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INFORME

Los argentinos ya no creen en la Justicia: Los datos del diálogo en redes sociales lo confirman

La Justicia atraviesa una de sus peores crisis de credibilidad de todos los tiempos. Los argentinos no creen en ella y se quejan abiertamente en redes sociales.

La desconfianza hacia el Poder Judicial dejó de ser un sentimiento difuso para transformarse en un dato mensurable. En la conversación pública digital, la Justicia aparece hoy como uno de los actores institucionales con peor imagen y con mayor carga emocional negativa.

Lo que antes era una crítica sectorial -circunscripta a abogados, dirigentes o especialistas- pasó a instalarse como una preocupación transversal que recorre a todos los públicos.

Nadie cree en la Justicia

Según un análisis de Monitor Digital, la Justicia registró más de 7,1 millones de menciones en redes sociales en los últimos doce meses y se ubicó entre los temas más discutidos del país, solo por detrás de Política y Economía. Pero lo verdaderamente llamativo no es la cantidad, sino el tono:

La Justicia encabeza el ranking de negatividad, con un índice NSR de –73, uno de los valores más bajos de todo el sistema institucional argentino.

Un diagnóstico que se repite: lentitud, falta de respuestas y sensación de impunidad

El malestar de los argentinos se organiza alrededor de tres grandes núcleos:

  1. Causas judiciales vinculadas a actores políticos —desde Cristina Kirchner y Mauricio Macri hasta situaciones que involucran al gobierno actual—, que reavivan la idea de un sistema permeable a presiones o favoritismos.
  2. Demoras crónicas y expedientes que avanzan a ritmo imprevisible, lo que alimenta la percepción de que la justicia no llega o llega tarde.
  3. Tensiones internas en el Poder Judicial, como los cruces entre la Corte Suprema y el Ejecutivo, que proyectan desorden hacia afuera y erosionan aún más la credibilidad.

El resultado es un clima de frustración persistente. La Justicia no solo es vista como distante: también como un engranaje que no cumple con su función esencial. En democracia, el derecho a una respuesta judicial eficaz es parte del contrato básico entre el Estado y la ciudadanía. Cuando ese contrato se percibe quebrado, el sistema completo se resiente.

El fenómeno que las redes sociales amplificaron

La conversación digital no inventa el malestar, pero sí lo amplifica y lo vuelve visible. Cada demora en un expediente de alto impacto, cada conflicto político-judicial y cada causa sin resolución se replica en miles de mensajes que refuerzan la sensación de un Poder Judicial opaco o alejado de la realidad cotidiana.

A diferencia del malestar económico -que suele subir o bajar según el ciclo político-, la crítica al sistema judicial es más estable. No depende de un gobierno particular ni de una medida puntual. Se trata de un descrédito estructural, que sobrevive a los cambios de gestión y que se expresa tanto en usuarios comunes como en dirigentes de distintos espacios.

Un protagonismo que se volvió síntoma

En el ranking general de temas de gestión pública discutidos en redes, la Justicia aparece incluso por encima de áreas como Salud (6,3 millones de menciones) y Seguridad (5,1 millones). Es un dato elocuente: el debate judicial dejó de ser un asunto exclusivo de los tribunales para convertirse en parte de la agenda ciudadana cotidiana.

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En contraste, rubros como Deportes, Ciencia o Turismo presentan climas emocionales más equilibrados o incluso positivos. La Justicia, en cambio, concentra enojo, ironías y reclamos que reflejan una demanda social básica: respuestas más rápidas, más claras y más confiables.

Una crisis que impacta políticamente

La caída de confianza en el Poder Judicial no es solo un problema de reputación institucional. También condiciona el clima político general, porque afecta la percepción de que las reglas del juego funcionan y que existen mecanismos efectivos de control y reparación.

En un país donde la discusión pública se volvió más inmediata y emocional, el Poder Judicial aparece atrapado entre su propio ritmo lento y una ciudadanía que exige certezas en tiempo real.

La distancia entre ambas velocidades (la de los tribunales y la de la conversación social) explica por qué la Justicia se transformó en uno de los símbolos más contundentes de la crisis de confianza institucional en la Argentina.

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