Ya hay paredones del conurbano bonaerense con pintadas del nombre de Sergio Massa en letras gigantes en celeste y blanco. Una se vio, por ejemplo, en Valentín Alsina, con la firma de Nicolás Russo, histórico dirigente massista de Lanús. “Primero el pueblo” es la leyenda que acompaña la pintada que evita mostrar el elefante que, sin embargo, todos ven: “2023”. Sin eso, parece un exagerado cartel de acompañamiento a un ministro de Economía. Nunca visto. La cautela de la pintada va en sintonía con la respuesta del propio Massa a la dirigencia de la Mesa de Enlace, ante la que negó en la reunión de Escobar de hace una semana que vaya a presentarse como candidato a presidente el año que viene. Pospuso ese proyecto, en cambio, para 2027. Massa le respondió así a Carlos Achetoni, de Federación Agraria, quien se sintió con la autoridad de poner en términos de “necesidad” que el ministro no participe de la próxima contienda electoral. La revelación fue del mismo Achetoni.
Massa no desmintió la versión. En su entorno dicen que no comentará lo conversado en esa reunión y que cualquier declaración correrá por cuenta de quien la diga. En los corrillos de la política, no obstante, creen que se trató de una estrategia de seducción a los principales productores con quienes negocia mecanismos para acelerar la liquidación de la soja retenida en silobolsas con el fin de robustecer las reservas del Banco Central para eludir una devaluación que algunos ven inexorable. Repitió que está en esas tratativas ante empresarios y funcionarios que participaron de la última edición del Consejo de las Américas en el hotel Alvear. Allí insistió en el equilibrio macroeconómico como tótem y, como si fuese una máxima del peronismo, dijo que “mejor que emitir es tener un Estado ordenado”.
¿Por qué?
Tras el comentario de Achetoni circuló que Massa también dijo frente a otros interlocutores que no está construyendo una candidatura para suceder a Alberto Fernández el próximo año. Algunos creen que la afirmación tiene visos de realidad, a pesar de que sólo la necesidad de impulsar un proyecto presidencial puede estar detrás del salto de Massa al ministerio de Economía en una situación desbordante. En el peronismo también lo creen así. De hecho, la mera designación de Massa como ministro produjo un primer efecto de tipo electoral hacia dentro del PJ: la renuncia de Jorge Capitanich a su precandidatura. Lo confirmó el mismo ‘Coqui’ cuando días atrás admitió que 2023 lo encontrará trabajando para renovar su mandato como gobernador de Chaco.
¿Por qué Massa se bajaría de una carrera que ni siquiera empezó? Otro análisis, el del consultor Raúl Timerman, apunta a una formalidad: que el ministro no podría lanzarse sin que antes el Presidente decline su precandidatura, que ya confirmó pero no reúne el apoyo suficiente para superar la PASO que él mismo prometió. De acuerdo a la última encuesta de CB Consultora, en un escenario virtual de Primarias, Fernández obtuvo sólo el 5,4% de las adhesiones totales, detrás Cristina Kirchner (11,7%) y Massa (7%). Hay que decir que se trata de un escenario de mucha dispersión en el que el libertario Javier Milei encabeza la intención de voto con el 14,5%, pero los indecisos lo superan, con el 15,3%.
Otra mirada que intenta explicar por qué Massa dice en privado que no competirá por la Presidencia es la de un presunto pesimismo del ministro que no creería que, planteado el escenario electoral, el peronismo cuente con chances de renovar su permanencia en el poder tras varios años de pérdida de poder adquisitivo y una inflación que este año podría tocar los 3 dígitos. Es la perspectiva que hasta la salida de Martín Guzmán dejaba trascender Cristina Kirchner, quien hoy deja hacer a Massa mientras se concentra en el frente judicial, que luce tormentoso a la luz de los elementos con los que los fiscales del juicio de la causa ‘Vialidad’ sostienen la acusación en su contra.
2 demonios
Massa puede decir en reserva que no será candidato en 2023, pero no es creíble que no tenga un proyecto presidencial, que existe. No desde ahora, sino -al menos- desde 2013, cuando se separó del kirchnerismo, lo derrotó en las urnas y luego, a través de su propia alianza, se midió con traje de presidenciable en las elecciones de 2015, ocasión en la que obtuvo casi el 22% de los votos a nivel nacional. El anhelo presidencial sigue en su cabeza. El desembarco como ministro de Economía con amplias atribuciones sólo se explica por eso, lo que al mismo tiempo desmiente que no tenga pensado anotarse en la carrera aun teniendo éxito. ¿Cómo se mediría ese logro? La consultora Analogías, cuyos trabajos se leen con atención en el Instituto Patria, señaló en su último informe que sus estudios cuantitativos y cualitativos muestran que hay “una demanda sencilla y directa al Gobierno: actuar con firmeza para frenar el aumento de los precios y tomar medidas ejecutivas para recuperar los salarios”. La inflación y la erosión del poder adquisitivo, los 2 demonios que Massa deberá sortear para erigirse como opción electoral en 2023.
Esas calamidades fueron las que expuso la CGT en su marcha del 17/08, más allá de las diferencias de tonos y, en algún caso, de fondo que quedaron de manifiesto en la cúpula de la central gremial, como la conveniencia o no de que el Gobierno autorice un bono o una suma fija generalizada para compensar la pérdida en la capacidad de compra de los salarios. Pablo Moyano, el más vehemente del triunvirato que gobierna la CGT, le habló directamente a Alberto Fernández, pero son decisiones que deberá evaluar Massa. Al pedido de una combate a la inflación también se sumaron los gobernadores peronistas que se reunieron el viernes en La Plata, con Axel Kicillof como anfitrión, quien acababa de sufrir una nueva intervención en su gabinete con el desembarco de un aliado de Máximo Kirchner como ministro de Trabajo, el sindicalista Walter Correa.
Pero los mandatarios también pidieron por un tema sensible para ellos, más de cara a un año electoral: la continuidad de la obra pública. Massa, como lo dijo en el Consejo de las Américas, está comprometido con el orden fiscal, que, sostuvo, es “vital” para un buen funcionamiento del Estado. Se prevé, aunque no se explicitó, que las provincias sufran recortes en las partidas destinadas a infraestructura, más allá de las promesas de Alberto Fernández, que habría que ver a esta altura qué valor tienen. La mención en el documento de los gobernadores hace carne esa duda.
Polémica
En el plan de ajuste debe inscribirse además el recorte de subsidios en los servicios de luz, gas y agua, con el consecuente aumento en las facturas de los usuarios. La segmentación se presentó esta semana y está previsto un ahorro de unos $47 mil millones en 2022 y de unos $450 mil millones el año siguiente. La quita de subsidios es más abarcante que la que planteó en su momento Martín Guzmán y por la que el exministro de Economía fue esmerilado por el cristinismo.
El nuevo esquema de tarifas dejó además un episodio polémico y desagradable. Como una estrategia para disimular el impacto de los aumentos en los sectores de clase media, hubo una campaña de demonización de los sectores altos a través del escarnio público a denominados “subsidiados VIP”, un conjunto de ricos y famosos de quienes se filtró cuál era su consumo de energía eléctrica y en cuánto se traducía en materia de subvenciones. La recriminación que se montó en medios afines al oficialismo tuvo más repercusión que la denuncia en sí, que, al final de cuentas, no implicaba ninguna irregularidad: hasta aquí la política de subsidios del kirchnerismo fue la universalidad. Contra ella se pronunciaron en los tramos finales de sus gestiones tanto Martín Guzmán como Matías Kulfas. Que esos ricos y famosos gozaran de tarifas subsidiadas habla más de los gobiernos kirchneristas que de los beneficiarios, a los que se trató como si fuesen evasores. Se les endilgó no haber renunciado al beneficio, 11 años atrás, cuando Cristina Kirchner buscó una forma de reducir subsidios sin pagar costos. Fue un fracaso. La campaña de desprestigio se la atribuyen a La Cámpora. La secretaria de Energía, Flavia Royón, se despegó de la filtración y la repudió. En la Casa Rosada, en tanto, tuvieron que admitir que no había infracción.
Tentaciones
Massa entiende que en el éxito de su gestión están sus chances de volver a ser un presidenciable competitivo. Pero además hay elementos de la política que también juegan. El ministro de Economía aún padece un fuerte rechazo por parte del electorado, según muestran las encuestas. Entonces, ¿le conviene quedar enredado en polémicas como la del escrache a los subsidiados, que remite a un kirchnerismo anacrónico, pre-2015, de invención de enemigos imaginarios? Si bien Royón, que responde a Massa, rápidamente rechazó la operación, los señalamientos, en realidad, los inició Malena Galmarini, esposa del ministro. A su turno de explicar la política para las tarifas del servicio de agua, la titular de AySa mostró imágenes de edificios vinculados a sectores de alto poder adquisitivo para denunciar una injusticia distributiva. Fue el antecedente inmediato de la difusión de la lista de “subsidiados VIP”. Desde la oposición pidieron la renuncia de la funcionaria por entender que se trató de un acto persecutorio. Una mancha evitable para el ministro de Economía.
Massa tampoco pudo evitar caer en la tentación del chiquitaje en su discurso del Consejo de las Américas. Desde el atril, se despachó con un chisme disfrazado de anécdota sobre un dirigente opositor que lo felicitó por su nombramiento como ministro, pero que le pidió por favor no hacer público el contacto para no perjudicarlo en la interna de su espacio. Advirtió allí, frente a importantes empresarios, que no revelaría el nombre por más insistentes que se pongan los periodistas. Si bien Massa lo utilizó como ejemplo de obstaculización del diálogo entre sectores enfrentados, el comentario -más propio de un acto político partidario- no habría tenido otro objetivo que el de generar alguna discordia en Juntos por el Cambio. A la par de esos dislates, se sucede otro acontecimiento que tampoco deja bien parado al ministro de Economía: a casi 3 semanas de haber hecho trascender su nombre, aún no pudo -por los motivos que sean- oficializar a Gabriel Rubinstein como su viceministro.
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