Luego de la viralización del artículo “¿Por qué Argentina no tiene jugadores negros en la Copa del Mundo?” del Washington Post, desde Urgente 24 solicitamos una revisión histórica con un exhaustivo análisis cultural en torno al por qué su multiétnico Estados Unidos aún no declara como segunda lengua oficial al idioma español en un país con 62 millones de hispanos. ¿Cuánto hay que esperar para que haya un presidente de origen latino, legítimamente elegido vía sufragio social?
62 MILLONES DE HISPANOS
Washington Post: ¿Por qué USA no tiene un presidente latino?
La contestación de Urgente 24 al Washington Post. Nuestra tierra, un crisol de razas; la suya, una fachada "progre".
Aunque el cupo latino en el seleccionado estadounidense es maquiavélicamente respetado con figuras futbolísticas como Cristian Roldán, hijo de un guatemalteco, Jesús Ferreira, de ascendencia colombiana, y el centrocampista Giovanni Alejandro Reyna, cuyo abuelo fue el argentino Miguel Reyna (futbolista que jugó en el Club Atlético Independiente de Avellaneda y en Los Andes), no evidencia el racismo estructural que sufren sus pares no afrodescendientes: desmesuras desde las instituciones y el criterio blanco anglosajón en los veredictos judiciales.
Según el Centro de Investigación Pew, los latinos en USA no solo son discriminados por los gringos, sino también por sus compatriotas latinos residentes. Ello exhibe que ciertas conductas racistas – étnicas, religiosas y raciales– tal como chistes despectivos o la segregación social espacial, terminan siendo incorporados, naturalizados y reproducidos por parte de las propias víctimas del Sueño Americano.
El 41% de los 3.375 adultos hispanos encuestados sostuvo que fue discriminado por otro latino, mientras que el 42% indicó que había sido maltratado por personas no latinas. A su vez, la encuesta demostró que el 40 % de dichos encuestados, afirmó haber sido víctima de discriminación racial de igual manera que por lugar de nacimiento, como el caso de los puertorriqueños, ciudadanos del estado libre asociado de USA.
Una metida de pata
La nota periodística sobre la cuestión negra en Argentina, autoría de la catedrática especialista en construcciones de identidades raciales, Erika Denise Edwards, precisó erróneamente que el 1% de nuestros ciudadanos son afrodescendientes –Censo 2010–, cuando en realidad es el 0,3 % de la población actual. “Debido a un error de edición, una versión anterior de este artículo señaló que aproximadamente el uno por ciento de la población argentina era negra según un censo publicado por el gobierno en 2010. Si bien la cantidad de personas negras citadas era precisa, el porcentaje en realidad era mucho menos del uno por ciento y el artículo se modificó para indicar eso", aclaró el Washington Post en un comunicado.
La cuestión de la nula representatividad de la negritud en la Scaloneta, así lo reclamó Erika Denise Edwards, se erigió sobre procesos de invisibilización de ciertos estereotipos alternos a la corporalidad europea, que fue preponderada por próceres locales como Sarmiento. Según la catedrática estadounidense existen ciertas falacias míticas con respecto a la desaparición de la comunidad afro en el Cono Sur como carne de cañón en batallas independistas (1810-1819), por desertores del ejército, o resultado de la mixtura matrimonial con europeos, o bien la muerte de varios afrodescendientes en el brote de fiebre amarilla de 1871, refutados por la exposición de supuestos datos censales.
No obstante, esta autora de “Escondidos a plena vista: las mujeres negras, la ley y la construcción de una república argentina blanca”, señaló en su artículo para el WP que la Argentina borró la gran mayoría de las categorías raciales e introdujo otros términos menos negros tal como “morocho”. Dicha especialista en matrices culturales afros lo ejemplificó con la identidad morocha del D10S –Diego Armando Maradona–
En ese sentido, Nuestros Negros como Maradona, en términos del sociólogo argentino Margulis (2010), en tanto categorización despectiva pero nuevamente reconfigurada en torno a los sectores populares más marginales, los trabajadores manuales – construcción, empleadas domésticas, trabajos de escasa calificación– o aquellos con menor nivel educativo o de bajos ingresos, descendientes del mestizaje entre indios, blancos y negros, con rasgos físicos distintos al cuerpo legitimado y estigmatizados por ser villeros, están encarnados en nuestros jugadores de fútbol quienes declaman que es posible el ascenso social siendo un deportista de élite pese a la violencia de la desigualdad socioeconómica.
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