EXCLUSIVO 24

PANDEMIA DEL PODER

Soledad y ocaso acelerado de Alberto Fernández

Complicadísimo escenario personal para el Presidente de todos y todas. Se ha encerrado en su laberinto. Las consecuencias pueden resultar complejas.

Por estas horas, la impopularidad evidente desencaja al Presidente de la Nación. En privado, Alberto Fernández luce tan sorprendido como devastado. Sus colaboradores perciben la confusión. Es un escenario que lo desencanta y que no sabe cómo reparar. La nueva soledad tendrá consecuencias.

Todo/a candidato/a llega a Presidente/a porque gana una elección. El voto popular lo consagra y es motivo de festejo. Quien gana se siente que obtuvo alguna empatía con la mayoría de los electores. Festeja y es festejado.

En general, luego de asumir, el líder consigue aumentar su popularidad porque es el depositario de esperanzas colectivas, tanto de quienes lo votaron como de muchos que no lo hicieron pero están dispuestos a concederle un crédito a su favor. Pero eso es volátil y perecedero. Requiere de otras medidas complementarias.

Alberto Fernández asumió en diciembre de 2019 y 60 días después llegó la pandemia imponiendo su propia agenda. Le resultó sencillo a la COVID-19 porque Fernández no contaba con una agenda propia. Ni siquiera un plan económico pese a que llegó al poder consecuencia de una grave crisis de la economía.

Fernández apeló a responder con la asignatura pendiente de los argentinos, la 'unión nacional', y consiguió respeto y credibilidad, 2 valores mucho más importantes que el festejo popular. Era un 'maquillaje' pero también el pasaporte para escalar hacia la bendita construcción de esa agenda colectiva.

Esto no fue entendido por muchos del Frente de Todos, que en un acto de voluntarismo poco razonable dieron por superado la pandemia porque en enero llegarían todas las vacunas, habría plan de vacunación completo durante el verano y la economía podría reiniciar en marzo: insólito. Pero Alberto adhirió a esta formulación no sostenible.

En el fondo este delirio fue consecuencia de que desde el FdT fue cuestionada la presencia de Horacio Rodríguez Larreta tantas veces en la imagen de la Quinta de Olivos, sin considerar que a Alberto también lo beneficiaba.

Alberto tiene una personalidad vulnerable a ciertas críticas y no puede gestionar sus inseguridades. Él no pudo fundamentar ante sí mismo por qué motivo debía mantener aquella acertada idea de la 'unidad nacional'. Es decir que Alberto no pudo explicar su propio éxito. 

Él tampoco pudo explicarse a sí mismo si debía utilizarlo como trampolín hacia un experimento más ambicioso. Y Alberto comenzó a aislarse.

Así como en el inicio de la pandemia ni Alberto ni sus funcionarios sanitarios percibieron la profundidad del problema global que planteaba la pandemia, tampoco comprendió que debía permanecer como el Presidente de todos y todas, no sólo del Frente de Todos sencillamente porque la vacunación no estaba completa.

Alberto comenzó un apresurado derrumbe de su credibilidad, aparentemente inexorable porque con la pandemia aún en casa, su prioridad pasó al resultado electoral 2021.

Para ello, él debía ser El Gran Vacunador. Quizás, finalmente lleguen un día de estos algunas de las muchas que prometió Oxford AstraZeneca pero Alberto, si era El Gran Vacunador, debió garantizar su arribo por los canales diplomáticos correspondientes ante USA.

Luego, cuando se debaten los comicios hay que preguntarse qué es ganar y qué perder. Por ejemplo, en elecciones legislativas, ¿ganar es obtener más sufragios que el resto o lograr más diputados?

Pero en la pandemia hay una desafío más importante: ganar es sobrevivir a la pandemia.

Los investigadores de tendencias de opinión pública insisten en que hay posibilidades de que la pandemia derrumbe una cantidad de liderazgos, tal como no sucedió en 2001/2002. 

El tema se debate hoy día en diversas reuniones. Hay muchas encuestas buscando identificar quiénes pueden 'asomar' luego de la pandemia como nuevos líderes. Hay una suerte de consenso de que habrá castigos populares, algunos de los cuales ya han comenzado.

Por lo tanto, un pasaporte a esa supervivencia es la credibilidad y el respeto de los ciudadanos, a lo que él renunció cuando lo había conseguido.

Así se llega al presente de Alberto angustiado por la impopularidad creciente. Está perdido, dicen. Las protestas cotidianas frente a la Quinta de Olivos es un castigo impiadoso a su ego. Pero fue su elección.

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