En un país como Argentina, repleto de paisajes que sorprenden a cada kilómetro, todavía existen destinos que permanecen al margen del turismo masivo y que, precisamente por eso, conservan su esencia intacta. Así sucede con este complejo termal escondido entre las sierras de Catamarca.
Ubicado a tan solo 15 kilómetros de la ciudad de Tinogasta, La Aguadita se presenta como una joya termal rodeada de cerros, viñedos y aire puro. Sus aguas, de origen mesotermal, emergen naturalmente entre los 29 y 35 grados, y son reconocidas por su combinación única de minerales: sulfatadas, cloruradas, bicarbonatadas, sódicas, cálcicas y alcalinas.
Este cóctel natural las vuelve ideales para tratar afecciones musculares, nerviosas, reumáticas y dérmicas, a la vez que promueven la relajación y desintoxicación general del organismo.
El acceso a este destino escondido ya es parte de la experiencia: desde la capital catamarqueña, el viaje hacia Tinogasta toma unas cuatro horas por ruta, atravesando quebradas, llanuras áridas y zonas de cultivo, en un recorrido que cautiva por su geografía cambiante. Una vez en Tinogasta, se recorren 15 kilómetros por camino señalizado hasta llegar al predio termal.
Qué ofrece las termas de La Aguadita
La infraestructura de La Aguadita está pensada para disfrutar del entorno sin perder comodidad. Cuenta con cuatro piletas naturales alimentadas por el arroyo local, rodeadas de montañas y accesibles por escalinatas de piedra.
También hay quinchos, asadores, cabañas, duchas, sanitarios y un comedor con gastronomía regional. Todo se encuentra en armonía con el entorno, sin grandes edificaciones ni ruidos urbanos.
Uno de los mayores atractivos visuales del lugar es la vista directa a la Sierra del Abaucán, donde se perfila la mítica figura del “Gigante Dormido”, una formación rocosa que alimenta historias locales y suma valor simbólico al paisaje.
Quienes decidan quedarse más tiempo podrán combinar la experiencia termal con otras propuestas turísticas de la región. En Tinogasta, por ejemplo, es imperdible recorrer la Ruta del Adobe, un circuito que atraviesa antiguas construcciones coloniales realizadas con tierra cruda.
También vale la pena visitar bodegas artesanales y degustar vinos locales, realizar caminatas o paseos en bici por los senderos del río Abaucán, y visitar el Parque Arqueológico de Watungasta, donde se conservan vestigios del pueblo diaguita.
Además, la cercanía con Fiambalá y el Paso de San Francisco convierte a Tinogasta en un punto estratégico para explorar otros rincones del noroeste argentino.
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