CONFIDENCIAL

¿EMPEZÓ EL FINAL DE ALMAGRO?

"No tengo nada que hablar con vos": Cinosi, una mala palabra para Alberto Fernández

El presidente Alberto Fernández se muestra abierto a una relación madura con los Estados Unidos, de mutuo respeto y sin imposiciones que perjudiquen la delicada situación económica y social de la Argentina. Pero luego de varias reuniones en su viaje a México previo al 27 de octubre, algo cambió: el mandatario argentino le pidió al Departamento de Estado de la Casa Blanca que quite del medio a Gustavo Cinosi, empresario argentino accionista del Sheraton de Pilar y de Tucumán. Fernández lo tiene apuntado como integrante de "los servicios (de inteligencia) estadounidenses" en el país y quien impulsó la llegada de Luis Almagro a la OEA. ¿Empezó el final de Almagro? Los periodistas Horacio Verbitsky (El cohete a la Luna) y Joaquín Morales Solá (La Nación) coincidieron en este punto en sus respectivas columnas dominicales:

Por su lado, Verbitsky escribió sobre uno de los apellidos que no quieren escuchar en la Casa Rosada:

Nada que hablar

Durante el encuentro mantenido en México antes de que Fernández asumiera la presidencia, Abrams le solicitó que intercediera ante el Presidente Nicolás Maduro por la situación de cinco ciudadanos estadounidenses detenidos en Caracas. El interés de Abrams se concentró en uno de los detenidos, por problemas de salud. Maduro recibió el mensaje y decidió que los cinco salieran de la cárcel y pasaran al arresto domiciliario. El gesto se potencia cuando se sabe que en realidad son cinco opositores venezolanos, a quienes Estados Unidos les concedió la nacionalidad como protección cuando ya estaban detenidos.

En esa conversación, y en el tête à tête con Kozac, cada parte se atuvo a su propia visión. Para los norteamericanos, no le hace bien a la democracia la radicación aquí del ex Presidente del estado plurinacional de Bolivia, Evo Morales Ayma. Para el argentino, lo que no le hace bien a la democracia es el elogio de Trump al Ejército que forzó la renuncia del Presidente. Alberto y Evo hablaron por teléfono en cuanto el boliviano aterrizó en Ezeiza, acompañado por dos funcionarios de la cancillería mexicana que lo acompañaron para garantizar su seguridad. Es posible que hoy se encuentren en persona. En esa primera conversación, Morales expresó su convicción de que el MAS vencerá en las elecciones presidenciales en las que ni él ni su vice, Álvaro García Linera, serán candidatos. En Brasil era impensable que quienes forzaron la destitución de Dilma, permitieran poco después la elección de Lula, y así fue. ¿Podrá Evo incidir en la sucesión en Bolivia? El lenguaje y los actos del gobierno de facto lo tornan dudoso.

En respuesta al agradecimiento por la salida de la cárcel de los cinco venezo-denses, Fernández planteó que, si él va a mediar entre ambos gobiernos, es preciso que también Washington realice algunas concesiones. (El diplomático del Departamento de Estado de USA, enviado de Pompeo, Michael) Kozak tomó nota y no respondió. El abrupto retiro de Claver se explica por sus dos adscripciones: la actual, en Seguridad Nacional, pero también la previa, en el FMI, donde fue director por Estados Unidos. Durante el encuentro en México se jactó de su intervención para que el Fondo concretara los préstamos solicitados por Macrì.

¿Y quiere que le agradezca?— lo petrificó la respuesta.

Fernández le explicó en privado lo que repite en público: la corresponsabilidad del Fondo por la catástrofe económico-social que hereda su gobierno.

Con Kozac también se discutió el rol de la OEA, de su secretario general Luis Almagro y de su asesor político, Gustavo Cinosi. En los encuentros en México, la presencia de Cinosi fue un hecho consumado de Claver y Abrams, quienes lo presentaron como un amigo de la Argentina que intentaba ayudar. Fernández advirtió ahora que el accionista del hotel Sheraton de Pilar (que encubre así sus tareas de inteligencia para organismos estadounidenses), no será admitido en futuras reuniones salvo que asuma formalmente la representación de sus mandantes.

Cuando le preguntan a Almagro por qué lo designó como su principal asesor político, responde que no pudo evitarlo. Desde hace varias semanas, Fernández no responde a los insistentes llamados de Cinosi. Durante la visita presidencial a la sede de la Unión Industrial, Cinosi apareció sentado en la primera fila, igual que durante la reunión del Council of America, a la que asistió Felipe Solá.

Al concluir en la UIA, Cinosi se acercó a Fernández:

Alberto, tenemos que hablar— le dijo.

Yo no tengo nada que hablar con vos— fue la respuesta.

Pero somos amigos— insistió, sin un buen registro de la situación.

Un amigo no se porta como te portaste vos— y siguió su camino.

Cuando la OEA envió la misión técnica para auditar las últimas elecciones bolivianas, Almagro pidió a Fernández que designara dos personas de su confianza para integrarla. Los enviados fueron Santiago Eguren (ex director de operaciones contra el Terrorismo y Delitos contra el Orden Constitucional de la AFI) y Gerónimo Ustarroz, representante del nuevo Poder Ejecutivo en el Consejo de la Magistratura.

La difusión anticipada de conclusiones de la auditoría antes de que estuviera terminada, y el uso por parte de Almagro de la palabra fraude, que no figuraba en el informe técnico, desencadenaron el pedido militar de renuncia del Presidente, como si hubiera sido concertado. Almagro, a quien Cinosi acompaña hasta para ir al baño, acusó a Eguren y Ustarroz de ser infiltrados en la Comisión. La respuesta fue exhibir la invitación y los pasajes emitidos por la OEA. Fernández también les anunció a sus interlocutores estadounidenses que hará todo lo posible para que el ex canciller uruguayo (que fue expulsado del Frente Amplio por su alineamiento acrítico con las posiciones estadounidenses) no sea reelecto para un segundo periodo.

En tanto, Morales hizo lo propio:

En México, Alberto Fernández, entonces presidente electo, quedó estupefacto cuando vio aparecer a la primera delegación norteamericana que recibía desde que había ganado las elecciones. Él esperaba a Mauricio Claver-Carone, un asesor para América Latina del Consejo de Seguridad de Washington, un organismo asesor del presidente norteamericano. Claver-Carone llegó, en efecto, pero acompañado por Gustavo Cinosi, un empresario hotelero argentino con una influencia inexplicable entre los pliegues del poder washingtoniano. Claver-Carone es el mismo funcionario de Washington que el martes pasado abandonó Buenos Aires protestando porque aquí estaba el ministro de Comunicaciones de Venezuela, Jorge Rodríguez, un chavista al que algunos consideran una paloma (representa a Nicolás Maduro en el diálogo promovido por Noruega), pero lo cierto es que Estados Unidos incluyó a Rodríguez en junio de 2018 en una lista de jerarcas del régimen cuyas cuentas y propiedades en el exterior fueron congeladas y bloqueadas.

Rodríguez fue el principal refutador del demoledor informe de Michelle Bachelet sobre las violaciones a los derechos humanos en Venezuela. Sin embargo, el presidente argentino volvió a quedar estupefacto, sobre todo por las duras declaraciones de Claver-Carone por la presencia del venezolano en la Argentina.

¿Conocía Claver-Carone, un descendiente de cubanos anticastristas, todo lo que había pasado desde el viaje del presidente argentino a México? ¿O, acaso, era el primer gesto de ingratitud de los norteamericanos? Prefirió pensar que Claver-Carone simplemente ignoraba lo que sucedió después de su primer encuentro. Pero decidió aclarar las cosas en el almuerzo del día siguiente con el subsecretario para América Latina del Departamento de Estado, Michael Kozak, que se había quedado en la Argentina. Tercera sorpresa: ¿por qué una parte de la delegación norteamericana se fue y otra se quedó? En el Departamento de Estado, aun en la era de Donald Trump, la diplomacia prevalece en esa agencia de profesionales; en el Consejo de Seguridad, que depende de la Casa Blanca, reinan los políticos muchas veces sin experiencia en cuestiones internacionales.

La primera duda de Alberto Fernández, que todavía no despejó, es sobre el papel que cumple en Washington el empresario argentino Cinosi. Con fama de buenos contactos con el Departamento de Estado (otros lo vinculan a la CIA, aunque sin pruebas a la vista), Cinosi es dueño de los hoteles Sheraton de Pilar y de Tucumán. Se trata de franquicias de la cadena norteamericana. ¿Dueño? Fuentes del gobierno argentino dijeron que la propiedad de esos hoteles es de empresas oscuras. Cinosi es ahora el principal asesor del secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro; el argentino suele aparecer en las fotos siempre un paso atrás de Almagro, como si fuera su sombra. Una vez, cuando todavía tenían buena relación, Alberto Fernández le preguntó a Almagro por la razón de su cercanía con Cinosi. Respuesta del uruguayo: "Porque sin él no sería secretario general de la OEA". Todos saben, aunque pocos lo dicen, que la elección del secretario general de la OEA debe pasar antes por el filtro del gobierno de Washington. El presidente argentino conoció a Cinosi cuando iba a tomar café o a almorzar en el hotel de Pilar porque tiene una casa de fin de semana muy cerca de ahí. Se saludan, pero, según asegura Alberto Fernández, nunca fueron amigos.

Pero ¿qué era lo que Claver-Carone ignoraba? En México pasó inadvertida otra reunión de Alberto Fernández con un funcionario norteamericano. Es Elliot Abrams, un halcón de la diplomacia de los Estados Unidos que fue funcionario de los gobiernos de Ronald Reagan y de Bush hijo. Abrams fue uno de los candidatos a ocupar la Secretaría de Estado, que finalmente recayó en quien tiene actualmente ese cargo, Mike Pompeo. Este designó luego a Abrams "emisario especial" para la crisis en Venezuela. El presidente argentino conoce a Abrams desde hace 20 años. Abrams le pidió a Alberto Fernández un favor: que intercediera ante Maduro para mejorar la situación carcelaria de cinco presos norteamericanos (que también son venezolanos) y, sobre todo, que a uno de ellos, que está enfermo, le concedieran la prisión domiciliaria. El presidente argentino le dijo a Abrams que no le hablara de Maduro como si este fuera un viejo amigo suyo de parrandas caribeñas. Solo lo había visto una vez, cuando era canciller de Hugo Chávez, hace muchos años.

Pero Alberto Fernández se comprometió a hacer la gestión ante Maduro. Cuando habló con este, le pidió dos favores. Que no viniera a su asunción ("Va a ser difícil para vos y para mí", le explicó) y que se ocupara de la situación de aquellos cinco norteamericanos. Al día siguiente, Maduro lo llamó para decirle que había ordenado la prisión domiciliaria de los cinco, no solo del que estaba enfermo. Alberto se lo comunicó a Abrams y este se lo agradeció de manera eufórica. El Presidente todavía guarda en su celular un mensaje de WhatsApp de Abrams en el que le vuelve a agradecer la gestión. Alberto esperó el almuerzo con el subsecretario de Estado Kozak. A él le contó la gestión que hizo en nombre de Abrams y concluyó de esta manera: "Claver me maltrató y no me gusta que me maltraten. Quiero tener buena relación con los Estados Unidos, pero con el presidente Trump, con el secretario Pompeo, con usted y con el embajador norteamericano en Buenos Aires. No quiero que nunca más vuelva a aparecer Cinosi en una delegación norteamericana". Adiós, Cinosi. El argentino que acompaña a Almagro deberá explicar en Washington por qué el presidente de su país no quiere saber nada de él.

Alberto le señaló a Kozak que cuando se pide un favor en las relaciones internacionales se deben hacer concesiones. ¿Cómo podía él negarse a recibir al enviado de Maduro, si este había accedido a hacer más cosas que las que le había pedido? Todos los funcionarios de Maduro, por lo demás, están sancionados por Washington o por organismos internacionales. También le señaló que la presencia de Evo Morales en la Argentina era preferible a que estuviera en México. La Argentina sabe lo que sucede en Bolivia, le señaló, aunque el presidente argentino sigue criticando a Almagro (y a Cinosi -por qué no-) por haber calificado de "espías" a enviados argentinos, cercanos a Fernández, como veedores de las elecciones bolivianas. Los argentinos, recordó Alberto, viajaron por invitación de la OEA, con pasajes y gastos pagados por esa organización americana. Evo Morales entró al país como refugiado, condición que le permite permanecer en el país, pero limita seriamente su actividad y sus declaraciones políticas.

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