Hoy, en el aniversario de su nacimiento, desentrañamos a la figura de Simone de Beauvoir, un ícono del feminismo que, detrás de su brillante fachada intelectual, escondía contradicciones personales, un activismo selectivo y acusaciones de plagio. Aunque fue influyente, su aporte está plagado de oportunismo y falacias que socavan la autenticidad de su contribución a los derechos de las mujeres.
¿ÍCONO O FARSA?
Desenmascarando a Simone de Beauvoir: La doble moral de la "pionera" del feminismo
Simone de Beauvoir, el ícono del feminismo de cuarta ola, nació un 9 de enero de 1908. Pero sus acciones estaban plagadas de contradicciones a lo que pregonaba.
El feminismo de Simone de Beauvoir: selectivo e hipócrita
Simone de Beauvoir se autoproclamó defensora de la liberación femenina, pero su activismo feminista demostró ser bastante selectivo y eurocéntrico. En sus escritos, ignoraba las luchas de las mujeres no occidentales y de condiciones socioeconómicamente vulnerables, sesgo que quedó plasmado en "El segundo sexo", donde las experiencias de las mujeres no europeas brillan por su ausencia.
Un ejemplo interesante de su contradicción es su relación con el filósofo Jean-Paul Sartre, con quien accedió a tener un pacto de "libertad" (mientras promovía la autonomía femenina) que en la práctica favoreció más a Sartre que a ella. Además, también fueron objeto de polémica sus relaciones con sus propias estudiantes, casos como el de su exalumna Bianca Bienenfeld, que contó en sus memorias (publicadas tras la muerte de la filósofa) cómo De Beauvoir la explotaba sexualmente, aprovechando su posición de poder para ejercer un control tóxico sobre ella.
Pero si eso no alcanzara para dudar sobre la credibilidad de su activismo, el hecho de que admirara regímenes como la China de Mao y la Unión Soviética debería terminar de socavar su compromiso con la libertad y la igualdad. En esta línea, en lugar de denunciar las violaciones a los derechos humanos (o al menos las condiciones de opresión que sufrían las mujeres en esos contextos), De Beauvoir, como muchos otros filósofos, llegó a mostrar admiración por las ideas de estos dictadores.
Plagios, falacias y el culto a una falsa originalidad
¿Era realmente Simone de Beauvoir la "primera" intelectual del feminismo? Lo cierto es que no, y de hecho su obra más famosa, El segundo sexo, no aporta ideas nuevas, sino que en realidad plagia a autoras que ya habían abordado temas similares sobre la opresión de las mujeres y la construcción del género (como Alexandra Kollontai y Virginia Woolf). Por ejemplo, la idea de "la mujer es el otro" es una reelaboración de conceptos expuestos previamente por filósofos existencialistas y feministas, a quienes De Beauvoir nunca les reconoció sus influencias.
En cuanto a las falacias de su discurso, ella presentó como un argumento revolucionario su afirmación más famosa de "No se nace mujer, llega una a serlo", como si todo se redujera a una imposición cultural y la biología no jugara un papel decisivo en las elecciones de cada uno. Con este tipo de generalizaciones, hizo que muchas mujeres se sintieran alienadas de su obra, por ejemplo, las que elegían tener hijos, ya que según su postura, la maternidad era una carga, una forma de esclavitud, que sometía a las mujeres a la repetición de la rutina. Y qué decir del acto sexual, el cual según ella encarna el dominio masculino (opinión que no parecía contar para Sartre).
Otro caso paradigmático de su propio elitismo está en su desprecio por las amas de casa, a quienes describió como "parásitos que chupan la fuerza vital de otro organismo". Pero incluso su narrativa sobre la historia de las mujeres, a la que presenta como una lucha constante contra la opresión masculina, se basa en anécdotas selectivas y simplificaciones históricas. Por ejemplo, De Beauvoir veía la historia como una crónica sobre suprimir a la mujer, algo que no tiene el rigor necesario para sostenerse académicamente, ya que fueron los mismos hombres quienes lograron acuerdos sociales para proteger a las mujeres.
¿Un ícono o una farsa?
Simone de Beauvoir construyó su imagen tapando sus propias contradicciones personales, su elitismo y su falta de rigurosidad intelectual. Aunque su obra influyó enormemente en el feminismo moderno, tenemos que examinarla con lente crítico. No solamente distorsionó la discusión sobre el género, sino que además perpetuó una narrativa que ignora a las mujeres reales y sus distintas experiencias.
Tal vez vaya siendo hora de repensar el pedestal en el que colocamos a Simone de Beauvoir y reconozcamos las sombras que acompañan su luz.
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