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Netflix y el debate de los antihéroes: El arte imita la vida

No es casual el éxito de series que poseen protagonistas cuyos motivos distan de ser nobles y Netflix ha estado explotando anti héroes en nuestras narices

En este último tiempo, Netflix fomentó una tendencia que se hizo masiva a distintos productos audiovisuales: Series como Breaking Bad y Better Call Saul abrieron la puerta de exploración del anti heroísmo, una redefinición del clásico periplo, muy diferente a como se venía haciendo, cuyos protagonistas no son exactamente movidos por motivos nobles. Pero, ¿A qué se debe esto?

Lejos quedaron las morales intachables de figuras dispuestas a entregarse por una causa superior. Ahora, cada producto sacado por las plataformas de streaming presentan al menos una (sino es que varias) personas con contradicciones, vicios e imperfecciones, en cuya vida hay dignidad y villanía por iguales dosis.

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La tendencia de Netflix por los personajes conocidos como anti héroes no es casual, responden al contexto social que vivimos

La tendencia de Netflix por los personajes conocidos como anti héroes no es casual, responden al contexto social que vivimos

Breaking Bad es el ejemplo aristotélico por excelencia, porque presenta a un protagonista cuyas motivaciones distan de ser nobles o admirables, de la misma forma que Saul Goodman, es en igual medida, el típico arquetipo de antihéroe. Si los llevamos al momento en que fueron creados, vemos que responden a la cultura de relativismo en la que vivimos, ya que a la era de la posverdad no le importa lo que el sujeto sea, sino cómo se autopercibe.

A principio de siglo, asi como si de un vaticinio se tratara, el filósofo Max Weber adviertía que el progreso indefinido de la sociedad conduce a un mundo desencantado, desprovisto de moral, y esto podía reflejarse a nivel cultural. No es sorpresa que durante el 2019, la película sobre al antagonista más icónico de Batman, Joker, lo muestre desprovisto de su eterno némesis, es allí que se trastoca su identidad hasta convertirla en un humanizado anti héroe, justificadamente resentido con un sistema deficiente que le ha fallado.

Oliver Alonso, Catedrático de Economía aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, explica desde hace un tiempo que el paradigma geopolítico vigente, prepondera una redistribución de la riqueza inequitativa, tendiente a favorecer cada vez más a los ricos, dejando a un grueso de la población en una situación de profunda desigualdad y precarización.

Históricamente, las situaciones de desigualdad han traído como respuesta cultural a personajes que reflejan las circunstancias en las que son creados, como es el caso de Harry el sucio o The Punisher en la década de los '80, durante los disturbios neoyorkinos.

Ahora, posicionándose desde un terreno globalizado, no es sorpresa que las métricas de los estudios coincidan en cimentar personajes con tales características, porque la realidad del consumidor prácticamente se los exige, sobretodo tras pasar por una pandemia mundial que se encargó de profundizar la brecha socioeconómica de las poblaciones, en el ya desencantado mundo que profetizaba Weber a principio de siglo XX.

Antihéroes: Ser o no ser, pero el dilema no es ese

El autor Alfonso Freire, expone la fascinación de las audiencias por los antihéroes en su libro Los antihéroes no nacen, se forjan, explica que los basamentos de los antihéroes son un fenómeno contemporáneo, consecuencia o parte del legado cultural de las debilidades, abusos, brutalidades y excesos de los héroes clásicos, y por tanto, son hijos de su época.

Por tanto, en tiempos tan globales y tan convulsos como los que preceden en el espejo global, la proliferación de figuras como Saul Goodman o Walter White no son una sorpresa sino una reaccion esperable con el cambio cultural.

Los personajes de este estilo abren una discusión incómoda que antes abrían las tramas: ahora, los personajes se encargan de reflejar la vida a través de sus acciones, las tesituras del anti héroe se despliegan como una forma de entendimiento social. Así como en la vida, el arte tampoco tiene por qué terminar bien con el triunfo de la Justicia.

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