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PANORAMA

Albertismo en descomposición y el ministro presidenciable

Figuras del albertismo apuran acercamientos con el kirchnerismo. El regreso de Scioli, con miras a una revancha, pero con recelos. Postales de Los Ángeles.

Las últimas apariciones de Máximo Kirchner no son tan importantes por sus discursos llenos de lugares comunes e intentos fallidos de hacerlos graciosos como por los distritos en donde se desarrollaron. El hijo de Cristina Kirchner visitó esta semana los partidos de San Martín y Hurlingham, cuyos intendentes -en uso de licencia- son conspicuos laderos de Alberto Fernández. La presencia del líder de La Cámpora en los territorios de Gabriel Katopodis y de Juan Zabaleta resulta -a pesar de los esfuerzos por desmentirlo- un síntoma de la descomposición de lo que persistentemente llaman 'albertismo' que se aceleró en los últimos días a la misma velocidad con la que Fernández fulminó a Matías Kulfas. El proceso de regreso al redil kirchnerista para asegurarse retener sus municipios no sería así de reciente para aquellos ministros nacionales, pero el veloz abandono del Presidente de su otrora ministro de Desarrollo Productivo y más cabal representante de su pensamiento económico generó entre los miembros del gabinete un súbito sentimiento de orfandad que apuraría esas medidas defensivas. No saben qué les deparará el futuro con un Fernández que no demoró nada en alinearse con su Vice a la hora de desplazar a una de sus manos derechas.

Katopodis podrá alegar que su invitación al presidente del PJ bonaerense a San Martín no tiene otro trasfondo que una relación que en su entorno califican de inmejorable. Pero el intendente en uso de licencia tiene un extenso historial de saltos ornamentales entre los distintos espacios del peronismo. Del kirchnerismo se fue al massismo, de allí al efímero randazzismo de 2017, para 2 años después retomar la alianza con Cristina Kirchner y Sergio Massa, ahora en un mismo conjunto. Zabaleta, en tanto, no estuvo en el acto en Hurlingham, pero previamente se supo que estuvo reunido con CFK para negociar los términos del regreso a su distrito. A diferencia de Katopodis, que dejó a su jefe de Gabinete a cargo del municipio, el ministro de Desarrollo Social tuvo que delegar el comando en un dirigente de La Cámpora con el que mantiene un enfrentamiento que se reflejó en las elecciones pasadas (donde los sectores amagaron a competir entre sí en las PASO) y la renuncia masiva de funcionarios zabaletistas al gabinete de Damián Selci, concejal en ejercicio de la intendencia y referenciado en el N°2 del PAMI, el romántico Martín Rodríguez. Dominado el municipio por los camporistas -lo que también tiene su correlato en el Concejo Deliberante- Zabaleta optó por ir con bandera blanca hacia Cristina Kirchner, que le habría dado luz verde a su retorno antes de fin de año. El poco futuro que promete Alberto Fernández, sin embargo, no habría sido el único motor de la necesidad de Zabaleta. También lo sería la desgastante la puja con las organizaciones sociales dentro del Gobierno. Zabaleta habría amenazado con renunciar si se le concedía al Movimiento Evita el ministerio de la Economía Popular. No se sabe si fue para retener a 'Juanchi' o por algún otro motivo que el Presidente terminó congelando ese proyecto.

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Máximos Kirchner, en San Martín junto a Katopodis, un ministro del albertismo.

Máximos Kirchner, en San Martín junto a Katopodis, un ministro del albertismo.

Esquirlas

Son caras de la crisis política que enfrenta Alberto Fernández cuyo principal distintivo es que no termina nunca. La precipitada salida de Kulfas desparramó nuevas esquirlas. Su carta de renuncia osciló entre la defensa de todo lo hecho y las criticas a los funcionarios del sector energético que responden a CFK. La respuesta llegó desde Enarsa, la renacida empresa energética cuyo nombre quedará asociado para siempre al escándalo. En una notable carta con tintes de panfleto partidario (eso sin mencionar los errores gramaticales, de tipeo y las imprecisiones) con membrete pero sin firma, la compañía dirigida por La Cámpora pareció tomar la voz de Cristina Kirchner para intentar rebatir los argumentos del exministro. No sólo eso, sino también condenar su gestión y acusar al Presidente de demorar el inicio del proyecto del gasoducto, cuando no le recrimina un "desfalco al erario público" por convalidar precios del gas -circunstancialmente- por debajo de los de mercado. Alrededor de Fernández prefirieron poner la otra mejilla. La única réplica provino del Grupo Callao, que podría describirse como el núcleo duro del Presidente. "Usar una empresa pública para pegarle al Presidente, haciendo pasar las críticas como si fueran al ex Ministro, es improcedente y bochornoso", disparó en Twitter Federico Martelli, miembro del grupo que coordina Santiago Cafiero y que también integra (¿integraba?) Matías Kulfas. Y sin nombrarlos apuntó Martelli a los funcionarios camporistas que "se aferran a los cargos de un gobierno en el que no creen".

La incesante tensión entre las facciones no pudo ser disimulada con la presentación del proyecto para gravar la "renta inesperada" generada por la disparada de los precios internacionales de los productos que comercia la Argentina. Tampoco tiene con qué. En vuelo a Los Ángeles donde participó de la Cumbre de las Américas el Presidente fue advertido de las bajas chances de que la iniciativa sea aprobada en la Cámara de Diputados por la obstrucción opositora. No es difícil imaginar un obstáculo similar que frene allí la media sanción que el oficialismo podría darle en el Senado a la ampliación de la Corte Suprema a 25 miembros, cuyo texto ingresó esta semana con las firmas de los leales a CFK. Sirvió como anticipo de ese poder de fuego opositor la aprobación del proyecto de boleta única, al que Máximo Kirchner ni siquiera se tomó el trabajo de argumentarle en contra. Más empeño le puso el hijo de la Vicepresidente en criticar a Daniel Scioli antes de que asuma la vacante que dejó Kulfas, lo que deja en claro cual es la posición de La Cámpora sobre la llegada del exgobernador bonaerense al Gabinete. ¿Será la misma que la de CFK?

Comunicado Energia Argentina 7 de junio.pdf

Ministro presidenciable

Scioli asumirá esta semana, tal como estaba previsto. Hasta ahora se mantiene como embajador en Brasil, donde ordena la transición. Justo en sus últimos días en Brasilia se produjo el primer mano a mano entre Alberto Fernández y Jair Bolsonaro. Ocurrió en la Cumbre de las Américas, luego de que el presidente argentino le recriminara a Joe Biden por la no invitación de 3 dictaduras: Cuba, Venezuela y Nicaragua. Fernández ni insinuó siquiera una crítica sobre las violaciones a los derechos humanos y políticos que se denuncian en esos países -algunas certificadas por la ONU- y se limitó a reprochar que no tuvieran representación en el foro californiano. Esto lo celebró Nicolás Maduro, lo cual, al mismo tiempo, habría sido festejado en la oposición. No hay nada que reconforte más a Juntos por el Cambio (especialmente a los 'halcones') que quede tan explícita la asociación entre el Gobierno y el chavismo.

La nueva composición del gabinete albertista trae aparejada una novedad: sale un ministro, entra un precandidato presidencial. Ya desde su oficina en Brasilia Scioli habría comenzado a delinear un proyecto que le dé revancha de la derrota en 2015 ante Mauricio Macri. El exmotonauta se envalentona cada vez que se reproduce en redes algún fragmento de aquel debate con el entonces candidato de Cambiemos, casi siempre con la misma leyenda: "Todo lo que advirtió Scioli después se cumplió". El ministerio del que tomará posesión en días resulta una buena vidriera para reflotar el perfil productivista que Scioli esgrimió en la campaña de 2015, cuando prometía "la continuidad con cambios". Es decir, intentar una senda de crecimiento, pero con las correcciones que se necesitaban. Aunque al final del proselitismo de aquel año prometió que el insostenible sistema de subsidios iba a continuar, todo lo contrario a cuando se inclinó a favor de una corrección tarifaria cuando era vice de Néstor Kirchner. La prehistoria.

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Alberto Fernández saluda a su par de USA, Joe Biden, en el marco de la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles.

Alberto Fernández saluda a su par de USA, Joe Biden, en el marco de la Cumbre de las Américas, en Los Ángeles.

Recelos

El arribo de Scioli al gabinete despierta algunos sin sabores. Ya lo expresó el hijo de la Vicepresidente en su última visita a Quilmes (para asistir a la intendente Mayra Mendoza, complicada judicialmente), cuando se quejó de que Scioli, durante la campaña había anticipado la conformación de su eventual gabinete. Para Máximo Kirchner esto resultaba "insólito", cuando en realidad no lo es. También Kirchner (Néstor), había anticipado, como estrategia electoral, la continuidad de Roberto Lavagna al frente del ministerio de Economía cuando faltaban 2 meses para celebrarse el balotaje, que finalmente no ocurrió por la deserción de Carlos Menem. Otro que estaría mirando con recelo la vuelta a Buenos Aires de Scioli es Sergio Massa, que tendría cuentas no saldadas con el todavía embajador. Muestra de ello sería la negativa de prestarle a uno de los suyos para que integre a su elenco. En este caso, el titular del BICE, José Ignacio de Mendiguren.

Más allá de que Massa mantendría viejos enconos con Scioli, el presidente de la Cámara de Diputados también encuentra en él un competidor por la candidatura presidencial oficialista. Temería que una postulación del exgobernador pueda ser más aglutinante en el peronismo que una suya. Hay un elemento bastante curioso en todo este asunto: si Scioli ingresa al gabinete fue porque Massa rechazó hacerlo. Fue antes de acompañar a Alberto Fernández a Los Ángeles. Hasta allá el affaire Kulfas persiguió al Presidente. Cuando fue consultado, reconoció la labor del exministro que por esas horas declaraba en tribunales por las sospechas de corrupción que se deslizaron desde su cartera, pero afirmó que cometió un error que él no soporta. "Hablar en off the record en contra de otros", dijo. Y agregó: "Es más, reniego de los que hablan en off" . Algún corresponsal argentino tuvo que contener la risa.

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