CÓRDOBA. La sequía vivida en la zona núcleo de la actividad agropecuaria en Argentina todavía no evidencia las consecuencias aún como lo hará en tan solo algunas semanas. En el campo, los productores aún se encuentran relevando el daño producido sobre los cultivos estivales que, tras tres años de falta de agua, comenzaron a sufrir un estrés sin precedentes en más de sesenta años.
Los daños percibidos en la etapa actual empapan, precisamente, a los trabajadores del agro, aunque tarde o temprano se trasladarán a las góndolas. Mientras tanto, los conteos son intangibles.
En ese sentido, Córdoba fue una de las áreas más afectadas. Con el maíz, la soja y el sorgo como principales protagonistas, la segunda provincia más poblada del país tuvo una sequía que golpeó muy fuerte la principal actividad económica.
Al respecto, según estimaciones de Bolsa de Cereales de Córdoba, la provincia perdió alrededor de 660 mil hectáreas de siembra de verano fruto de la falta de agua. Eso está compuesto por el 11% del área sembrada con maíz y el 8% de la soja sembrada.
Las áreas en “rojo” están especialmente centradas en el sur de la provincia, donde año a año se dan la mayor parte de las precipitaciones. Allí, los niveles de pérdida alcanzaron hasta el 30% de la siembra total, lo que implica un golpe potente para los productores del campo que apostaron a esta campaña.
Mirando hacia adelante, en Córdoba son optimistas respecto a los cultivos tardíos, que serán cosechados en los próximos meses. Esos productos se encuentran ahora en una fase crítica de crecimiento y, con las lluvias desatadas desde mediados de enero, podría salvarse buena parte de ese sector.
No obstante, lo pasado es pisado. La cosecha temprana fue completamente afectada y la gruesa tuvo serias dificultades para poder cumplir con mínimas expectativas.
El maní, un emergente golpeado
Además de los cereales tradicionales, Córdoba incursionó fuertemente en la producción de maní en las últimas décadas. De hecho, la provincia es una de las referencias de la región al respecto.
Y como todo cultivo joven, el maní sufrió especialmente la sequía. Con menor protección transgénica que otros cultivos, el maní perdió 6700 hectáreas de 250 mil, fruto de un fenómeno especial: el granizo.
De esta manera, el clima no pareció tener piedad con el campo, al menos hasta entrado enero. Ahora, con un ligero cambio de las condiciones en marcha, puede esperarse que el panorama mejore, aunque no lo suficiente como para levantar el aspecto general de la productividad de verano.
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