El economista e historiador Emilio Ocampo, asesor del candidato presidencial Javier Milei y descendiente del general Carlos María de Alvear, se ha dedicado a investigar, en fuentes primarias, las relaciones que mantuvo el general José de San Martín con funcionarios civiles y militares del Imperio británico.
POLÉMICA INTENSA
Juan B. Alberdi y libertarios contra José de San Martín
¿Libertarios insisten en el vínculo de José de San Martín con ingleses para justificar su visión de Malvinas? El autor culpa a Juan B. Alberdi.
Sus conclusiones son polémicas y colegimos que se inscriben dentro de una corriente historiográfica que hace tiempo busca probar que el Libertador ha sido “un agente inglés”. Semejante acusación amerita un abordaje prudente, si es que nos interesa la reconstrucción documentada del pasado.
Por tanto, ya no se trata de interpretaciones ideológicas, sino de practicar una hermenéutica fiel a los hechos que provisionalmente podemos descubrir, valorar y conocer.
La personalidad pública y privada de San Martín, entendemos, es enriquecedor estudiarla desde diversas posiciones teóricas. Aunque, mal que les pese a sus detractores, el punto de partida inevitable continúa siendo la obra de Bartolomé Mitre, elogiada oportunamente por la familia del Libertador que le facilitó documentación y testimonios valiosísimos para escribir su extraordinaria biografía.
Lo imprescindible es respetar el ambiente material y espiritual –tal y como hizo el fundador de La Nación- en el que se desempeñó el prócer. Mientras ello prevalezca, cualquier error interpretativo será plausible de enmendar.
Pero si la voz imperativa gira en torno al servilismo partidista contemporáneo, el conocimiento científico se desnaturaliza y el consenso historiográfico deviene en utopía.
La intencionalidad iconoclasta de Ocampo es de vieja data, viene del siglo XIX. Uno de los “dii minores” del procerato liberal –Mitre dixit- que intentó bajar del pedestal heroico al general José de San Martín fue Juan Bautista Alberdi, de quien Ocampo es particular devoto.
En efecto, el ilustrado tucumano le dedicó fortísimas observaciones al vencedor de Chacabuco, que han quedado inadvertidas –en parte- por periódicas disputas entre historiadores profesionales y militantes. Las consecuencias son evidentes: una narrativa teñida de parcialidades, miradas del pasado con ojos del presente y las consabidas deformaciones pedagógicas que ello trajo aparejado.
El verdadero Alberdi
A continuación vamos a revisitar algunos conceptos de Alberdi sobre San Martín, respetando los límites de un artículo de divulgación.
Antes dejamos aclarado que Alberdi jamás abjuró de sus convicciones liberales, sino que se enfrentó con los liberales poderosos de su tiempo, es decir, Bartolomé Mitre y Domingo D. Sarmiento.
La maniobra revisionista que ha tratado de promover “otro Alberdi”, afín a la línea histórico-política “nacional y popular”, ha fracasado. Los libros de Alberdi hablan por sí solos. Leyéndolos, sin subterfugios, cae como un piano la falsedad que hizo escuela a través del reduccionismo sectario.
Hubo un solo Alberdi, el Alberdi liberal, a secas, despojado de rótulos artificiales, incansable y permanente promotor de “aclimatar la civilización europea” en el Rio de la Plata. Lo que no impugna que el autor de 'Las Bases' haya cambiado de opinión respecto de ciertos temas y personajes, inclusive su valoración de San Martín de 1843 cuando lo visitara en París, pero nunca abandonó la matriz doctrinal del liberalismo decimonónico, al que adhirió, potenció y difundió.
En 'Del Gobierno en Sudamérica según las miras de su revolución fundamental' (1867), Alberdi lamenta la falta de una “historia veraz” que considere hechos ordinarios las hazañas de los guerreros, que son hombres y no divinidades.
Por eso, apostrofa que la historia es suplantada por la fábula. Resultado: el pueblo “toma la verdad como un insulto. No quiere que sus guerreros sean hombres, sino héroes y semidioses”.
Alberdi:
Y continúa:
“Hizo las campañas de Chile, del Perú, para libertar las 4 provincias argentinas ocupadas por los españoles. A los 7 años envainó su espada, dejando las dichas 4 provincias siempre en poder de los españoles. Los colombianos acabaron de libertar el virreinato de Buenos Aires. San Martín, lejos, pues, de llenar la misión que recibió de la República Argentina (la de libertar de los españoles la parte del suelo argentino que antes ocupaban) fue causa de que la República perdiera las provincias que tenía encargo de libertar; causa disculpable, intencional, si se quiere. Pero el hecho es que si él hubiese llenado su misión, es decir, echado a los españoles del Alto Perú, Bolívar no habría tenido motivo ni pretexto para erigir de esas provincias argentinas la nación aparte que hoy lleva el nombre de su libertador colombiano”.
Sin abandonar el tono acusatorio, finaliza: “Es superior a Bolívar, dicen. Pero Bolívar no sirvió 20 años a los opresores de la América, ni envainó su espada sino cuando el Chimborazo, elevándose sobre las nubes y abriendo sus ojos de titán, no vio un esclavo”.
Ingleses
Tres años más tarde, en 'El crimen de la guerra', Alberdi se pregunta si San Martín "¿puede ser el tipo de los patriotas que la República Argentina necesita para ser un país igual a los Estados Unidos? Este punto interesa a la educación de las generaciones jóvenes y la gran cuestión de la paz continua y frecuente, ya que no perpetua".
Para responder ese interrogante, Alberdi repasa, a vuelo de pájaro, aspectos biográficos del Libertador. Subraya que estuvo 18 años sirviendo a los borbones “y peleó en su defensa contra la propaganda liberal de la revolución francesa de 1789”.
Recuerda que regresó al Plata después de la Revolución de Mayo y, en línea con la tesis actualizada por el asesor de Milei, inculpa: “San Martín siguió la idea que le inspiró, no su amor al suelo de origen, sino el consejo de un general inglés, de los que deseaban la emancipación de Sudamérica para las necesidades del comercio británico”.
Luego se refiere, en tono irónico, a la creación “de una logia o sociedad secreta que ya no podía tener objeto a los 2 años de hecha la revolución de libertad, que se podía predicar, servir y difundir a la luz del día y a cara descubierta”.
Asimismo, repudia que San Martín prefiriera aceptar el gobierno del Perú antes de liberar las provincias argentinas del Norte ocupadas por los españoles.
Más adelante, subraya: “(…) San Martín dejó la América en 1822, y vino a Europa, donde vivió bajo el poder de los borbones, que no pudo destruir en su país, hasta que murió en 1850, emigrado a tres mil leguas de su país”.
Y se pregunta:
Para rematar: “Es dudoso que Plutarco hubiera comprendido entre los ilustres modelos al guerrero propuesto a la juventud argentina como un tipo glorioso de imitación”.
Según Alberdi, Mariano Moreno, promoviendo la libertad de comercio con los ingleses en 1809, y Bernardino Rivadavia, auspiciando la inmigración europea, merecían, más que San Martín, las estatuas que a ellos no les habían levantado, aún en esa época.
Finalmente, Alberdi concluye que “la vida de San Martín prueba dos cosas: que la revolución, más grande y elevada que él, no es obra suya, sino de causas de un orden superior, que merecen señalarse al culto y al respeto de la juventud en la gestión de su vida política; y que la admiración y la imitación de San Martín no es el medio de elevar a las generaciones jóvenes de la República Argentina a la inteligencia y aptitud de sus altos destinos de civilización y libertad americana”.
Otros palos a San Martín
Mientras que en 'Palabras de un Ausente' (1874), Alberdi vuelve a reprocharle a San Martín la pérdida de territorio argentino a manos de Bolívar. Explica el tucumano:
Los conceptos precedentes contradicen, de suyo, la tradición académica que ha elevado a San Martín a la cima del patriotismo argentino y sudamericano. Además, movilizan el debate cultural mediante elementos válidos de discernimiento, en la inteligencia de cultivar un pluralismo historiográfico que coopere en la producción de una metodología de investigación, capaz de superar al revisionismo militante.
Quienes hoy objetan que San Martín sea reverenciado como el Padre de la Patria, hallan en Alberdi, tal el caso de los libertarios, materia prima apta para renovar enfoques hermenéuticos, sin necesidad de tergiversar ni la letra ni el espíritu de este pensador, más celebrado por demagogia libresca que estudiado por respeto a su producción bibliográfica completa. Desde el bronce, el Libertador los saluda…
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