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"DEL ORÁCULO A LA RAZÓN"

Sócrates, Platón y la melancolía de Horacio Rosatti

Flamante 'Ensayo sobre la Justicia' de Horacio Rosatti, presidente de la CSJN. La filosofía como hecho anterior a la jurisprudencia.

Horacio Rosatti es el presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nacion. Él fue intendente municipal de la ciudad Santa Fe de la Vera Cruz pero también convencional constituyente en 1994, procurador del Tesoro y ministro de Justicia de la Nación hasta que Néstor Kirchner y Julio De Vido no comprendieron que él estaba dispuesto a renunciar antes que 'robar para la corona' con el precio de las cárceles federales. La acción fue tan disruptiva que lo blindó hasta la fecha pese a que se lee con cierta frecuencia que algunos militantes K quieren despedirlo porque no declara inocente a Cristina Fernández de Kirchner.

Doctor en Ciencias Jurídicas y Sociales, y doctor en Historia, de Horacio Daniel Rosatti se conocían los 4 tomos de su minuciosa 'Historia de Boca Juniors' titulada '100 años de multitud', para muchos un exceso considerando que Unión de Santa Fe o Colón de Santa Fe ofrecen la oportunidad de biografías más aguerridas, propias de la carencia de recursos. Pero él simpatiza con el club de Juan Román Riquelme (¿o Carlos Tévez?). Quizás por ese corazón 'xeneize' Macri creyó que en la Corte Suprema sería un Gustavo Arribas. Parece que él no aprendió con el caso de Carlos Bianchi.

Ahora, Rosatti presenta un opúsculo titulado 'Ensayo sobe la Justicia / Del Oráculo a la Razón', que provoca interés a quienes, con cierta ansiedad, creen que el texto revela la idea del Derecho y las inquietudes sobre la equidad que tiene el hombre de la CSJN de cuya designación Mauricio Macri dice que se arrepiente, mientras que en el benemérito Instituto Patria lo llama 'traidor'. Un mérito para la cosmogonía de Urgente24 pero aceptemos que somos minoría en este circo.

Rosatti construye su ensayo en base a 2 casos del Siglo de Oro de Atenas, durante el cual, según él, se sentaron las bases de la institucionalidad de Occidente. Uno surge de la literatura, 'Edipo Rey', de Sófocles; el otro es el juicio y condena de Sócrates, según las miradas de Platón y de Jenofonte.

Es para un recuadro que Rosatti elija para su ensayo sobre Justicia un drama del teatro ateniense y un caso judicial contra un filósofo, quien se defendió como tal. Los hombres del Derecho no son los protagonistas del texto, quizás porque la clave consiste en que será Rosatti quien interprete desde el Derecho. O quizás su convicción de que el pensamiento profundo, la filosofía, es el hecho anterior y determinante tanto de la Constitución y los estatutos como de la jurisprudencia.

Tanto Sófocles como Sócrates representan a una sociedad de un pensamiento profundo que le permitió protagonizar el mundo antiguo.

Quizás sea un error muy grave pero en la valoración de Urgente24, quizás Edipo no existió, y Sófocles nunca fue un ciudadano común sino que integraba la sociedad adinerada a causa de su padre, Sófilo. Luego, su relación con la pedofilia no se encuentra aclarada.

En cambio Sócrates fue un personaje real, existió un juicio contra él y su ejecución bebiendo el veneno, y la única duda que persiste es precisar si Rosatti lo hubiera condenado o desprocesado porque él explica, equidistante, los argumentos tanto de la fiscalía como los de la defensa.

En todo caso, Rosatti señala que acusadores y acusado pudieron evitar el desenlace, pero ambas partes decidieron no hacerlo. Por lo tanto, podría inferirse, esa decisión compartida le concedió a los hechos una dinámica propia, quizás independiente de la propia razón y hasta de lo que conocemos como Justicia. Por ese motivo él se enfoca en el contexto y el proceso.

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Horacio Daniel Rosatti. Foto: NA. 

Horacio Daniel Rosatti. Foto: NA.

Sócrates

El proceso judicial contra Sócrates ocurrió en el 399 a.C., por una denuncia presentada por el poeta Meleto pero quizás impulsada por el curtidor y político Ánito y el orador y político Licón. Rosatti recuerda la acusación: "Sócrates quebranta las leyes negando la existencia de los dioses que la ciudad tiene recibidos e introduciendo otros nuevos; y obra contra las mismas leyes corrompiendo la juventud. La pena debida es la muerte".

"El delito concreto que se le imputa por su irreverencia hacia los dioses estaba tipificado como impiedad. La corrupción a los jóvenes consistía en difundir ante ellos estas versiones que relegaban la importancia de los dioss; en particular, divulgar las creencias de pensadores que -tal como Anaxágoras- ofrecían una explicación puramente física de los fenómenos naturales en reemplazo de la tradicional versión religiosa, con fuerte acento mítico-mágico".

En la reconstrucción que realiza Rosatti, Sócrates pareciera el triunfador porque fue a buscar lo que encontró. Pero a Rosatti todo esto le permite introducir algunas reflexiones acerca del

  • 'derecho a la no autoincriminación',
  • el 'abuso de proceso' y
  • el 'abuso del derecho',

y una frase que trasciende el texto:

La justicia no puede estar disociada impunemente de la verdad. Porque en ese divorcio no solo se envilecen los 2, sino también la confianza pública y la legitimidad de las instituciones democráticas. La justicia no puede estar disociada impunemente de la verdad. Porque en ese divorcio no solo se envilecen los 2, sino también la confianza pública y la legitimidad de las instituciones democráticas.

A partir de entonces, Rosatti inicia una serie de consideraciones sobre los modelos de democracia (o se trata de un régimen que realiza valores o se trata de un consenso sobre procedimientos), jurados populares vs. jurados profesionales, y otras lecturas del origen de Occidente que permite esta historia puntual.

Un fragmento para cerrar el comentario y que intenta responder una pregunta sobre Rosatti y Sócrates:

"¿Tiene sentido preguntarse hoy si hubiera cambiado el veredicto de Sócrates en caso de haber sido juzgado por un tribunal profesional? Creemos que el interrogante no tiene sentido en la actualidad, porque todo juicio basado en la acusación de 'asébeia' o impiedad, como el que se le siguió a Sócrates, estaba teñido con una alta dosis de politicidad en su formulación y con un elevado sesgo prudencial en su definición, lo que se ve lógico en tanto el bien a proteger era un estilo de vida socialmente compartido. En consecuencia, es difícil imaginar que una comunidad participativa y con altos niveles de deliberación -teniendo en cuenta los cánones de la época- permitiera que la ponderación de lo que debía entenderse por 'respeto a los dioses o corrupción de la juventud' quedara en manos de un grupo reducido de jueces técnicos".

En estos tiempos de 'lawfare' y amenazas, es evidente en la página 111 del ensayo que Rosatti mantiene una cierta melancolía por lo que fue el nacimiento de Occidente. Él pareciera padecer hartazgo porque la mediocridad ha avanzado peligrosamente, en algunas sociedades más que en otras,

  • visible en la ausencia del debate profundo,
  • verificable en lo chabacano de los discursos.

Unos dicen que la revolución es cultural o no será revolución. Pero el no-cambio también tiene una lectura cultural. Por lo tanto, victoria o derrota son acontecimientos culturales porque la batalla es cultural. Luego vendrá lo cotidiano, por añadidura.

Esa suerte de tristeza reflexiva de Rosatti queda expresada en este fragmento:

Lo más asombroso de ese momento y ese lugar, aquello que permite explicar la profundidad de las preguntas y la calidad de los debates y de las respuestas, fue el rol relevante que ocupó lo público: los asuntos y los espacios públicos, pues todo lo importante para la convivencia se debatía y en casi todos los temas que afectaban al común se participaba. Lo más asombroso de ese momento y ese lugar, aquello que permite explicar la profundidad de las preguntas y la calidad de los debates y de las respuestas, fue el rol relevante que ocupó lo público: los asuntos y los espacios públicos, pues todo lo importante para la convivencia se debatía y en casi todos los temas que afectaban al común se participaba.

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