M. Night Shyamalan goza de un camino errático en el cine: Tras haber tenido un éxito descomunal con Sexto sentido, había dejado la vara muy alta, pero sus películas subsecuentes vivían a la sombra de lo que había logrado con el niño que veía gente muerta. Ahora, tras años de historias correctas o detestables, devuelve al público toda esa espectativa acumulada con Llaman a la puerta.
RECOMENDACIONES
Del director de Sexto Sentido: Nueva película furor en cines
"Llaman a la puerta" devuelve al éxito al director de Sexto Sentido, M. Night Shyamalan, con su fórmula ganadora: Película pequeña, giros de trama enormes
Wen, la niña de la historia, introduce en un tarro de cristal el saltamontes que acaba de capturar. Le habla, como si éste pudiera entenderla, y le explica que lo coloca junto a otros saltamontes para así poder ver cómo se comportan. Poco después, un grupo de extraños surgen del bosque y obligan a la pequeña a refugiarse con sus padres en la cabaña donde están pasando unos días de vacaciones.
Hasta ahora, nada que otras películas estilo home invasion no celebren, pero el primero de muchos giros de trama se hace presente: Estos personajes portan armas y se ven atemorizantes, pero lejos están de querer matar, violar o torturar a los inquilinos, sino todo lo contrario. Vienen a salvar el mundo, o al menos, eso dicen ellos.
La trayectoria de M. Night Shyamalan tiene una marcada caligrafía visual, mantenida intacta en sus 4 largometrajes posteriores al gran hit de Bruce Willis y Joel Osment, pero sus códigos genéricos comenzaron a tomar rumbos diferentes: Mientras los espectadores lo consideraban un director de películas de terror, el joven hindú transitaba el cine de superhéroes, la ciencia ficción estilo años cincuenta y el cuento de hadas.
Por eso, ya en El protegido se inició un progresivo divorcio entre el director y su público, que acudía a ver películas que, sencillamente, no eran las que Shyamalan quería hacer.
La dama en el agua culminó ese camino de desafección al renunciar al otro elemento acuñado en la película de fantasmas de Willis, y que (este sí) se había mantenido en los filmes sucesivos: El famoso giro final de sus guiones. La subestimada película de ninfas acuáticas de Shyamalan lo vivió todo, desde el fracaso de crítica hasta el repudio del público.
Llaman a la puerta: El acercamiento de Shyamalan con el público
Incapaz de reverdecer los laureles del terror, comenzó la travesía de un autor aparentemente desnortado por los defenestrados blockbusters de The last airbender, que parecían estar destinados a sepultar su carrera de leyenda instantánea.
Sin embargo, había una luz al final del túnel, y con La visita aprendió, por lo menos, dos lecciones. En primer lugar, que si quería seguir jugándosela con propuestas poco convencionales, lo más sabio era reducir su escala (y coste), asegurándose así la rentabilidad de cada nuevo film. En segundo, que si el público esperaba de él películas de terror y suspenso, ¿Quién era él para llevarles la contraria?
Llaman a la puerta se asienta confortablemente en esta última etapa de su cine: Películas de suspenso, con planteamientos de gran fuerza conceptual desarrollados en un entorno pequeño y manejable. Escenarios muy claramente acotados (un lago, una cabaña) con pocos personajes.
De ahí reside la fuerza, del muy olvidado arte de hacer un guión interesante que cimente y estructure una historia pequeña pero espectacular a la vez. Porque es difícil embotellar el apocalipsis con una cabaña en el medio del bosque, aunque también resulta inesperado pero refrescante poner el ojo sobre los individuos que conforman las historias, en lugar de abrir el plano para forzar una grandiosidad superflua.
Como la pequeña Wen observa a sus saltamontes, Shyamalan pega su cámara-lupa a los personajes, poniendo en ellos el foco de su reflexión. Mantiene su buen trazo a la hora de narrar con fluidez, con tensión, construyendo poco a poco un artefacto narrativo implacable, apoyado en una cuenta atrás demoledora y sangrienta.
Llaman a la puerta: La fe de los saltamontes
En todos sus aspectos formales, pues, la película funciona admirablemente. Es, sin embargo, su moraleja (porque todas las películas de Shyamalan son, en mayor o menor medida, fábulas) lo que resulta cuestionable.
El cine de Shyamalan siempre giró en torno de un puñado de temas muy concretos, como la incomunicación, la familia o la fe. Llaman a la puerta es, en ese sentido, una película absolutamente en sintonía con la filmografía de su autor, a pesar de estar adaptada desde una novela previa.
De hecho, es esta coherencia temática la que explica las radicales divergencias entre el final de La cabaña del fin del mundo, de Paul Tremblay, y su adaptación a la pantalla. Igual que sucedía en Fragmentado o El bosque, una de las cuestiones centrales del relato es la creencia en algo sobrenatural e intangible.
El centro de gravedad de la película radica justo en ese acto de fe, en el momento antes de dejarse caer al vacío desde la boca del león. Porque aceptar el apocalipsis, y (más aún) aceptar que éste puede evitarse con un sacrificio humano, es admitir la existencia de una entidad superior que juzga, que dicta sentencia, que juega con sus criaturas como un niño con un tarro lleno de saltamontes.
Más noticias de Urgente24
SuperPASO en el FDT: Scioli vs. Massa, pero otros se suman
Medicamentos: Cómo los laboratorios sortean el acuerdo