Introducción necesaria: 'Woke' es un adjetivo derivado del inglés afroestadounidense que significa "alerta al prejuicio racial y la discriminación". 'Woke' era usado describir a las personas que han despertado (de "wake up", en inglés) a las cuestiones progresistas, y están alertas a las injusticias. Avanzando en el tiempo, lo utilizó la 'Cultura del Multigénero' (sexual) para incluirlo en la 'Doctrina de la Cancelación'. Por eso hoy se habla de 'Cultura Woke'. Y Disney es el paradigma.
LA MUERTE DE HOLLYWOOD
Guerra cultural (1/3): La 'cultura Woke' destruyó a Disney
La 'cultura Woke', la 'doctrina de la cancelación' y toda la aberración 'progresista' destacan en el menú de Hollywood. Disney lo compró e inició su caída.
Evan Smith, profesor visitante de la Universidad Flinders (Australia) y autor de 'No Platform: una historia del antifascismo y los límites de la libertad de expresión', dijo a CNN que en el Reino Unido, 'Woke' se utiliza para "describir todo lo que antes podía calificarse de 'políticamente correcto'". (Pregunta ¿quién define qué es 'políticamente correcto'?).
Samuel Hayat, investigador de política en el Centro Nacional de Investigación Científica o CNRS (Francia), dijo que muchos veían lo 'Woke' como una "atroz importación estadounidense de teorías sobre la raza, el poscolonialismo y el género, que suponen un riesgo para los valores y la identidad franceses".
Y, de pronto, la corporación Disney decidió militar en la 'Cultura Woke'. Difícil conocer cómo comenzó pero todos sus productos y acciones quedaron condicionados por lo 'Woke' a partir de que el Multigénero se instaló en el centro de su agenda, desplazando al entretenimiento familiar. Ahora, nada funcionó tal como se esperaba y Disney ingresó a una crisis intensa. Tanto The Wall Street Journal como Seeking Alpha han estableciedo una conexión entre el 'Woke' de Disney y el fracaso de la popularidad de sus productos. El WSJ publicó un artículo de opinión titulado "Wokeness Hobbles Disney as It Faces the Streaming Challenge" (Wokeness hace cojo a Disney, que enfrenta el desafío del streaming).
Vamos ahora a un fragmento de la columna de Karina Mariani en La Gaceta de la Iberosfera. El título original es: 'Los Óscar de Hollywood han muerto, ¡viva el cine!'. En Urgente24 nos tomamos una pequeña licencia de retitularlo al considerar que el ejemplo más evidente de esto es lo que está :
"Si algo hay que reconocerle al progresismo es su profusa, musculosa, insomne y punzante voluntad de imponerse. El espíritu moralizador de la izquierda no descansa jamás, no se toma una cerveza en la esquina, no hace una clase de yoga, no se compra un par de zoquetes, sin que medie su necesidad de moralizar como sea y el como sea es siempre contra natura.
De manera tal que tampoco, ilusos, podemos esperar que hagan una película sin que con ella traten de enseñarnos la manera de ser bondadosos, según la vara de la bondad que sólo ellos poseen por designio divino. Pero como no pueden dejar todo librado al adoctrinamiento, si el taladro aleccionador al que nos someten no obtiene el 100% de efectividad terminarán prohibiendo, censurando y regulando. Viejo apotegma que deberíamos recordar a diario: No existe socialismo sin autoritarismo.
Cuestión que érase una vez en Hollywood, cuando los sumos sacerdotes del wokismo decidieron pisar el acelerador barranca abajo y empezaron a acometer contra la libertad creativa en la meca del cine. Un hito clave en este ataque fue la viralización del hashtag #OscarsSoWhite de 2015 que resumía el activismo feroz que caracterizaba la histeria previa a la era trumpista. Pero si la curva era paulatina, los anabólicos recibidos durante los ataques y levantamientos surgidos al calor de Black Lives Matter terminaron de hacer su trabajo y el 8 de septiembre de 2020 la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas anunció nuevos estándares de representación e inclusión para la elegibilidad de los Premios Óscar como parte de su Academy Aperture 2025 initiative implementado para los famosos premios requisitos de diversidad obligatorios.
Ese extenso listado de requisitos comenzará a regir para la próxima entrega de los doraditos premios durante la próxima ceremonia número 96 en marzo de 2024. Los productores y directores de cine deberán presentar a la Academia un expediente que señale el tono de piel o rasgos físicos que la Academia incluye bajo la anacrónica categoría llamada «raza», el género en función de sus infinitas variantes y autopercepciones, la orientación sexual y… atentos a esto porque nunca dejan de sorprender: el estado de discapacidad tanto de los miembros del elenco como del equipo de producción y marketing de su película.
¡Espero que Disney tenga que declararse en bancarrota por su obsesión por "despertar"! #GoWokeGoBroke
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No adherirse a este delirio podría sacar a una producción millonaria de la carrera para mejor película, en caso de que la pieza no demuestre que en su realización empleó en al menos dos estándares, a suficientes personas: asiáticas ó Latinx (la x viene del original) o Afroamericanas o Indígenas/Nativo americanas/Nativas de Alaska o de Medio Oriente ó del Norte de África o Nativo de Hawai u otras islas del Pacífico. También inscriben un apartado, porque uno nunca sabe, para: otra raza o grupo étnico subrepresentado (ahora que la administración Biden encontró extraterrestres podrían incluirlos de forma inmediata). En el mismo punteo se incluyen personas con discapacidades o que se identifican como LGBTQ+.
Las personas dentro de la industria del espectáculo vienen mostrando una sumisión perruna a estas directrices ideológicas ya sea por convicción o por temor a la cultura de la cancelación que en Hollywood posee un peso gravitacional mayor que en otras partes del planeta, de manera tal que en adelante, las películas más valoradas incluirán estos requisitos en: Lo que se ve en la pantalla (estándar A), para el equipo (estándar B), respecto del acceso (estándar C) que además solicitará a productoras que financien pasantías para grupos subrepresentados. Finalmente lo mismo correrá para el desarrollo de la audiencia (estándar D) respecto de altos ejecutivos en los equipos de marketing, publicidad o distribución.
Vale decir que en las pelis «al menos uno de los actores principales debe ser de un grupo racial o étnico subrepresentado» y «el 30% de los actores en roles secundarios deberán pertenecer a grupos subrepresentados como LGBT+ y personas con discapacidades cognitivas o físicas», y la trama debe «centrarse en un grupo subrepresentado».
Fuera de la pantalla, «los principales productores deben tener al menos dos miembros de un grupo subrepresentado en su personal», y «seis miembros del equipo técnico/equipo deben ser de esos mismos grupos subrepresentados», y «los altos ejecutivos de la película también deben cumplir con ciertos umbrales para esos grupos subrepresentados». Las reglas se extienden incluso a los pasantes ya que las producciones deben tener «al menos dos pasantes de grupos subrepresentados, y esas oportunidades deben priorizarse». Y eso no es todo, también habrá Policía de la Diversidad para realizar controles al azar para garantizar que los productores no falsifiquen los números en sus formularios.
Si repasamos las obras y creadores de humor de todos los tiempos, veremos que la inmensa mayoría de las piezas que hicieron reír a nuestros abuelos, padres y a nosotros mismos hasta hace pocos años, son actualmente motivo de cancelación. Los canceladores sagaces no mandan al cadalso a Benny Hill, a Groucho, a Les Luthiers o a Peter Sellers, pero todos y cada uno de los temas y formas que los grandes genios del humor utilizaron son hoy objeto de censura.
Al igual que ocurre con el humor pasaría con las películas que más amamos de todos los tiempos. Si estos desgraciados corsés a la creatividad se hubieran aplicado en el pasado, no habríamos podido ver: Lo que el viento se llevó, El mago de Oz, Ciudadano Kane, La Fiesta Inolvidable, Casablanca, Cantando bajo la lluvia, El padrino, La guerra de las Galaxias, La lista de Schindler y tantas, tantas más. El 99% del cine occidental no pasaría la revisión de estos neosavonarolas.
Por cierto no están solos los wokistas de la Academia, también los Premios de Cine de la Academia Británica, conocidos como BAFTA, anunciaron criterios woke para la categoría de Mejor Director que serán «neutrales en cuanto al género» para incluir directores que se identifiquen como no binarios. Para 2024, los principales directores femeninos, masculinos y directores no binarios serán preseleccionados hasta un máximo de 17, manteniendo la paridad de género entre directores masculinos y femeninos.
Emma Baehr, Directora Ejecutiva de Premios y Contenido, dijo: «Los cambios a las reglas de 2024 reflejan el compromiso continuo de BAFTA de usar nuestros Premios para ayudar a lograr un cambio cultural significativo en las industrias de pantallas y nuestros esfuerzos continuos para nivelar el campo de juego a través de procesos equitativos, transparentes y sólidos».
La buena noticia es que los aprendices de hechiceros no se gastan en disimular. Están utilizando premios cuyo prestigio no construyeron «para ayudar a lograr un cambio cultural significativo en las industrias de pantallas y nuestros esfuerzos continuos para nivelar el campo de juego a través de procesos equitativos, transparentes y sólidos». Estos premios ya no premian el logro sino la obediencia. Entonces, la pregunta es, cuál sería su valor más allá de apuntalar la ideología woke en constante avance.
Y para no perder el hilo, la Academia también establece una Oficina de Representación, Inclusión y Equidad que brindará capacitación obligatoria para todos los miembros y personal sobre «sesgo inconsciente respecto de raza, etnia, historia, oportunidad y el arte de hacer cine», y sobre «los cambios sistémicos necesarios en el reparto, la escritura de guiones, la producción, la dirección y la financiación de películas para brindar oportunidades a las mujeres y las personas de color y ayudar a crear una nueva narrativa para la recuperación».
Además, el Museo de Cine de la Academia ahora está «comprometido con la construcción de una organización inclusiva y antirracista que contextualizará y desafiará las narrativas dominantes en torno al cine y construirá relaciones auténticas con comunidades diversas».
A mayor abundamiento, la influyente Asociación de Críticos de Cine de Los Ángeles (LAFCA) ya no otorgará premios a una mujer por ser «Mejor actriz» o a un hombre por ser «Mejor actor» siguiendo el ejemplo de los premios Spirit y Gotham. Parece una parodia pero no, los comités de premios deberán elegir no sólo una colección equitativa de actuaciones, sino que los nominados deberán representar cada espectro identitario. Mucho más simple hubiera sido anular toda categorización, pero el virtue signalling no habría sido suficiente. La ostentación ante todo.
Ni la Academia ni otros premios prestigiosos habían tomado nunca un enfoque abiertamente militante para controlar el arte pero en los últimos años las películas han comenzado a inundarse de bajadas de línea hiperideologizada sobre una izquierdista visión de Occidente, de su historia y de su presente. Los últimos ganadores de los Óscar instintivamente respetaban esta tendencia, por ejemplo la ganadora de 2022 Todo a la vez en todas partes», tuvo un elenco mayoritariamente asiático. La de 2021, Nomadland se centra en una viuda en quiebra que viaja por los Estados Unidos en una camioneta y la de 2020, Parasite, se basa en familias de Corea del Sur. Vale decir que la presión ideológica de la academia ya viene domesticando las grandes producciones y quienes conocen el sesgo ideológico de Hollywood saben qué es lo que tienen que hacer para obtener la estatuilla.
Pero el wokismo se ha querido asegurar que los bajos rendimientos tanto en taquilla como en rating de la ceremonia de entrega de los premios no terminen logrando que los productores entren en razón se alejen de los designios políticamente correctos. La vertiginosa forma en que la industria más glamorosa de todos los tiempos pierde dinero y poder no es un secreto. Los Óscar se han vuelto un evento de autocomplacencia sobrevalorado, cuya audiencia decrece año a año y que sólo sirve para que uno de los grupos de personas más privilegiados del planeta despliegan su narcisismo frívolo y condescendiente. La intrascendencia los persigue de cerca.
¿Puede hablarse, objetivamente, de «Mejor Película» si lo que se premia es la sumisión y el fanatismo? Mucha resonancia tuvieron las declaraciones de Richard Dreyfuss, al sostener que las regulaciones lo hacían vomitar: «Nadie debería decirme como artista que tengo que ceder a la última y más actual idea de lo que es la moralidad. ¿Realmente corremos el riesgo de herir los sentimientos de las personas? No se puede legislar eso. Hay que dejar que la vida sea la vida y lo siento, no creo que haya una minoría o una mayoría en el país a la que haya que atender así».
Quienes sean incluidos porque encajan en un grupo subrepresentado nunca serán vistos como merecedores de su lugar sino sólo como ejemplares de un grupo. Esto significa que su trabajo debe estar anclado a esa identidad porque ahora tienen que hablar por todo ese grupo. Por supuesto que hay trampas diferentes para cumplir con los requisitos haciéndolos recaer en los estándares C o D que son indemostrables, por lo tanto, los expedientes parecen sugerir a los cineastas que tomen esos atajos poniendo así a las personas en la incómoda posición de creer que esa es la razón por la que obtuvieron el trabajo, un talismán para cumplir con los requisitos de elegibilidad. (...)".
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