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NO HAY PLATA

"Sueldos de miseria": Crece la rebelión silenciosa en el gabinete y esperan que Milei les tire un centro

Los sueldos de los funcionarios del gabinete de Javier Milei ya no alcanzan para vivir. Nadie se atreve a decirle al Presidente que necesitan un aumento.

La tensión dentro del Gobierno empieza a sentirse puertas adentro. Lo que hasta hace algunos meses era apenas un murmullo, hoy se transformó en una preocupación instalada entre ministros, secretarios y subsecretarios: los sueldos de miseria que ya no alcanzan para vivir.

Los salarios del gabinete mileísta están congelados y la inflación de los últimos dos años licuó los sueldos al punto de volverlos “insostenibles”, según reconocen en privado varias voces del oficialismo.

La decisión final, como todo lo relevante en la administración libertaria, está en manos de Javier Milei. A su vez, cualquier movimiento deberá contar con el aval de su hermana y secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, quien desde que arrancó la gestión se opuso a cualquier incremento que pudiera generar un impacto político negativo.

Pero en los pasillos de Casa Rosada el malestar crece. “No estamos pidiendo un aumento: estamos pidiendo recuperar lo que se perdió durante dos años”, explica un funcionario con despacho en Balcarce 50. La frase se repite entre quienes, incluso ocupando cargos estratégicos, hoy ganan menos que varios asesores legislativos o directores de organismos descentralizados.

Sueldos que no alcanzan y puestos que nadie quiere firmar

En el Gobierno admiten que el congelamiento salarial iniciado en los primeros meses de 2024 tenía lógica política cuando Milei buscaba mostrar austeridad extrema. Pero la inflación acumulada dejó al Ejecutivo desfasado y creó un problema inesperado: cada vez es más difícil conseguir gente dispuesta a asumir cargos de alta responsabilidad.

“Nadie quiere poner el gancho. Las firmas son pesadas y el sueldo no lo acompaña”, describe otro referente libertario. En varios ministerios aseguran que las renuncias y los pases al sector privado aumentaron en los últimos meses. El diferencial es enorme: un ministro percibe cerca de $3,5 millones, mientras que un gerente medio en el sector privado ya supera cómodamente esa cifra.

“Hay subsecretarios manejando presupuestos gigantes, firmando resoluciones sensibles, y cobrando menos que un jefe administrativo en una empresa”, grafica un asesor que admite estar pensando en dejar su cargo.

El contraste que irrita a a los funcionarios del Gobierno: el sueldo de un senador

Entre las comparaciones que más molestan está la diferencia con el Congreso. Mientras un ministro del Poder Ejecutivo gana alrededor de $3.584.000, un senador nacional percibe unos $9.500.000. El Presidente, por su parte, ronda los $4 millones brutos, cifra que también quedó rezagada frente a la actualización automática que tuvieron otros poderes del Estado.

Un secretario cobra cerca de $3.282.000 y un subsecretario apenas $2.981.000, valores que quedaron completamente desactualizados frente a la inflación del período.

El dilema de Milei: recomponer o sostener el discurso anti-casta

Aunque en el Gobierno reconocen que la recomposición es inevitable, el problema es político. La narrativa libertaria (austeridad, motosierra, fin de la “casta”) convierte cualquier aumento salarial para funcionarios en un riesgo de desgaste público.

A eso se suma que la Casa Rosada planea nuevos recortes para 2026, incluidos ajustes del 10% en la estructura del Estado y la simplificación de organismos. La imagen de un gabinete recibiendo aumentos mientras se anuncian despidos podría generar un costo político que Milei no está dispuesto a pagar sin medir cada detalle.

La presión interna ya no se oculta

Pese a las resistencias, en el entorno presidencial admiten que “la situación está al límite” y que una recomposición podría llegar antes de fin de año. No solo para evitar más renuncias: también para garantizar que los lugares clave del Ejecutivo puedan ser ocupados por profesionales calificados.

“Si no ajustan los sueldos, el Estado se va a quedar sin gente capaz de tomar decisiones complejas. Es así de simple”, resume un funcionario que ya presentó su renuncia una vez este año.

La pelota está en manos del Presidente. Y en un Gobierno donde cada gesto se mide milimétricamente, cualquier movimiento puede despertar críticas tanto afuera como adentro.

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