Retratando la imagen de un sórdido Hollywood de antaño llega Babylon, la nueva creación de Damien Chazelle, el director de Whiplash y La La Land. El film se estrenó este jueves en las salas de cine argentinas y muestra los vicios, excesos y la decadencia de los primeros tiempos de la posteriormente llamada era dorada de Hollywood.
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Babylon, la última película de Damien Chazelle, tiene a Brad Pitt y Margot Robbie a la cabeza, pero eso no fue suficiente para levantar la taquilla en USA
20 de enero de 2023 - 18:23
Babylon hace muy bien su trabajo hasta que trastoca la imagen que nadie quiere ver de Hollywood, o al menos, la que no quieren ver los mismos estadounidenses
La película retrata la vida de Nellie LaRoy (Margot Robbie), una aspirante a actriz adicta a las sustancias y el juego, Many Torres (Diego Calva), un actor hispano que busca su oportunidad en la pantalla grande, y Jack Conrad (Brad Pitt) una estrella en declive que vive el paso del cine mudo al sonoro.
El cineasta Damien Chazelle lleva años demostrando una clara obsesión por usar las mismas líneas maestras en sus películas: el precio a pagar por nuestros sueños puede ser demasiado alto e incluso provocar que simplemente se nos escape eso que tanto ansiábamos. Babylon, su cuarto largometraje, es una nueva prueba de ello.
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Babylon: USA no quiere ver el un-Holywood
Babylon también es una obra que abraza el exceso hasta tal punto que puede acabar saturando a algunos espectadores. Eso sí, lo hace desde el primer momento con un vibrante arranque que funciona genial como carta de presentación, para una película que luego no tendrá miedo para ir cambiando de tono e incluso de género según las necesidades del momento.
El resultado es una obra fascinante, salvaje y emotiva, pero tampoco cuesta entender que haya sido un fracaso tremendo en los cines de Estados Unidos, cuando en su estreno, tras tener un presupuesto de casi $110.000.000 millones de dólares, sólo haya recaudado poco más de 14 millones.
Desde el primer momento da la sensación de que Chazelle ha tenido carta blanca para hacer lo que quiera en Babylon, ya sea para reflejar de forma certera el mundo del cine durante esos difíciles años de transición del mudo al sonoro o simplemente para reflejar cada uno de los dramas personales de sus protagonistas.
Definitivamente, los estadounidenses no quieren que se trastoque desde ningún punto de vista la visión edulcorada de los sueños que se cumplen en Hollywood, cuando en la realidad, los excesos y las ilusiones vanas engloban el paisaje de Los Angeles desde su génesis como la meca del cine.
Eso lleva a que sea una película rebosante de energía e ideas, que tan pronto resulta divertida y contagiosa como muestra una notable capacidad para helar la sangre al espectador.
Lo curioso es que el propio epílogo, quizá lo más discutible de toda la función, entran muchísimas cosas, tal y como la propia película demuestra en las casi tres horas previas, pero solamente es entonces cuando esa tendencia al exceso rebosa los sentidos hasta saturarlos por completo.
Es verdad que antes Babylon no dejaba de ser la historia del vertiginoso auge y la inevitable caída de sus protagonistas. Cada uno por motivos distintos, pero esa gloria efímera que da Hollywood se acaba antes o después, y ya depende de cada cual saber seguir con la vida o asumir que ha llegado el fin.
Ahí Chazelle muestra una gran habilidad para pasar de la diversión efervescente al bajón tremendo, incluso coqueteando por momentos con el terror para ilustrar de forma aún más clara esa bajada a los infiernos, evidente a título personal, pero también muy ilustrativa si comparamos lo que está sucediendo entonces con ese vigoroso arranque de Babylon.
Al igual que sucede en muchas películas de Christopher Nolan, hay aquí mucho de cómo una obsesión por algo te lleva hasta tal límite que puede provocar tu autodestrucción.
Sin embargo, Chazelle lo usa aquí para integrarlo dentro de la propia mecánica de Hollywood, que muta y desmuta al un-Holywood: La prístina belleza de las cámaras contrasta con una noche sucia y profana, sumado a la sensación embriagadora de la fama que puede parecer que durará por siempre, cuando puede desvanecerse en un segundo, que aborda cada plano de la película, donde lo que parece una divertida broma acabe teniendo consecuencias trágicas.
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