La muerte de un hijo es la situación que cualquier padre o madre más teme. No se quiere ni oír hablar de esa posibilidad. Porque uno sabe, intuitivamente, que sería un dolor intolerable.
UN DRAMA A SUPERAR
Los que quedaron luego del suicidio de un hijo
El suicidio es el acto por el que una persona de forma deliberada se provoca la muerte. A menudo influyen diversos factores. ¿Cómo afrontar el suicidio de un hijo? Autora de "Los que quedaron. Padres y madres que perdieron a un hijo o a una hija por suicidio”, Silvana Savio preparó esta reflexión (ella estará en la Feria del Libro de Buenos Aires, Stand 1123 del Pabellón Verde, el Miércoles 01/05 a las 16:00).
Si se trata de un suicidio, al dolor se le suman un torbellino de emociones desbocadas, tales como la culpa, el enojo y la frustración, además del estigma social y el aislamiento.
Suele ocurrir que las personas de la cuales se hubiera esperado que estuvieran cerca para brindar apoyo, muchas veces se apartan. Es difícil presenciar tanto dolor ajeno y es más difícil aún darse cuenta de que “eso” le podría haber pasado a uno. “Eso”. Porque hasta parece imposible nombrarlo.
El suicidio de un hijo o de una hija cambia drásticamente la vida de los que quedaron: quedaron sin el hijo o la hija que murió, quedaron sin el futuro que habían imaginado y hacia el cual caminaban y quedaron desorientados, con sus certezas hechas trizas y ya sin saber quizás quiénes son en realidad.
Se trastocan las prioridades y lo que hasta ayer parecía importante, hoy no tiene sentido.
Las mismas preguntas vuelven una y otra vez:
** ¿por qué?,
** ¿qué hice?,
** ¿por qué no hice ….?,
** ¿cómo no me di cuenta?,
** ¿por qué me hiciste esto a mi?,
** ¿será que esto es una pesadilla y mañana cuando me despierte estará todo como antes?
Se inicia un camino por un terreno nunca imaginado y que hubieran deseado no tener que recorrer jamás.
El duelo por el suicidio de un hijo o de una hija es largo y presenta desafíos que parecen insuperables. Pero se puede. Con enorme esfuerzo se puede arrancar y avanzar.
Con tiempo, con paciencia, con información para traer consciencia sobre el proceso que se transita, con amor hacia uno mismo, y en el caso de quienes acompañan de algún modo a los padres y madres que quedaron, con amor hacia ese prójimo que necesita ayuda.
Hay tareas psicológicas específicas de reconstrucción, que se deben abordar a lo largo del duelo. Hay que reconstruir el vínculo con el hijo o la hija que murió, que ya no está fisicamente, por eso el vínculo debe tener una cualidad diferente.
Hay que encontrar respuestas con sentido personal para muchas preguntas y hay que aprender a vivir con las preguntas que nunca tendrán respuesta. Hay que construir una historia propia coherente, que integre la muerte del hijo o de la hija a la vida que continúa, porque el ser humano no logra vivir en el sinsentido, y muchos padres y madres sienten que quieren irse ellos también.
La consciencia sobre lo que se está viviendo y la dedicación con la que cada uno vaya trabajando sobre las tareas psicológicas, son fundamentales para transitar este doloroso duelo. Y para que, con amor, puedan integrar en el corazón al hijo o a la hija que ya no está y así, puedan avanzar con la vida que continúa.