Los movimientos recientes del Banco Central y el Ministerio de Economía revelan una dinámica mucho más frágil. A contrarreloj, se negocia un préstamo REPO con la banca internacional y se demora sin explicaciones la licitación del Bopreal 4, mientras desde el Palacio de Hacienda se lanzan mensajes defensivos para desmentir rumores que, en rigor, nadie había instalado.
Y es que, en una maniobra un tanto innecesaria, el secretario de Finanzas, Pablo Quirno, publicó un mensaje en X para garantizar el cumplimiento de los pagos en dólares del Tesoro. Denunció intentos de instalar un “clima negativo” sobre las reservas y apuntó contra supuestos “agoreros”. La reacción, sin embargo, fue más llamativa que efectiva: nadie en el mercado estaba hablando de default ni de un problema de liquidez para julio.
La pregunta que se impone es obvia: ¿por qué un Gobierno que se jacta de “tener todo bajo control” se ve obligado a salir a aclarar algo que nadie había puesto en duda? La respuesta, quizás, no esté en los números inmediatos, sino en la forma en que se viene sosteniendo la caja.
Sin duda el ruido golpeó fuerte a los bonos en dólares
El REPO
Mientras se proyectan discursos de solvencia, en paralelo el Banco Central avanza en silencio con un nuevo préstamo REPO con bancos internacionales, que podría concretarse en las próximas dos semanas.
El monto final aún no está cerrado. Se hablaba de US$2.000 millones, pero algunas entidades anticipan que podría ser menor. Si el REPO se cierra después del 13 de junio, el Gobierno buscaría contabilizarlo dentro del objetivo de reservas acordado con el FMI.
Pero aquí aparece la primera contradicción: el propio Fondo ya advirtió que este tipo de operaciones, por su naturaleza, no suman como reservas netas reales.
Bopreal 4
El otro frente abierto es el Bopreal Serie 4, cuyo lanzamiento viene demorado. El BCRA había anticipado su licitación para mayo, pero ahora se habla de la semana del 16 de junio. Ni siquiera está claro si se emitirá la totalidad de los US$3.000 millones aprobados.
El objetivo de estos bonos es descomprimir la deuda comercial acumulada durante el cepo. Pero el atraso en la licitación generó ruido en el mercado, que esperaba señales concretas. Emitir el tope previsto podría forzar un desarme de posiciones en otros títulos públicos, lo que presionaría sobre las tasas y sumaría más tensión financiera.
Encima, el diseño tampoco ayuda: el capital se amortiza en un único pago en octubre de 2028, es decir, después de las elecciones presidenciales de 2027. En la City ya reconocen que hay dudas sobre el apetito por estos papeles, especialmente en un contexto donde las reglas de juego cambian con frecuencia y la demanda por instrumentos en pesos no está asegurada.
El superávit que no es tal
Más allá de los instrumentos, lo que verdaderamente inquieta es la forma en que el Gobierno está mostrando sus cuentas públicas. En abril, según la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC), se capitalizaron $4,76 billones en intereses de deuda, mientras que el “superávit financiero” fue de apenas $572.000 millones. Haciendo las cuentas como corresponde, el resultado real fue un déficit superior a los $4 billones.
Es decir, el superávit es un espejismo, sostenido por herramientas como las LECAP, BONCAP, LEFI y PR17, que permiten evitar pagos hoy, pero acumulan compromisos para mañana. Esta estrategia de esconder la basura debajo de la alfombra ya representa el 4,8% del PBI en lo que va de 2025. Y para colmo, parte de las reservas se sostienen con utilidades contables del BCRA, una forma de emisión disfrazada, que contradice el relato de austeridad fiscal.
¿Una economía sostenida con alambre?
La sobreactuación de Quirno no parece responder a un problema inmediato de caja, sino a una necesidad política de blindar al equipo económico, que empieza a sentir el desgaste. El discurso de confianza choca con una realidad frágil: se están usando REPOs para maquillar reservas, bonos diferidos para postergar pagos y contabilidad creativa para mostrar superávit.
El mensaje que se quiso instalar con fuerza terminó revelando lo contrario: no se refuerza lo que no está en duda, salvo que haya razones para dudar.
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