“Occidente contra Rusia” es una fórmula que últimamente todos acostumbramos ver en los títulos de las agendas informativas. Tantas veces repetida que no deja ningún lugar a dudas en lo que dice. Todo queda demasiado claro. Y sin duda la mayoría de los lectores hispanoparlantes se identificarán con el primer término - “Occidente”.
La lógica de los opuestos podría llevarnos a la conclusión de que es el Oriente. Pero algo no encuadra en esta visión.
Rusia es demasiado parecida a nosotros para ser el Oriente y demasiado diferente para considerarse un país occidental.
Veremos en detalle como algunos prejuicios heredados del pasado nos pueden dañar la percepción del mundo.
¿Por qué la pregunta está mal?
Acostumbramos vivir con las cosas planas, donde hay solo los dos lados.
- Los EEUU contra la URSS,
- Atenas contra Esparta,
- Roma contra Cartago,
- Batman vs. Joker,
- Unitarios contra Federales,
- Civilización contra la Barbarie.
Los hechos históricos donde hay más de dos lados nos generan incomodidad de percibirlos.
La conciencia humana busca las respuestas simples y esta simplificación se cobra en los momentos difíciles porque los esquemas conocidos no funcionan más.
La proyección de Mercator es también una de las tantas cosas que nos impiden comprender la complejidad del mundo y solemos explicar todo de las maneras más simples.
(N. de la R.: Proyección de mapa cilíndrica presentada por el geógrafo y cartógrafo flamenco Gerardus Mercator, en 1569. Se convirtió en la proyección de mapa estándar para la navegación porque es única en representar el norte como arriba y el sur como abajo en todas partes, conservando las direcciones y formas locales.)
Las agrupaciones basadas en las identidades abstractas y relativas como “Occidente-Oriente” se basan en la imagen errónea del mundo.
A cambio del propósito esencial de los mapas -ayudar a ubicarnos en el espacio-, estos conceptos tomados de manera no crítica nos desorientan y crean identidades absurdas.
En un lugar donde trabajé unos años, había una empleada de la Provincia de Salta. En un momento, ella se interesó de qué parte de Rusia era yo. Dije San Petersburgo. Y para aclarar más agregué: “Noroeste de Rusia”.
En este momento se le despertó una sensación de identidad extraña que no comprendí de inmediato. “Yo también soy del Noroeste” - exclamó, tal como si fuésemos paisanos. Luego, varias veces, ella lo repetía aludiendo a nuestra identidad en común.
Una sensación muy parecida percibo cuando la gente suele decirme con orgullo -cuando se trata de algunas diferencias culturales o costumbres- “aquí en el Occidente esto es así”.
Pero ¿acaso es así? ¿Cuál es la identidad occidental?
Haití, Canadá, Surinam, Argentina, Noruega y Puerto Rico son parte del Occidente, pero esto no explica
- ni su posición actual,
- ni los intereses en común,
- ni tampoco sus costumbres.
¿Cómo apareció esta división? Y ¿dónde existía históricamente?
Veremos varias ocasiones históricas que dejaron su huella en nuestra percepción de estos conceptos.
En un principio
1ra. ocasión: la división del Imperio Romano en el siglo IV que, a su vez, llevó a la fragmentación respectiva dentro de la Iglesia Católica Apostólica.
En el Imperio Romano Oriental quedaron 4 patriarcas, y en la parte occidental solo 1. Pese a las inevitables diferencias en ritos mantuvieron la unidad de la Iglesia hasta el siglo XI.
El Imperio Romano Oriental -más conocido para muchos de nosotros como Bizantino- fue uno de los socios internacionales más importantes de la Rusia Antigua.
A los lazos con el Bizancio se debe la cristianización rusa y el origen de su tradición cultural y religiosa.
2da. ocasión: surge a mediados del siglo XIX, justo en la época cuando en Londres sale a la luz el Manifiesto del Partido Comunista de un par de jóvenes pensadores alemanes, ante Europa Occidental llena de aspiraciones liberales y revolucionarias aparece Europa Oriental, de ambición conservadora con la actitud represiva contra la primavera de las naciones.
Un claro ejemplo de esta actitud para muchos fue la participación del Imperio Ruso en la represión del levantamiento húngaro. Hungría formaba parte del Imperio de los Habsburgo pero en 1848 formó su gobierno republicano.
Durante meses las fuerzas imperiales austriacas combatieron infructuosamente contra los húngaros. Hasta que al emperador Francisco José se le ocurrió recurrir a la intervención de Rusia para defender las monarquías legales.
En mayo de 1849 fue acordada la decisión de la intervención militar rusa y en noviembre del mismo año Hungría volvió a la obediencia de Viena y Rusia ya había evacuado sus soldados.
Es impactante la eficiencia, rapidez y sinsentido de esta intervención -aún contraproducente con respecto a los intereses de Rusia misma: en años siguientes, durante la Guerra de Crimea (1853-1856), cuando se cruzaron las bayonetas de Turquía, Francia, Gran Bretaña y Cerdeña-Piamonte unidas contra Rusia, el Imperio Austríaco no devolvió aquella deuda de 1849.
Pero esto no importaba mucho para la imagen de la Europa dividida, donde
- el Occidente era progresista, liberal y burgués, y
- el Oriente era imperial, conservador y campesino.
3ra. ocasión: la Guerra Fría y la misma lógica eurocentrista. La división más recordada es Este / Oeste, por la misma razón.
Aunque la lógica de conflictos solía ocurrir más por la división entre Norte vs. Sur -tal como en Corea o Vietnam-, Berlín (Alemania) es, para muchos, el símbolo de esa época.
Es una obviedad afirmar que, en este caso, el eje para dividir el mundo carecía de objetividad. Las áreas de tensión y los teatros de conflictos en este período se ubicaban en diferentes partes del mundo y, a escala mundial difícilmente podía hablarse de Este-Oeste como paradigma, fuera de Europa.
Muchos argentinos recuerdan la caída del Muro de Berlín como si hubiesen estado presentes, y la consideran uno de los hechos más importantes de la historia. Y no comprenden algo importante: lo vieron no porque vivieron en esa época sino porque les mostraron esto por la televisión.
Una mezcla de legados de estos tres componentes es la herencia que se queda mayormente detrás de los títulos “Occidente contra Rusia”.
En el consenso de la sociedad están presentes desechos de las agendas de este pasado, en una combinación lógica desde este punto de vista: Rusia - algo opuesto a Occidente, es decir no clerical, imperial, conservador, campesino y comunista. Como si esto ayudara a comprender la situación actual....
La Tierra es redonda
En realidad, hay otras asociaciones históricas de la división del mundo Este / Oeste, que tienen que ver más con la historia americana. Tanto españoles como holandeses e ingleses dividieron sus colonias en Indias Orientales e Indias Occidentales.
Éste es el único “Occidente” dentro del cual un puñado de países -que se autodenominan 'comunidad internacional'- suele considerar a la mayoría de los países latinoamericanos.
Sin embargo, cuando suceden cambios rotundos, para tener oportunidades de ubicarse mejor y no naufragar, hay que desprenderse de los conceptos anacrónicos que fueron armas ideológicas en las guerras del pasado.
Las identidades falsas no ayudan a ver la realidad sino que confunden más en vez de facilitar la comprensión y actúan como una herramienta de manipulación.
¿Qué hacer? Deberíamos redescubrir que el globo terráqueo es redondo.
En el siglo XVIII, Rusia no se pensaba a sí misma ni como Oriente -que se asociaba más con la vida lujosa de las monarquías persas, turcas y árabes- ni con Occidente. Rusia se percibía como el Norte.
Y en el mundo actual, esto sucede otra vez. Verlo así nos facilita la comprensión de la importancia del Ártico y las nuevas rutas marítimas que son muy descriptivas, veremos fronteras y cercanías que no solemos notar en los mapas planos que no reflejan los posibles conflictos de intereses entre Noruega, Dinamarca, Canadá, Rusia y los EEUU.
Asimismo, salir de la visión Occidente / Oriente le ayudaría a Argentina dejar de sentirse el fin del mundo, comprender mejor sus intereses estratégicos y la necesidad del control del Atlántico Sur.
Hay que comprender que muchos países que tratan de convencer que junto a Argentina pertenecen al mismo bando Occidental, en realidad solo aprovechan esta identidad falsa y anacrónica para indicar a supuestos enemigos en común que, en realidad, lo son sólo para ellos.
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