuales y manteniendo las vacunaciones al día.
  • Preparar los alimentos en condiciones higiénicas tomando como modelo las cinco claves para la inocuidad de los alimentos de la OMS (mantener la limpieza; separar alimentos crudos y cocinados; cocinar completamente; mantener los alimentos a temperaturas seguras; y usar agua y materias primas inocuas), así como elegir alimentos para cuya producción no se hayan utilizado antibióticos con el fin de estimular el crecimiento ni de prevenir enfermedades en animales sanos.

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