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La historia prohibida de la realeza europea

Carlos II de Austria (o Habsburgo), llamado el Hechizado, fue rey de España entre 1665 y 1700. Hijo y heredero de Felipe IV y de Mariana de Austria, permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcanzó la mayoría de edad en 1675. Los sucesivos matrimonios consanguíneos de la familia real produjeron tal degeneración que Carlos creció raquítico, enfermizo (con frecuencia era atacado por violentas fiebres que lo postraban en cama; apenas subía en su carruaje, los vómitos lo obligaban a desistir del viaje, y cuando estaba al aire libre, le supuraban los ojos) y de corta inteligencia, además de estéril. A los 5 años aún andaba con dificultad; y como nadie esperaba que sobreviviera tanto tiempo, fue pésimamente educado: a los 9 años todavía no sabía leer ni escribir.

La razón de ser de todo sistema endogámico es defender la homogeneidad de un grupo, de manera que éste se mantenga siempre igual a sí mismo y perfectamente diferenciable de todos los demás. La unidad del clan es la razón suprema. Algunas sociedades primitivas, por huir de la dificultad añadida de la diferencia de pueblo y de cultura, y porque entendieron que de esta manera se garantizaban la unidad de la tribu y por consiguiente la paz interna, resolvieron que los matrimonios tendrían que ser siempre entre individuos de la misma tribu. La afinidad de sangre entre marido y mujer era tanto mayor cuanto mayor era el poder de la tribu o de la casta dentro de ella, de manera que, tratándose de la casta dominante, se imponían los matrimonios entre primos, entre hermanos y en algunas culturas incluso entre padre e hija. Todo para que el poder no saliese de la familia dominante. Era el caso de los faraones (por ejemplo, Cleopatra desposó consecutivamente a 2 de sus hermanos, con quienes gobernó conjuntamente Egipto) y de las familias reales europeas, a riesgo de la degeneración biológica y, por tanto, de los comportamientos. Por ejemplo, Carlos II El Hechizado tuvo un coeficiente de consanguinidad altísimo, como si hubiese sido hijo de una relación entre padre e hija o entre hermano y hermana, según científicos españoles. El 1er. estudio que aplica la genética a una dinastía española, la de los Austrias, ha confirmado la hipótesis de muchos historiadores de que la consanguinidad fue el factor clave en su extinción, cuando murió Carlos II en 1700 sin descendencia. "En el análisis de la consanguinidad nos hemos remontado 16 generaciones desde Carlos II, con un total de 3.000 personajes", explicó Gonzalo Álvarez Jurado, catedrático de Genética en la Universidad de Santiago de Compostela y aficionado a la historia. Lo que han encontrado Álvarez y sus colegas, Francisco Ceballos y Celsa Quinteiro, y publicado en Plos One, es que, desde que Felipe el Hermoso inauguró la dinastía al casarse con Juana La Loca, los matrimonios entre parientes en las diferentes casas reales europeas, para conservar el poder, fueron la norma. El coeficiente de consanguinidad indica la proporción de genes idénticos que se reciben del padre y de la madre. Con la genealogía en la mano, en porcentaje, va aumentando desde el 2,5 de Felipe el Hermoso al 21 de Felipe III. En Felipe IV baja a un 11,5 y Carlos II, a pesar de ser sólo hijo de tío y sobrina, tiene el máximo (25,4), 10 veces mayor que el del fundador. "Para probar la influencia de la consanguinidad, fuimos a los efectos", indica Álvarez. "Analizamos la mortalidad infantil en los descendientes de cada rey hasta los 10 años y observamos una relación directa entre el coeficiente de consanguinidad y la tasa de mortalidad". Ya los testimonios de la época se extrañaban de la cantidad de abortos y de niños que nacían muertos o morían pronto en la familia mejor cuidada de la España de entonces. Además, los científicos españoles han estudiado desde el punto de vista genético los trastornos de los reyes y, sobre todo, de Carlos II. "Disponemos de los mejores retratos de todos ellos, de grandes pintores, que son muy informativos para los médicos", recuerda Álvarez. 2 enfermedades achacables a mutaciones genéticas recesivas, que necesitan heredarse de los 2 progenitores, explicarían los trastornos de Carlos II, quien era raquítico, no pudo tener hijos y a los 30 años parecía un viejo: > un déficit hormonal múltiple de la hipófisis (de la hormona de crecimiento, entre otras), y > una acidosis tubular renal, causa de raquitismo. Hay un grado de incertidumbre inevitable en el estudio, debido a la imposibilidad de asegurar la paternidad de los descendientes, pero Álvarez cree que es pequeño, dado el marco de la realeza en la época. Ahora, los investigadores están ampliando el estudio a los Austrias austríacos, que tienen todavía mayor consanguinidad.

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