Este jueves (02/06) el diputado de La Libertad Avanza, Javier Milei, abrió el debate sobre la venta de órganos, durante una entrevista con Jorge Lanata, quien en 2015 se sometió a un trasplante de riñón.
DEBATE CON LANATA
Milei, a favor de la venta de órganos: La ventana de Overton
Javier Milei planteó, en diálogo con Jorge Lanata, estar a favor de la venta de órganos. Abierto el debate, compartimos una nota de opinión de hace 7 años.
Durante una extenso diálogo con el periodista, Javier Milei se mostró a favor de la venta de órganos al considerar que se trata de “un mercado más”.
“El problema es: ¿por qué todo lo tiene que estar regulando el Estado? Hay estudios hechos en Estados Unidos que demuestran que si vos dejaras esos mercados libres, funcionarían muchísimo mejor y tendrían menos problemas. Es una decisión de cada uno”, argumentó el economista libertario.
Y agregó: “Mi primera propiedad es mi cuerpo. ¿Por qué no voy a poder disponer de mi cuerpo? ¿Acaso el Estado no dispone de mi cuerpo, cuando en realidad me roba más del 50% de lo que genero? O sea, hay un doble standard: para que el Estado me esclavice, entonces sí, pero si yo quiero disponer de una parte de mi cuerpo por el motivo que fuera, ¿cuál es el problema?”.
Por su parte, Jorge Lanata escuchó atentamente la postura de Milei y contó la experiencia personal que vivió mucho tiempo antes de someterse al transplante. “Cuando empezó todo mi problema, un día me vienen a ver y me preguntan, ¿por qué no comprás un riñón en Bolivia? Y yo no puedo comprar un riñón... El problema de la discusión de los órganos me parece que no está en el hecho de la disponibilidad de la persona, sino que está en el hecho de tasar en dinero algo que es irremplazable”, planteó el periodista.
Javier Milei insistió en que “si había un precio, alguien se lo puso”, además de sugerir que “la persona que está haciendo eso, probablemente haya algo que lo lleve a tomar esa decisión”.
“La desesperación Javier, el hambre...”, interrumpió Lanata, dando muestra que la justificación de Milei no lo convencía del todo.
"Es una decisión del individuo. Es decir, ¿quién soy yo para meterme con el cuerpo de otra persona? El que decidió venderte el órgano, ¿en que afectó la vida, la propiedad o la libertad de los demás? ¿Quién sos vos para determinar qué tiene que hacer él con su vida? Si es su vida, su cuerpo, su propiedad”, replicó el diputado libertario.
A raíz de este debate planteado por Milei, Urgente24 decidió compartir una nota de opinión que Gustavo Hernández Baratta escribió en 2015, a propósito del transplante de riñón al que había sido sometido Jorge Lanata, y que en ese entonces no fue publicada, pero sí se publicó una entrevista radial en que la se habló de esta cuestión.
"La ventana de Overton, ahora la sociedad parece dispuesta a escuchar este tipo de argumentos, y el debate se cuela de la mano de Milei", explicó Hernández Baratta en diálogo con Urgente24, y compartió nuevamente su nota con este medio.
En pocas palabras, la ventana de Overton se refiere a una teoría política -estudiada por Joseph Overton- que describe cómo se puede cambiar la percepción de la opinión pública para que las ideas que antes se consideraban descabelladas sean aceptadas a largo plazo.
Aquí, la nota de Gustavo Hernández Baratta (2015), que ahora recobra particular interés en el contexto del debate planteado por el libertario.
Sin el riñon de Kiwi
La solución no es el amor, sino la libertad.
Felizmente Jorge Lanata se reintegró a su programa radial después de la operación de transplante de riñon al que fue sometido hace unos 15 días. Después de años de espera y diálisis su mujer Sara pudo donarle un riñon a un joven, para que la madre del joven se lo donara a Lanata. Una operación conocida como swap, que no está prohibida por la ley, pero que -aún así- requirió venia judicial porque el INCUCAI no la autorizaba. El periodista busca ahora que la ley refleje esa posibilidad para que muchos otros puedan poner en práctica lo que a él le ha salvado la vida.
Lo que la ley no prohibe
Dice el artículo 19 de la Constitución de la Nación Argentina: " Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe."
Aunque la ley no lo prohibe, INCUCAI no aprobó el transplante sin previa autorización judicial.
¿Cuántas veces escuchamos o leemos que personas reclaman leyes que autoricen cosas aún cuando no hay leyes que lo prohiban? El artículo 19 es letra muerta. Las personas saben que el Estado puede en cualquier momento prohibir hasta por resolución municipal cualquier asunto y apelan al recurso de pedir una ley para obtener alguna endeble garantía de que no serán perseguidos por ejercer una actividad que no está explicitamente prohibida. Una madeja enorme de leyes, decretos, edictos y bandos casi imposibles de escudriñar hacen que los ciudadanos temamos represalias y apelemos al recurso de pedir permiso.
El éxito de la operación y la salud de las 4 personas involucradas, sumado a la enorme popularidad del periodista ayudará a que una ley "habilite" y "haga legal" el método. Bienvenida la posibilidad que salvará más personas. Pero, ¿cuáles son finalmente nuestros derechos? ¿Acaso tenemos alguno?
¿De quién es tu cuerpo?
Si se requiere autorización de un juez para que dones un órgano, tu cuerpo no es tuyo. Tu cuerpo es un "bien social", ésto és, tu no tienes derecho a disponer de él, ese derecho te es concedido parcialmente de acuerdo a lo que disponga la ley. Si tu cuerpo fuera tuyo, podrías donar un riñon a quien quisieras, incluso podrías venderlo. Ni siquiera cuando mueras tu cuerpo será tuyo o de tus deudos. Tu podrás disponer de él únicamente de acuerdo a lo que la ley dispone, es decir, dentro del marco que otros -tus verdaderos dueños- disponen. El Estado es dueño hasta de tu carroña.
Es grande la repulsa a la idea de la venta de órganos e inmediatamente surge la imagen del ricachón quedándose con el hígado de un pobre por dos pesos. Sin embargo poco nos preguntamos por qué otros tienen el derecho a decidir por nosotros que es bueno y que es malo para nosotros mismos. No nos preguntamos por qué nuestras propias valoraciones no tienen importancia alguna ni siquiera en relación al propio cuerpo. Ni siquiera en relación al propio cuerpo ya sin vida.
Se nos dice que es por nuestro propio bien, sin embargo las consecuencias son, para variar, nefastas: personas que la ciencia de los transplantes podría salvar mueren a causa de leyes que lo impiden. Si hoy yo muero, apelarán a mi "altruísmo" o al de mi familia para que mis organos sean donados a personas que ni ellos ni yo conocemos, sin embargo me impedirán dejar sentado que al momento de mi muerte mis órganos puedan ser vendidos con beneficio a los que verdaderamente amo.
Me invitan a ser generoso con desconocidos pero me impiden serlo con los míos. ¿Con qué derecho me lo impiden? ¿De qué me protegen?
Disponer de mí por mi propio bien, ese es el argumento.
Podrá decirse que la ley no me obliga a donar mis órganos y es verdad, tampoco se me escapa que hay voces que han reclamado la obligatoriedad de la donación, lo que significa la expropiación lisa y llana de visceras y tejidos de los muertos aptos, como solución al problema que se deriva de la normativa vigente: la absoluta escasez de organos para transplante. Para algunos, lamentablemente muchos, restringir libertades es la solución para todo. Mientras tanto, en promedio, solo 13 donantes por millón de habitantes, 555 donantes en todo el 2014.
En el caso de transplantes de hígado y riñon, la posibilidad de que un familiar done un riñon (o una porción de su hígado), mejora la cantidad de transplantes totales. 893 transplantes de riñon de donantes fallecidos y 364 de donantes vivos, 326 transplantes de hígado con donante fallecido y 33 con donantes vivos. Mientras tanto más de 6300 personas esperan transplante renal o hepático. Y se registran casi 28 mil pacientes con insuficiencia renal crónica terminal, sometidos a diálisis. Todo mientras la ciencia tiene una solución a su padecimiento.
La libertad, verdadera solución
La ley permite que un familiar (o persona muy próxima) done un riñón o una porción de hígado. Se trata de los donantes vivos. El caso de Jorge Lanata -sobre todo la salud de su mujer, que a pocos días de la ablación de un riñón vive saludable y totalmente recuperada- evidencia que desprenderse de un riñon puede no ser en absoluto traumático. El problema es que no siempre los familiares o próximos son compatibles (y no siempre están dispuestos, además). El swap abre una posibilidad pero siempre hablando en términos de personas sometidas al mismo problema y a las mismas limitaciones. Eso restringe la posibilidad de los 28 mil pacientes terminales que necesitan transplante. El caso de transplante de hígado es muy similar. Una porción pequeña de hígado permite restituir las funciones biliares del paciente terminal. Sin mayor problema para el donante.
Después tenemos todos los órganos y tejidos que no pueden ser transplantados de un humano vivo, y que hoy dependen de la buena voluntad de donantes anónimos. A fines de 2014 unos 3700 pacientes, mayoritariamente de córneas, corazon y pulmones. Miles de personas para las que, con las cifras actuales de donantes no habrá solución. Faltan donantes y no todos serán aptos.
¿Qué pasaría si la sociedad en vez de restringir la libertad del individuo, en vez de desconocer su derecho sobre el propio cuerpo, permitiera la comercialización de órganos? Y, ¿qué razonables son los temores que llevan al legislador a desconocer el más elemental de los derechos del hombre para impedirle actuar de acuerdo a su entender y disponer de su cuerpo en propio beneficio o en el de sus seres próximos? Un análisis cuidadoso permite aventurar que se trata de falacias, preconceptos, ideas falsas.
El caso más fácil de discernir es el de aquel que establece que al momento de su muerte sus órganos pueden ser vendidos y que los beneficiarios deban ser explicitados en vida. La ley, en vez de restringir esa voluntad, puede imponer condiciones que impidan que otros actúen de mala fe. Como la compatibilidad con los receptores sería determinante, no todos los que dispongan la venta podrían efectivamente vender sus órganos, lo que también desalentaría el "morirse para vender el propio cuerpo". Lo que sí es esperable que la oferta supere ampliamente la demanda (miles de personas mueren cada año) lo que redundaría en un doble beneficio: una mayor expectativa de quienes padecen enferemedades que requieren transplante y que el precio de los órganos no suba indefinidamente. Yo mismo, que tengo familia que depende de ingresos que solo serán generados mientras viva, no tendría ningún problema en beneficiarlos al momento de mi muerte con el fruto de la venta de mis órganos. ¿Qué diferencia hay con un seguro de vida?
En el caso de la venta de un órgano no vital por parte de una persona viva, es lógico que haya personas que teman por los más vulnerables de la sociedad. Temores en algunos casos sinceros, en otros hijos de la soberbia. Quizá haya alguien que venda un riñon para comprarse una moto, pero ¿quién soy yo para decidir por él? Lo único realmente importante es que no haya criminalidad. Y los crímenes no se resuelven limitando la libertad de las víctimas sino persiguiendo a los criminales.
Finalmente, habrá voces que se alcen preguntándose "si hay que comprar un corazón, entoces solo los pudientes podrán transplantarse". A ellos, tres comentarios. Primero, hoy buena parte de los que están en lista de espera no recibirán transplante por falta de órganos, y esta propuesta puede reducir o eliminar ese problema. ¿Estaremos mejor o peor? Segundo ¿Qué será más barato para los servicios de salud, asumir los costos del órgano o vivir pagando medicamentos y tratamiento para paliar los efectos de enfermedades crónicas que pueden ser resueltas con un transplante? Finalmente, siempre habrá personas que donen sus órganos. Después de todo, hoy las hay y nada hace suponer que en el futuro no las habrá, así como hay personas que ayudan desinteresadamente a otros. La filantropía de esas personas servirá tanto o más que hoy, ya que junto a lo que otras harán por interés ayudarán a resolver la situación de muchos miles de enfermos.
Por qué no dejamos que sea el hombre, libre, quien aporte la solución mirando su propio interés.
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