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EL TENEMBAUM INVISIBLE

Cuando la derecha escandaliza al moralista de la Hegemonía

La derecha había sido ubicada en un margen de la democracia, según los 'dueños del Sistema' que sólo hace crecer a los pauperizados y pobres, que les reclaman.

Ernesto Tenembaum escribiendo sobre el significado de la derecha es una ironía casi perversa. Bah, si es el mismo Tenembaum que escribió, con Matilda Herrera, 'Identidad, despojo y restitución', un homenaje a los 30 años de Abuelas de Plaza de Mayo. También incursionó en un 'albertista' análisis de la mitad del gobierno de los Kirchner (¿Qué les pasó?'), y la otra mitad la abordó en una novela ('Una mujer única'). Un intercambio de mails que mantenía con Alberto Fernández lo convirtió en un intercambio de mails con Claudio Loser, 'Enemigos: Argentina y el FMI', una visión atormentada y errada del vínculo entre el organismo multilateral y el país deudor en 2001/2002. Urgente24 no aborda sus aproximaciones en Infobae (¿las leerá Daniel Hadad?) con la excepción del 'Bigote' Acosta, que ha montado en cólera un par de veces pero ahora anda por Viena (Austria) donde va a la Ópera, y no le presta atención al psicólogo devenido en jurado de la democracia posible. Pero en Faro Argentino, su directora, Karina Mariani, consideró que un texto del columnista de Infobae fue 'too much', y le permitió introducir un análisis sobre 'la Casta' y sus señuelos 'políticamente correctos' que sólo indican el camino hacia el abismo argentino. Parece muy prometedor. Ahí vamos:

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"Siempre han existido guardianes de lo correcto que dictaminan cuáles son las visiones legítimas y cuáles aquellas que atentan contra el sistema. En este sentido, el moralista ha de custodiar la visión hegemónica de ataques venidos de la periferia del sentido."

"Siempre han existido guardianes de lo correcto que dictaminan cuáles son las visiones legítimas y cuáles aquellas que atentan contra el sistema. En este sentido, el moralista ha de custodiar la visión hegemónica de ataques venidos de la periferia del sentido."

“Llegamos así a esta curiosa situación —que vivimos todos los días— en la sociedad que convencionalmente llamamos Occidente: situación en la que quienes quieren destruir la democracia parecen luchar por reivindicaciones legítimas, mientras que quienes quieren defenderla son presentados como los artífices de una represión reaccionaria”. (Cómo terminan las democracias / Jean-Francois Revel.)

Hace un par de años el ensayista Javier Benegas publicó 'La Ideología Invisible', un libro preclaro en el que compilaba una especie de sistema hidrográfico que confluía en una ideología tan incorpórea como brutal.

Decía Benegas:

El fenómeno de la Corrección Política es extremadamente complejo y cada cual puede tener su propia idea sobre su origen y naturaleza, sin embargo, limitarse a etiquetar de marxismo cultural este enrevesado proceso de control social, del que hoy se aprovechan indistintamente el poder económico y el poder político, capitalistas y colectivistas, gobiernos progresistas y conservadores, no parece tener demasiado sentido, incluso puede resultar contraproducente porque coloca el foco exclusivamente en el viejo marxismo, dejando todo lo demás entre tinieblas. Como fenómeno tiene características novedosas e inquietantes, como su cualidad de mutación y la capacidad de distorsionar la realidad. Lo cierto es que la Corrección Política es como un virus que se propaga por y desde todas partes, también desde posiciones a priori sustitutivas del marxismo, (…). Así pues, nos enfrentamos a un nuevo y temible totalitarismo, una ideología invisible, líquida y polimórfica que desborda las tradicionales fronteras ideológicas. Un monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la razón, a las ensoñaciones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee, aunque sea una identidad imposible. Incrustado dentro del propio poder, compra voluntades, proporciona prebendas a quienes son sus cómplices… y castiga con la muerte civil a quienes lo desafían. El fenómeno de la Corrección Política es extremadamente complejo y cada cual puede tener su propia idea sobre su origen y naturaleza, sin embargo, limitarse a etiquetar de marxismo cultural este enrevesado proceso de control social, del que hoy se aprovechan indistintamente el poder económico y el poder político, capitalistas y colectivistas, gobiernos progresistas y conservadores, no parece tener demasiado sentido, incluso puede resultar contraproducente porque coloca el foco exclusivamente en el viejo marxismo, dejando todo lo demás entre tinieblas. Como fenómeno tiene características novedosas e inquietantes, como su cualidad de mutación y la capacidad de distorsionar la realidad. Lo cierto es que la Corrección Política es como un virus que se propaga por y desde todas partes, también desde posiciones a priori sustitutivas del marxismo, (…). Así pues, nos enfrentamos a un nuevo y temible totalitarismo, una ideología invisible, líquida y polimórfica que desborda las tradicionales fronteras ideológicas. Un monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la razón, a las ensoñaciones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee, aunque sea una identidad imposible. Incrustado dentro del propio poder, compra voluntades, proporciona prebendas a quienes son sus cómplices… y castiga con la muerte civil a quienes lo desafían.

Este totalitarismo inasible que describe el libro, que viene permeando el campo simbólico e institucional de Occidente, está más allá de la política y ciertamente supera con creces el poder de cualquier manifestación electoral. El libro hace especial hincapié en la ingeniería social como alternativa superadora de viejos colectivismos, y al crecimiento de la intervención estatal que, paulatinamente, diseñó una nueva moral como “enloquecidas mutaciones ideológicas que emergen de los escombros de las viejas ideologías; el auge del imperio de los expertos y la dictadura del Bien”. A ese poderoso y autoinmune (este último adjetivo es de una servidora) ecosistema, Benegas lo describe como La Ideología Invisible, cuya capacidad de penetración es tan sofisticada y sutil, como difícil de detectar y polifacética.

Bien vale el uso de estos conceptos de Benegas para analizar una pieza paradigmática: el conocido periodista Ernesto Tenembaum escribió recientemente una nota en la que analizaba lo que para él era un fenómeno que encendía alarmas: “El impactante ascenso de la extrema derecha en la política argentina”. Para abrevar a la condición polimórfica que describe Benegas, es necesario aclarar que Tenembaum no escribe en Granma sino en Infobae, el medio digital más consumido por hispanoparlantes, con alianzas con los medios americanos y europeos más importantes y que es parte la cumbre del poder económico y político. Hegemonía en estado puro.

Ahora bien, no es cuestión acá de discutir con Tenembaum conceptos ideológicos o politológicos que son propios de su cosmogonía, lo que es fundamental es entender de qué manera él siente amenazada dicha cosmogonía por “elementos de un programa político muy consistente que, hasta ahora, la democracia no incluía”. Y tal vez lo más interesante es ver la forma en que esa cosmogonía es parte fundante de un pretérito imaginario social y político argentino que formó y cobijó generaciones de periodistas, políticos e intelectuales. Vale decir, la forma en la que estamos determinados por el Tenembaum Invisible.

Uno de los aspectos que más sorprenden a Tenembaum es la condición de “no marginalidad” de las ideas que, según su entender, “la democracia no contenía”. Es reiterada la forma en la que distintos miembros del periodismo mainstream vienen analizando a la derecha política, pareciera que genuinamente la consideraban ya enterrada o, al menos, condenada a una lejana Nave de los Locos que flotara inocuamente en el Mar de los Sargazos.

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Javier Milei: en la cosmogonía de Ernesto Tenembaum no había espacio para un anarcolibertario porque, aparentemente, él circunscribe la democracia.

Javier Milei: en la cosmogonía de Ernesto Tenembaum no había espacio para un anarcolibertario porque, aparentemente, él circunscribe la democracia.

Tenembaum da especial protagonismo a Joaquín De la Torre y a Miguel Ángel Pichetto por ser dirigentes de círculo rojo, categoría A. Observa estupefacto que figuras centrales de la política local se atrevan a romper la omertá progresista (hecho hasta hace poco impensado) para apoyar a políticos como Giorgia Meloni o Jair Bolsonaro. En esta línea, el periodista intenta escandalizar a su lector mostrando un discurso de Meloni que suscribe De la Torre: “Sí a la familia natural. No a los lobby LGBT. Sí a la identidad sexual. No a la ideología de género. Sí a la cultura de la vida. No al abismo de la muerte. Sí a la universalidad de la cruz. No a la violencia islamista. Sí a las fronteras seguras. No a la inmigración masiva”.

De nuevo, no es la ideología de Meloni o de De la Torre de lo que se trata, sino de la existencia misma de un marco ideológico por fuera del aceptado por el progresismo de Tenembaum lo que desafía al Tenembaum Invisible. De nuevo, no es la ideología de Meloni o de De la Torre de lo que se trata, sino de la existencia misma de un marco ideológico por fuera del aceptado por el progresismo de Tenembaum lo que desafía al Tenembaum Invisible.

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Eduardo Bolsonaro y Joaquín de la Torre: ¿Es el mismo De la Torre que defendía Felipe Solá contra Aldo Rico? ¿Es el mismo Joaquín De la Torre a quien Sergio Massa llamaba 'mi hermano'?

Eduardo Bolsonaro y Joaquín de la Torre: ¿Es el mismo De la Torre que defendía Felipe Solá contra Aldo Rico? ¿Es el mismo Joaquín De la Torre a quien Sergio Massa llamaba 'mi hermano'?

El texto se detiene también en Eduardo Bolsonaro, hijo del Presidente del Brasil, cuyas andanzas son fuente de perturbación permanente para Tenembaum que las enumera, generoso, siempre tratando de provocar la irritación empática de quienes lo siguen. Pero, notablemente, en esa enumeración de ofensas realizadas por el pequeño Bolsonaro cita que el susodicho posteó una foto usando “una remera estampada con la figura de un perro haciendo sus necesidades sobre el símbolo de la hoz y el martillo”.

La hoz y el martillo son el símbolo de una ideología que masacró a 140 millones de personas, literalmente la ideología más asesina de los últimos tiempos. ¿Por qué esa remera ofende a Tenembaum? ¿Qué defiende, en el fondo, el Tenembaum Invisible? La hoz y el martillo son el símbolo de una ideología que masacró a 140 millones de personas, literalmente la ideología más asesina de los últimos tiempos. ¿Por qué esa remera ofende a Tenembaum? ¿Qué defiende, en el fondo, el Tenembaum Invisible?

La figura del moralista, del censor, del señalador de pecados es propia de cualquier sociedad y vieja como las montañas. Siempre han existido guardianes de lo correcto que dictaminan cuáles son las visiones legítimas y cuáles aquellas que atentan contra el sistema. En este sentido, el moralista ha de custodiar la visión hegemónica de ataques venidos de la periferia del sentido. Las alarmas suenan cuando ocurre alguno de estos dos eventos:

  • O que una mayoría evidente de la población muestre descreimiento e irritación frente a la autoridad de los guardianes;
  • O que miembros destacados de dicha población (famoso o poderoso: Musk, Trump, Milei o Susana Giménez, el mecanismo es el mismo) pongan en duda una o más premisas de esa cultura.

Los guardianes de la moral sólo empiezan a preocuparse cuando una masa significativa o un personaje destacado (famoso o poderoso) cuestiona premisas hegemónicas que no se consideran debatibles. En el caso que nos ocupa: “el ascenso de la extrema derecha en Argentina” ocurre que los dos eventos se dan en simultáneo. Lo que muestra Tenembaum al escribir la nota es que una mayoría significativa sumada a personajes centrales están jugando en los campos del Señor, están hablando de lo que no se debería hablar.

Pero, de nuevo, lo que cabe analizar no es Tenembaum como periodista, sino la multiplicidad de elementos constitutivos de la cosmogonía que Tenembaum protege. El rastreo del Tenembaum Invisible que subyace por fuera de lo que Tenembaum haga o diga.

De nuevo: “una ideología invisible, líquida y polimórfica, con vida propia que apela a las emociones y no a la razón. Incrustada dentro del propio poder, que castiga con la muerte civil a quienes la desafían”. Por eso resulta significativa su apelación a la peligrosidad del ingreso de lo que se suponía en la periferia a la centralidad del debate. Periferia y extremo aquí funcionan de sinónimos despectivos que ponen en peligro su idea del Bien.

Una vez que el Tenembaum Invisible determina lo que es correcto discutir y lo que se cae al extremo, todo lo que no se ajuste a la corrección será peligroso y negativo. Volvamos a la tipificación de Tenembaum: “Terroristas, okupas, militares, eliminación de planes sociales constituyen elementos de un programa político…”.

Lo que está enumerando son los ítems que el Tenembaum Invisible ya había dado por cerrado-clausurado según su propia ideología, veamos:

  • Terrorista es mala palabra porque reabre el debate sobre la guerrilla marxista setentista de una manera perniciosa para los perpetradores de actos criminales que el Tenembaum Invisible ha amnistiado o justificado.
  • Okupas es mala palabra porque negativiza un accionar que el Tenembaum Invisible avala, amparado en una victimización propia de una ideología que criminaliza la propiedad y castiga el mérito.
  • Militares es mala palabra porque antagoniza con el terrorismo amnistiado que es la base del poder fáctico del Socialismo de Siglo XXI.
  • La Eliminación de Planes Sociales es mala palabra porque ataca el corazón mismo del rol del Estado como deidad capaz de solucionar el Mal y proveer el Bien, la deidad que sostiene al sistema que no se puede cuestionar.
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En el mundo de Ernesto Tenembaum sólo hay proscripción desde la izquierda.

En el mundo de Ernesto Tenembaum sólo hay proscripción desde la izquierda.

Resulta notable que Tenembaum asocie la hiperintervención estatal con los principios liberales; y más notable aún es que considere a Cardoso (FHC) un conservador, cosa que demuestra que existe una mitad del cartabón ideológico que sencillamente él desconsidera.

Pero si algo revienta todos los récords de sorpresa es que relacione a quienes pretenden defender la propiedad privada y el achicamiento del Estado con Corea del Norte. Sería piadoso que alguien rescate al periodista de su esquizofrenia política. Pero si algo revienta todos los récords de sorpresa es que relacione a quienes pretenden defender la propiedad privada y el achicamiento del Estado con Corea del Norte. Sería piadoso que alguien rescate al periodista de su esquizofrenia política.

La aludida nota de Tenembaum, sin embargo, pone al descubierto un problema aún más profundo: el Tenembaum Invisible que habita en el corazón del poder argentino. Cita una votación en la Cámara de Diputados en la que se aprobó una ley para prohibir el desalojo de usurpaciones que además brinda privilegios y prebendas a quienes cometen el delito de atentar contra la propiedad. Sólo el 0,8% de los diputados nacionales se opusieron a esta norma.

Expuesta ya adscripción ideológica de Tenembaum, se desprende que el periodista comulga con la norma votada, sintiendo él que es una obligación de la sociedad para con los más vulnerables. El propósito de estas líneas no es discutir la visión de Tenembaum, sino poner de manifiesto que el 99,2% de los diputados o bien avaló o simplemente no confrontó con el Tenembaum Invisible, que es esa cosmogonía que se citaba al principio y que está líquidamente presente en el accionar de diputados de izquierda, de centro y de derecha.

¿Está el 99,2% de la sociedad de acuerdo con las usurpaciones? Claramente no. En consecuencia los diputados que defienden la propiedad privada se tendrían que haber encadenado a la cúpula del Congreso, es La Libertad misma lo que está en juego. Pero no. El Tenembaum Invisible tiene un influjo tan extendido, tan subyacente, tan tácito que está presente en la forma en que la inmensa mayoría del arco político entiende que debe funcionar la sociedad. ¿Está el 99,2% de la sociedad de acuerdo con las usurpaciones? Claramente no. En consecuencia los diputados que defienden la propiedad privada se tendrían que haber encadenado a la cúpula del Congreso, es La Libertad misma lo que está en juego. Pero no. El Tenembaum Invisible tiene un influjo tan extendido, tan subyacente, tan tácito que está presente en la forma en que la inmensa mayoría del arco político entiende que debe funcionar la sociedad.

Poco importa el periodista Ernesto Tenembaum, es la cosmogonía que él expresa en su nota icónica, lo que cuenta.

Diputados
Diputados: el 99,2% de esta gente se encuentra a favor de vulnerar la propiedad privada en nombre de lo políticamente correcto.

Diputados: el 99,2% de esta gente se encuentra a favor de vulnerar la propiedad privada en nombre de lo políticamente correcto.

De hecho es necesario romper una lanza por Tenembaum: a diferencia de la casi monolítica mayoría de la clase política argentina, él sí reconoce y describe el divorcio entre su cosmogonía hegemónica y la manifestación popular que lo alarma: “El impactante ascenso de la extrema derecha”.

Tenembaum hace un diagnóstico correcto respecto de la pérdida de legitimidad de esa hegemonía, aquella que Benegas distingue como el “monstruo con vida propia que apela a las emociones y no a la razón, a las ensoñaciones y no a la realidad, que promete proporcionar aquello que cada uno desee”.

Es Tenembaum, y no los diputados, quien vocifera que los márgenes le están compitiendo al centro y que crecen elementos políticos que piden discutir aquello de lo que, los guardianes, habían prohibido hablar, lo que “la democracia no contenía”. La idea del Bien representado por la hegemonía simbólica es lo que está puesto en duda: Tenembaum lo ve, la política no.

Mientras una importante porción de la sociedad, condenada a los márgenes, avanza sobre la centralidad en abierto cuestionamiento a la hegemonía, las élites que de esta se benefician, perciben ese avance como un ataque a su ecosistema y al marco ideológico que lo sustenta.

Esta tensión atenta contra el control social que es el activo más importante de todo proyecto de poder colectivista, esto, como decía Benegas, excede por lejos las viejas categorías, es un nuevo y temible totalitarismo, que desborda las tradicionales fronteras ideológicas.

La ingeniería social que construyó este sistema expulsa a sus retadores en nombre de la democracia, aunque esto implique poner en tela de juicio el concepto básico de democracia. Si la respuesta a los fenómenos políticos que cuestionan la hegemonía cultural y la cosmogonía de las élites va a ser un abroquelamiento totalitario alrededor del axioma: «La Democracia Soy Yo«, crecerá, en consecuencia, el repudio a la democracia.

Es urgente tomar conciencia del peligro que esto significa porque, como decía el gran Jean-François Revel, así terminan las democracias.

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