El 2025 será un año fundamental para que Argentina se adentre (o no) en el negocio de la energía nuclear a nivel global. En medio de un “boom” de desarrollo de alternativas energéticas con la minería y el sector petrolero a la cabeza, el país podría inaugurar una nueva materia que hasta ahora fue poco explotada.
En ese sentido, el Gobierno nacional presentó recientemente el Plan Nuclear Argentino, que sentó las bases para la construcción de Atucha III y diversos reactores en lo que representaría la cuarta instalación de energía atómica del país (Atucha I, II y Embalse). Dicho proyecto se basa en la esperanza de la llegada de inversores privados para el desarrollo mencionado y un retorno basado en impuestos para el Estado.
Sin embargo, y por fuera del plano estatal, existen otros proyectos que también buscan financiación activamente y que podrían acelerar el ingreso argentino al mercado mundial nuclear. Uno de ellos es el de Nuclearis, compañía que recientemente presentó al público su proyecto N1, un reactor compacto o microreactor que plantea una solución innovadora a los desafíos de transporte de la energía atómica.
De hecho, el nivel de innovación del N1 sería tal que ya despertó interés en todo el mundo, siendo destacado como una de las promesas revolucionarias de los próximos años en el campo de la energía nuclear.
Argentina y los reactores compactos
En concreto, el N1 es un reactor cápsula que congrega todos los componentes necesarios en pocos metros cuadrados, lo que permite su transporte e instalación a menor coste. Además, es potencialmente combinable con otras unidades similares, pudiendo multiplicar la potencia en caso de ser necesario.
Técnicamente, el N1 es un reactor de agua presurizada capaz de generar 17 mega watts. Así, una sola unidad sería capaz de brindar energía eléctrica a una ciudad mediana tipo del interior del país, rondando los 50.000 habitantes.
Por otra parte, el invento argentino se destaca por no depender del agua para la refrigeración del reactor. Así, el N1 rompería la barrera histórica a nivel geográfico de la instalación de reactores cerca de cursos de agua para la refrigeración, eliminando buena parte de los riesgos de contaminación.
Además, la vida útil del N1 también sería una ventaja. Según Nuclearis, el invento podría tener una vida media sin mantenimiento de entre 20 y 30 años hasta la necesidad de cambiar el combustible nuclear.
Con esos y otros beneficios previstos, Nuclearis salió al mundo en busca de financiación para su proyecto, instalando oficinas en distintos países como Estados Unidos y China. Según una estimación de la empresa en anticipo a El Cronista, el modelo inicial tendría un costo estimado de 500 millones de dólares, lo que podría reducirse a medida que pasen las etapas de producción.
De esa manera, la entrada de Argentina al negocio nuclear podría estar cerca. Más aún teniendo en cuenta que desarrollos como el N1 provienen de mentes locales, formadas y empleadas en el país.