Aquel 18 de julio de 1994 era un día muy frío. Yo trabajaba (y trabajo) como periodista en el Congreso de la Nación -por aquel entonces, corresponsal de LT 14 de la ciudad de Paraná, Entre Ríos-. Ese día me quedé dormido. Generalmente me despertaba temprano, leía los diarios, desayunaba y alrededor de las 9:45, salía hacía el trabajo, caminaba por la calle Pasteur, pasaba frente a la AMIA, hasta la Avenida Rivadavia y desde allí hasta la calle Riobamba 25, donde se encuentra el Anexo de la Cámara de Diputados.
ATENTADO A LA AMIA
Lo viví de cerca (pude haber muerto, hoy puedo contarlo)
El atentado a la AMIA fue un ataque terrorista contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina, en Ciudad de Buenos Aires el lunes 18/07/1994, que provocó 85 muertos. Aquí un testimonio de primera mano de aquel acontecimiento trágico: "Hace 24 años vivía en pleno barrio de Once. Más precisamente en Viamonte casi esquina Pasteur en un piso noveno, contra frente, a solo 20 metros de la sede de la Asociación Mutual Israelita en la Argentina (AMIA). Ese día me quedé dormido. Estaba bañándome, el calefón no andaba bien desde hacía un tiempo. Se apagaba y hacia explosiones. No había tenido tiempo para arreglarlo. A las 9:53 del 18 de julio de 1994, sentí que nací de nuevo."
Estaba bañándome, el calefón no andaba bien desde hacía un tiempo. Se apagaba y hacia explosiones. No había tenido tiempo para arreglarlo. A las 9:53 de aquel día frío sentí una terrible explosión. Pensé que el viejo calefón se negaba a laburar. Asustado, con crema de afeitar en la cara y una salida de baño, salí asustado a verificar pero el calefón estaba prendido. Y el ruido era ensordecedor. Me asomé por la ventana de mi cuarto, que observé que tenía todos los vidrios rotos incrustados sobre mi cama y pude observar cómo se derrumbaba un edificio de 7 pisos, entre gritos desgarradores que aún retumban en mi mente. No sabía qué hacer. Lo que se veía era espantoso.
Mi pasión por el periodismo hizo que me comunicara rápidamente con mi radio en Paraná y en menos de 2 minutos estaba al aire contando todo lo que se veía desde mi dormitorio. Antes me comuniqué con mis colegas de la Sala de Periodistas del Congreso de la Nación. Me acuerdo que me atendió Enzo Campetella, quien no podía dar crédito a lo que le estaba contando. Unos días antes habíamos estado conversando la posibilidad de un nuevo atentado contra la comunidad judía en la Argentina. El primero había ocurrido el 17 de marzo de 1992 contra la Embajada de Israel.
A los 10 minutos del atentado, ya estábamos todos frente a la sede de la AMIA. El Congreso se encuentra a apenas 7 cuadras. Raúl Graneros, Enzo Campetella, Néstor Boela, entre los que me vienen a la memoria. Enseguida Néstor empezó a filmar ya que junto a Enzo cubrían la corresponsalía de Canal 10 de Río Negro. Sus imágenes recorrieron el mundo porque fueron las primeras en tomarse.
Todo era un caos. Todo era confusión. Ambulancias, policías a granel, uniformados y de civiles. Tal era el descontrol que los patrulleros no dejaban ingresar a las ambulancias que intentaban rescatar a los heridos enterrados bajos los escombros del derrumbado edificio judío-argentino.
Ayudábamos como podíamos. El Hospital de Clínicas se encuentra a 1 cuadra. Todavía recuerdo las imágenes de personas corriendo con camillas llevando personas heridas.
Con Graneros buscábamos testimonios. Hubo algo que nos llamó la atención. Parado frente al edificio derrumbado estaba Aldo Rico, por aquel entonces diputado de la Nación por el Movimiento por la Dignidad y la Independencia (MODIN), con una campera marrón oscuro y un pantalón azul.
Quisimos hacerle un reportaje, habló poco y se lo notaba muy nervioso. Nos dijo que, casualmente, estaba tomando un café cerca cuando se enteró de lo ocurrido.
En diciembre de 1995, el juez Juan José Galeano, que tenía a su cargo la investigación del atentado, descubrió en Campo de Mayo que una banda de civiles y militares se dedicaba a robar armas y explosivos del Ejército para venderlos ilegalmente.
A partir de esa pista, Galeano llegó hasta una casa de Bella Vista que no pudo allanar porque pertenecía al diputado Emilio Morello, del Modín, mano derecha, por aquel entonces de Aldo Rico. Morello terminó su mandato en diciembre de 1997. Todo quedó en la nada.
Han pasado casi 24 años. El 18 de julio de 1994 fui un testigo privilegiado, pero podría haber formado parte de la lista de 86 muertos. No era mi destino. Nadie duda, excepto los que pusieron la bomba que lo ocurrido aquel día, fue una terrible hijaputes.
Nadie pudo o tal vez no quiso encontrar a los culpables. Estamos velando nuestros muertos, respetemos sus memorias porque es "duelo nacional".