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La otra Gran Depresión: ¿Cómo influyen las redes sociales?

Internet no es culpable pero las redes sociales han cambiado la civilización y ocurren consecuencias que requieren educación y concientización.

Vamos a ampliar el concepto del copete de este contenido: Internet no es culpable pero ha cambiado la civilización y, entonces, ocurren consecuencias que requieren educación y concientización, un tema que debería ocupar más a los propietarios de las redes sociales -subproducto de Internet- que al Estado. Pero los propietarios de las redes tienen la rentabilidad como Norte y se quejan de la intrusión del Estado que, a su vez, si ingresa al escenario irá por la regulación. No hay acuerdo pero sí un avance del Estado, con motivaciones políticas más que culturales o de prevención psicológica. Entonces, hay motivos para el pesimismo. Ahora, el ejemplo más cercano de todo este balurdo:

Hace unos días, un caso de dos niños argentinos que decidieron quitarse la vida en España protagonizó la agenda mediática y preocupó a miles de padres, poniendo el tema del bullying sobre la mesa. Pero el suicidio no es un fenómeno unicausal y, mientras la generación que nació con Internet se hace adulta, la comunidad científica estudia cada vez más la correlación entre el ya instalado uso (o abuso) de las redes sociales y los trastornos de la salud mental.

Hace pocos días, el caso de los gemelos de Sallent, Cataluña, cruzó el Atlántico y conmovió a la sociedad argentina: una niña y un niño trans de 12 años decidieron saltar desde un balcón porque no eran felices. Un desgarrador acontecimiento que heló a miles de padres y encendió las alarmas sobre el bullying y la depresión infantil.

Tanto en las cartas manuscritas que los hermanos dejaron como en los testimonios de su entorno quedó claro que ambos eran víctimas de hostigamiento por parte de sus pares, por su origen argentino y porque uno de ellos era trans. No eran felices, afirmaron, y uno falleció, mientras la niña se encuentra hoy luchando por su vida. Sostener que tomaron esta decisión simplemente porque sufrían acoso sería caer en el simplismo: algo así nunca se puede atribuir a una sola causa.

Este hecho no es aislado en un mundo en el que el suicidio es una de las principales causas de muerte entre los jóvenes, según datos de la OMS. A nivel mundial, la depresión es la segunda causa de discapacidad, y este trastorno mental provoca la muerte de cientos de miles de personas por año. De acuerdo con la Organización Panamericana de la Salud, desde el año 2020 se registró un aumento del 25% de trastornos depresivos y de ansiedad a nivel mundial.

Con estos números, el tema toma cada vez más lugar en los medios, en las conversaciones con amigos, en la sobremesa familiar y en la comunidad médica. Si bien cada caso tiene sus particularidades, los especialistas destacan ciertos aspectos sociales e históricos que favorecen estos trastornos: los estragos de la pandemia y el aislamiento, el cambio climático, la crisis económica global… y el creciente uso de las redes sociales, en un momento en el que la generación que nació con ellas está llegando a la adultez.

En un artículo de Child Mind Institute, una organización sin fines de lucro dedicada a la salud mental infantil, los especialistas sostienen que hay evidencia científica de una relación entre el uso de las redes y las tasas de depresión, y plantean varias teorías sobre sus posibles causas. En un artículo de Child Mind Institute, una organización sin fines de lucro dedicada a la salud mental infantil, los especialistas sostienen que hay evidencia científica de una relación entre el uso de las redes y las tasas de depresión, y plantean varias teorías sobre sus posibles causas.

La serie trata el tema del suicidio adolescente.
La serie trata el tema del suicidio adolescente.
La serie trata el tema del suicidio adolescente.

Depresión y redes sociales

Falta de interacción social valiosa y exceso de interacciones superficiales. Pasar mucho tiempo en las redes hace que algunos jóvenes se sientan más aislados, porque la socialización a través de plataformas como Instagram o Facebook deja, en general, gusto a poco. Estar viendo constantemente lo que otros comparten en las redes alimenta la sensación de “FOMO”, o miedo a perderse algo importante. La fiesta a la que no asistí, la reunión a la que no me invitaron, el viaje que yo no hice, pero otros sí…

“FOMO es en realidad el miedo a no estar conectado a nuestro mundo social, y esa necesidad de sentirse conectado a veces supera lo que está sucediendo en la situación real en la que nos encontramos. Cuanto más usamos las redes sociales, menos pensamos en estar presentes en el momento”, sostiene Jerry Bubrick, PhD y un psicólogo clínico especializado en niños. En otras palabras, se está más pendiente de los que nos estamos perdiendo, de los que nos falta, que de lo que tenemos y lo que efectivamente estamos viviendo.

Sin embargo, se destacan excepciones en las que las interacciones digitales tienen el efecto contrario. Gracias a Internet, las barreras se diluyen y hay quienes encuentran en el mundo virtual lo que les falta en el mundo físico. Por ejemplo, niños que no tienen éxito en conectarse con sus compañeros, o que están aislados geográficamente, pero que encuentran en las redes comunidades con las que comparten intereses y se sienten parte.

#Autoestima. El “mostrarse y ver al otro” constantemente podría influir en la percepción de uno mismo, y los especialistas observan este problema especialmente en las niñas. Recordemos que la imagen que se muestra online siempre es un recorte seleccionado, y con muchísimo cuidado.

Esto genera efectos no solo en los que consumen esas imágenes “ideales”, sino también en los que publican fotografías propias siguiendo estos estándares. “Los niños pasan mucho tiempo en las redes sociales tratando de publicar lo que creen que el mundo pensará que es una vida perfecta. ¡Mirá lo feliz que estoy! ¡Mirá qué linda soy! Les preocupa que sin eso sus amigos no los acepten. Tienen miedo de ser rechazados”, sostiene el Dr. Bubrick.

Más tiempo en redes, menos tiempo en otras cosas. La cantidad de horas que los niños y jóvenes pasan en las plataformas es tiempo en el que no hacen otras actividades que serían positivas para la salud mental, como jugar, socializar con otros cara a cara, hacer algún deporte o incluso las tareas de la escuela.

En el consumo de las redes sociales, en general, no se aprenden cosas nuevas, no se superan desafíos, no se desarrollan talentos y no hay sensación de logro. Los “likes” y las notificaciones generan dopamina, pero en forma efímera, fugaz, insuficiente, lo que convierte esta sensación de rápida aprobación en algo adictivo.

Cabe destacar que estas plataformas están especialmente diseñadas para esto, porque el negocio de compañías como Meta (propietaria de Instagram y Facebook) es justamente que los usuarios permanezcan conectados la mayor cantidad de tiempo posible. El documental El dilema de las redes sociales, disponible en Netflix desde 2020, lo explica con mucha claridad.

#Falta de concentración y atención. Esta adicción que generan las redes nos lleva a estar conectados “constantemente” para recibir el estímulo. El teléfono comienza a estar presente en cada momento del día, invitándonos a hacer más de una cosa a la vez: estudiar y consultar las redes sociales, conversar con un amigo y consultar las redes sociales, incluso mirar televisión y consultar las redes sociales. El “multitasking” es un mito, es imposible hacer más de una cosa a la vez, representa una exigencia para el cerebro y, a la larga, afecta la capacidad de concentración y atención.

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Una encuesta de la Universidad de Belgrano da a conocer los resultados de qué tan estresantes pueden ser las redes sociales.

Una encuesta de la Universidad de Belgrano da a conocer los resultados de qué tan estresantes pueden ser las redes sociales.

#Falta de sueño. Revisar Facebook o Instagram “un ratito” antes de dormir es una conducta bastante habitual. El problema es que la percepción del tiempo varía dependiendo de la atención que se dé a la actividad que estemos haciendo. En el caso de las redes sociales, los cinco minutos se pueden convertir fácilmente en una hora.

Esto es así porque se trata de una acción rutinaria y simple (deslizar el dedo), que a la vez nos ofrece una gran cantidad de información que nos estimula a seguir mirando. El formato de “scrolling” infinito, por el que el contenido jamás termina y siempre hay más para ver, junto a la luz azul de la pantalla, completan la fórmula completa para la falta de sueño, gran enemigo de la salud mental.

Las redes sociales tienen múltiples beneficios: nos permiten conectarnos con personas que están lejos, aprender nuevas cosas, conocer comunidades con las que compartimos intereses e incluso son generadoras de negocios. Basta con ver la cantidad de pequeños emprendedores que encuentran allí una ventana para ofrecer sus productos o servicios, de una forma mucho más económica que los espacios tradicionales.

Para evitar los efectos negativos, es necesario limitar su uso y no caer en excesos. En este sentido, los especialistas recomiendan no descuidar las actividades fuera del mundo online, desactivar las notificaciones innecesarias, monitorear el uso de las redes sociales en niños, desconectarse del teléfono para pasar tiempo de calidad y evitarlo por completo antes de dormir.

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