Denominado C/2017 K2 o con la abreviatura K2, se consideraba hasta hace poco el cometa activo más lejano jamás visto. Sin embargo, recientemente cedió su puesto al Bernardinelli-Bernstein, detectado el año pasado.
Lo llamativo de K2 es que comenzó a arrojar gas y polvo en el Sistema Solar exterior lejano, ya que es más típico que objetos como este se despierten alrededor de la órbita de Júpiter, mucho más cerca.
A cinco años de ser descubierto, el cuerpo helado finalmente pasará a 270 millones de kilómetros de la Tierra.
Suponiendo que K2 sobreviva al viaje y continúe brillando, un artículo en el portal EarthSky predijo que con telescopios pequeños las personas podrán admirarlo en el cielo, aunque no a simple vista. Además, será necesario estar alejado de la contaminación lumínica para localizarlo.
"Cuanto más oscuros sean los cielos, mejor será el contraste", aconsejó EarthSky.
Sumado al espectáculo, los científicos de los distintos observatorios del mundo podrán determinar el tamaño del núcleo del cometa.
Las primeras observaciones del Telescopio Canadá-Francia-Hawaii (CFHT) sugirieron que podría ser de entre 30 a 160 kilómetros de ancho. Pero las observaciones del telescopio espacial Hubble sugirieron que podría tener 18 kilómetros como máximo.
Hubble también informó que la coma o atmósfera difusa de K2 probablemente consista en oxígeno, nitrógeno, dióxido de carbono y monóxido de carbono, todos pasando de sólido a gas a medida que se calienta.
De momento, tal como sucedió con casos similares, todas las predicciones sobre la actividad de los cometas están sujetas a cambios, ya que son objetos propensos a desmoronarse o brillar de manera impredecible cuando se acercan al calor y a la gravedad del Sol.
Fuente: space.com
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