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DECONSTRUYENDO EL RELATO

María Estela Martínez de Perón, legado y farsa en democracia

María Estela Martínez de Perón ¿víctima o victimiaria? Es hora de una deconstrucción de lo que ocurrió en aquella fallida democracia.

María Estela Martínez de Perón no llegó al gobierno argentino por la ventana sino por las urnas: fue electa por un Colegio Electoral republicano luego de integrar un binomio, junto a su marido, Juan Domingo Perón, que ganó comicios en democracia. Apodada 'Isabel', tuvo que asumir la Jefatura de Estado por el prematuro fallecimiento del Presidente. No fue la creadora de la Triple A ni de ninguna fuerza parapolicial y, más allá de la inexperiencia e ineficiencia que exhibió en su gestión, también es cierto que ella fue condicionada por la violencia que le precedía dentro del peronismo y de la Argentina. Además, ella tuvo escasa colaboración de las otras fuerzas partidarias, cuyos referentes más importantes, en forma casi generalizada -incluyendo a Montoneros-, o alentaron o se allanaron a un golpe de Estado cívico-militar consumado en 1976. La crisis de la economía, la fragilidad institucional y el desprestigio de la viuda de Perón fueron alentadas para fundamentar la acción 'de facto'. Luego, ella fue encarcelada por un supuesto delito de corrupción que fue casi ridículo. Esto es irrefutable, y es necesaria una deconstrucción de la 'historia oficial', alentada por la ausencia de autocrítica y revisión del peronismo acerca de los acontecimientos de aquellos días.

Hubo / hay mucha hipocresía de parte del kirchnerismo acerca de este tema. Aún es posible recordar un curioso fragmento escrito en Río Gallegos (Provincia de Santa Cruz) por el fallecido Daniel Gatti: "(...) En tanto, los viajes de Néstor Kirchner a la Ciudad de Buenos Aires lo acercaron a los editores de la revista Línea. Por esto no debe sorprender que, en ocasión de la presencia de Ítalo Argentino Luder en Río Gallegos, la columna de la Blanca, con Lupín a la cabeza, llegó hasta el escenario al grito de "Isabel Conducción / lo demás es traición". Y, luego, sacudieron la tarima hasta que Luder habló algunas palabras laudatorias hacia la ex Presidente. (...)".

La 'cuestión Isabel' fue actualizada por la inauguración de su busto en el Senado que realizó la vicepresidente Victoria Villarruel, y las especulaciones que alentaron partidarios de Javier Milei enfrentados a Villarruel, acerca del supuesto significado del evento. En este contexto, el politólogo Horacio Enrique Poggi escribió lo siguiente, que tituló "Isabel Perón, legado y farsa':

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María Estela Martínez de Perón y Victoria Villarruel.

María Estela Martínez de Perón y Victoria Villarruel.

El Peronismo ha sido ingrato con Isabel Perón, y no por una cuestión de género como acusaría el feminismo autoritario, sino por apego al oportunismo y a la propensión enfermiza de reescribir la historia. Algunos revisionistas del siglo XXI han concretado esto para congraciarse con la progresía neocolonialista, utilizando los años '70 para hacer un negocio editorial de una tragedia nacional. A Isabel Perón la proscribieron los mercachifles que inventaron trayectorias militantes fantasiosas y condenaron al ostracismo definitivo –leyenda negra de por medio– a quien fuera la esposa del fundador del Justicialismo y primera Presidenta constitucional del mundo.

¿Acaso alguien puede negar que la formación de Isabel no ha sido obra exclusiva de Perón? Nos referimos a su antimarxismo visceral, a su defensa irrestricta de la cultura hispánica y a su fe católica. ¿Qué Perón no era católico? Perón, orgulloso militar sanmartiniano, consideraba –tal como sus camaradas de generación– que la práctica de los sacramentos era cosa de mujeres. Pero jamás abdicó del catolicismo y su magisterio social, al que recurría a fin de actualizar la doctrina originaria que aún mantiene vigencia en sus intuiciones proféticas y medulares. El Partido Justicialista, de una vez por todas, tiene que sincerarse y reconocer que a Isabel la formó Perón, su única escuela política y doctrinaria. Ella cumplió, en el ejercicio de la Presidencia de la Nación, a rajatablas con la Tercera Posición que le inculcó el General durante el exilio español.

La amistad con Pilar Franco, hermana del Caudillo, con periodistas y cultores del antimarxismo europeo, ¿no suscita la sospecha acerca de una preferencia ideológica? Raúl Alfonsín y Carlos Menem respetaron la investidura de Isabel Perón. Los demás Presidentes se olvidaron de ella.

En estos días, ante ese vacío, la actual vicepresidenta Victoria Villarruel ha reivindicado a la exPresidenta, tras cambiar de opinión. En 2016, la denigraba. Queda por dilucidar si está procediendo de buena fe o si pretende aprovechar la ingratitud peronista para generar intrigas y posicionarse ante una eventual crisis de gobernabilidad. Curioso. El monumento a Perón fue erigido por un no peronista, Mauricio Macri. En este caso específico, la reivindicación de Isabel la hace una alta funcionaria también no peronista. Asimismo, las muestras de afecto y reconocimiento del papa Francisco apuntan en esa dirección. ¿Y el Partido Justicialista? Bien, gracias.

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Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón.

Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón.

José López Rega

Pareciera que el Peronismo Doctrina ha quedado en oferta ideológica, expuesto en una mesa de saldos neocoloniales, donde abunda el lenguaje inclusivo y la teoría de género. Tanto sincretismo lógicamente desemboca en un entramado de confusiones irresueltas. La Administración de Isabel Perón contó con el apoyo de la veterana guardia peronista. Por su gabinete inestable desfilaron dirigentes de la primera hora. En 1981, superado el trance del encarcelamiento, nadie debió hacerse el distraído. Pero las miserias humanas prevalecen sobre la grandeza patriótica.

Aunque es cierto que tampoco alcanzó a conducir en la diversidad, Isabel optó por encerrarse en un círculo excluyente –el verticalismo– que en nada la ayudó. Abandonó la propuesta de unidad nacional del restaurante Nino (1972) y se abrazó –con honestidad intelectual, es cierto– a la ortodoxia movimientista. Fue su elección y se hizo cargo. Por tanto, los acontecimientos que le tocó batallar desafiaron su capacidad directiva. Los resultados nunca la favorecieron en el sentido de que ella no pudo, no supo o no quiso buscar soluciones de fondo frente a la agresión del golpismo y la antidemocracia, apelando a los partidos políticos decididos a salvaguardar la institucionalidad, fundamentalmente, el radical, liderado por Ricardo Balbín. Para colmo de males, haberse recostado en José López Rega –expulsado por el propio Peronismo– y en la derecha económica –mentora del trágico Rodrigazo– le provocó un daño irreversible, perdurable en el tiempo, materia prima predilecta de los antiperonistas y excusa perfecta de los peronistas para hacer mutis por el foro, o dejar el campo orégano a los detractores profesionales.

Afirmar que Isabel no es ni fue Perón es una afirmación ladina. Fue la compañera del Conductor, su discípula y heredera en el gobierno de la Nación. Soportó con entereza y dignidad la cárcel dictatorial, denunció en 1979 las violaciones a los derechos humanos y padeció la peor campaña de difamación que una mujer política haya soportado en Argentina. Por eso, la operación de inteligencia que pretende asociarla con el terrorismo de Estado es una canallada. Remitirnos a las conclusiones de la Comisión Nacional de Desaparición de Personas (Conadep) es mucho más honrado que el revanchismo ideológico. Los militares que ultrajaron a Isabel, los que difundían por los canales oficiales de información las peores calumnias e injurias, no estuvieron en la misma trinchera que ella. Es falso de falsedad absoluta.

Copera, prostituta y cabaretera

¿Quiénes aseveraban que Isabel era la perona, la copera, la prostituta, la cabaretera? ¿Ya nos hemos olvidado de la cantidad de dicterios que favorecieron la justificación del golpe de Estado? Los militares golpistas usaron la lucha antisubversiva que el Peronismo estaba librando dentro de la ley para dejar pegada a Isabel a las monstruosidades cometidas por ellos. Nunca los decretos antisubversivos del gobierno justicialista ampararon o promovieron la tortura y la desaparición de personas. Quedó probado en el Juicio a las Juntas de 1985. El Operativo Independencia fue ordenado por el gobierno constitucional que era atacado por la subversión marxista para voltearlo e implantar una zona liberada con reconocimiento internacional en la provincia de Tucumán. Las ilegalidades en la represión de la guerrilla guevarista corren por cuenta de quienes las llevaron a cabo, pero no era ese ni el espíritu ni el objetivo estratégico de la Presidenta Isabel Perón y del Movimiento Nacional Justicialista.

Ella también fue víctima de militares asesinos, usurpadores del poder popular, entregadores de la soberanía nacional y destructores del aparato productivo. Los salvadores de la Patria y guardia pretoriana del liberalismo oligárquico, recibieron en 1976 una deuda externa de U$S 7.800 millones y se retiraron en 1983, dejando la friolera de más de U$S 45.000 millones. A ella la derrocaron y encarcelaron los antiperonistas más sanguinarios de la historia, que secuestraron y desaparecieron a miles de compatriotas, en nombre de la lucha contra el comunismo internacional, mientras exportaban cereales y carne a la Unión Soviética. ¡Cuántas veces la amenazaron de muerte! ¡Cuántos simulacros de fusilamiento debió padecer! A ella, los jueces de la infamia dictatorial, la condenaron por comprar 200 gramos de jamón crudo con fondos reservados… Y, sin embargo, de contextura frágil, pero sostenida en su Fe, permaneció de pie, aferrada a la doctrina peronista, profundamente humanista y profundamente cristiana.

Por respeto a la verdad histórica, sería conveniente que a Isabel Perón no la utilicen para ninguna maniobra política. Su estilo de vida austero confirma la honorabilidad de su proceder público. Solo percibe una jubilación que por ley le corresponde como exPresidenta y una pensión militar como viuda del General Perón. Si alguien quiere reivindicarla, que lo haga de acuerdo a los hechos, con rigurosidad metodológica en la investigación. Sin apologías fundamentalistas y sin caer en posiciones ideológicas de aquella época, que algunos intelectuales orgánicos del régimen libertario glorifican, menospreciando los crímenes de lesa humanidad y el desencuentro de los argentinos.

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