EXCLUSIVO 24

DECISIÓN TEMPORAL PERO HABRÁ QUE DEFINIR

Covid-19: Un Mercosur  en cuarentena

Muy preciso el análisis que realiza Tomás Bontempo de la situación del Mercosur. Y es para el debate una de sus conclusiones: "Argentina necesita una política de Estado sobre su política regional. La dicotomía repetida innumerables veces de vivir con lo nuestro o abrirse al mundo, tapa el bosque sobre la verdadera discusión del desarrollo nacional y regional." Para enriquecer este punto de vista, vamos al texto completo:

En la última reunión del Grupo de Relacionamiento Externo del Mercosur, la Argentina anunció que dejará de acompañar las negociaciones comerciales para la concreción de un tratado de libre comercio con Corea, India y Canadá. Esto llevó a variadas y diversas manifestaciones, entre las cuales se incluyen 'fake news' que enuncian su salida definitiva como miembro del bloque.

La postura argentina parece representar una estrategia en un bloque en donde las decisiones se toman por consenso y donde la Decisión 32 del año 2000 del Consejo del Mercado Común, órgano superior del bloque, obliga a los miembros a negociar en conjunto. La “silla vacía” es una especie de poder de veto implícito, ejercido incluso en otras latitudes y contextos como, por poner un ejemplo, Francia oponiéndose a la entrada del Reino Unido a la Comunidad Económica Europea en los años 60’. 

Si bien algunas implicancias de la decisión aún son poco claras, intentaremos arrojar un poco de luz a la presente situación.

Por un lado, en la última cumbre del Mercosur, en diciembre de 2019, se discutió la propuesta de Brasil de avanzar en una flexibilización del bloque. El proyecto impulsaba una rebaja del Arancel Externo Común (AEC): una de las características de la unión aduanera como etapa de integración económica, que implica la existencia de una coordinación de la política comercial frente a terceros Estados estableciendo una misma alícuota para productos importados.

Los nuevos aranceles entrarían en vigencia en menos de 4 años y se centraría en bienes industriales como autopartes (de 35% al 12%), acero y maquinaria (12% a 4%) y siderurgia (12% al 3%), entre otras. Una multiplicidad de bienes como juguetes, manufacturas, textiles, que son rubros sensibles a la competencia con productos importados, se verían afectados con las nuevas pautas arancerlarias. 

También hay que señalar que el mercado brasilero y los acuerdos que permitieron el acceso de Argentina al mismo desde los años 80’ se han vuelto esenciales. Desde ese entonces, Argentina sextuplicó el comercio con su inmenso vecino.

De hecho, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la relación comercial entre ambos es no solo la de mayor valor existente en América Latina sino una de las únicas dos en la cual el índice de Grubel y Lloyd (IGL) supera el 0.33, reconociéndose como un comercio intraindustrial (más del 40% de las exportaciones industriales de Argentina van al Mercosur).

Sin embargo, la relación bilateral no solo es importante en ese sentido, sino que también lo es para las cadenas agroalimentarias de valor. Argentina proveyó a Brasil con un 85% de sus importaciones de trigo en 2019, casi la mitad de las exportaciones argentinas de un producto que cuenta con un AEC del 10%. 

La oportuna liberalización de la unión aduanera (aunque incompleta) propuesta por Brasil, llevaría a Argentina a perder las preferencias de las que goza en un mercado de 200 millones de personas, a partir de lo cual podría perderse recaudación arancelaria, y las importaciones podrían aumentar, generando  un déficit de la balanza comercial que consecuentemente afectaría la ya endeble balanza de pagos. El Mercosur quedaría transformado en una mera zona de libre comercio sin posibilidad de profundizar la industrialización existente. 

Estas consideraciones, habían llevado a la Unión Industrial Argentina (UIA) y la brasilera Confederación Nacional de la Industria (CNI) a expresar su preocupación por la firma de un tratado de libre comercio con la República de Corea que implicaba intercambiar maíz y aceite de soja por electrónica, vehículos y autopartes.

La decisión argentina parecería alinearse con estos intereses. Pero en Brasil, las presiones por la liberalización, si bien comenzaron en el segundo gobierno de Dilma Rouseff, se profundizaron de forma mucho más agresiva con la llegada de Jair Bolsonaro al Palacio de Planalto. Estrategias divergentes y, hasta un punto, incompatibles.   

Uno de los ejes de la política regional de Bolsonaro está puesto en la desamericanización de Brasil y su distanciamiento de la región. En ese sentido, dos de los bloques de poder en los cuales se estructura su política exterior, el del canciller Ernesto Araujo, y el del ministro de Economía, Paulo Guedes, tienen cierta coordinación en su visión del Mercosur, uno por considerarlo como ideologizado y el otro por considerar su necesidad de flexibilización y la oportunidad de que Brasil pueda ser más competitivo y firmar acuerdos bilaterales con países de fuera de la región.

Es decir, que no consideran que Brasil necesita de sus socios regionales para jugar un rol de jugador global.

En el año 2004, la Comunidad Andina de Naciones aprobó la Decisión 598 que permitía a sus miembros libertad de acción para las negociaciones comerciales, derogando la normativa que no les permitía alterar unilateralmente el arancel externo común. De resultas, algunos de sus miembros, como Perú y Colombia procedieron a la firma de tratados de libre comercio con Estados Unidos ¿Es este un escenario posible en el caso que nos ocupa?

Más aún: ¿Qué pasará en el Mercosur después de la decisión argentina de retirarse de algunas de las negociaciones comerciales internacionales? ¿Puede derogarse la Decisión 32/00? ¿Habrá negociaciones para rediseñar la unión aduanera? ¿Influirá en todo ello la situación política de Brasil? 

Lo que podemos afirmar es que la decisión llega en un contexto internacional claramente adverso y marcado por la pandemia mundial y una severa crisis económica de proporciones históricas que deja poco margen de apuesta a las exportaciones de commodities con precios en baja.

El escenario regional tampoco es óptimo, con Brasil presionando por la liberalización del bloque y con una situación cada vez más inestable y delicada en el plano interno, no solo por la pandemia sino también por la situación política democrática encendida nuevamente con las renuncias del ministro de Salud y del ex juez estrella devenido en ministro de Justicia, Sergio Moro. Asimismo, las proyecciones de crecimiento económico tanto de Brasil como de Argentina tienen previsiones negativas.  

Si a esto sumamos la situación interna de la Argentina en materia económica, la decisión tomada en el marco del bloque mercosureño puede encontrar asidero. Buscando ganar tiempo antes que plegarse a los avances de los otros miembros en un proceso de flexibilización cuyos potenciales efectos negativos serian considerables luego del desempeño económico de los últimos años y un severo proceso de endeudamiento. 

No es la primera vez que el Mercosur pasa por marcadas turbulencias. Incluso las relaciones entre sus miembros han atravesado tensiones a lo largo de la historia. Argentina no ha puesto sobre la mesa la decisión de abandonar el bloque y sería deseable que nunca lo hiciese, como sucedió en los últimos años con la Unasur. Pero lo cierto es que no podrá quedarse en este gesto para siempre, deberá afinarse y definirse de forma más clara en negociación con los demás socios. El Palacio san Martín deberá clarificar su decisión estratégica antes de que las fricciones con sus socios comiencen a levantar más presión en la olla.  

Finalmente, la decisión argentina ha despertado las reacciones internas. Argentina necesita una política de Estado sobre su política regional. La dicotomía repetida innumerables veces de vivir con lo nuestro o abrirse al mundo, tapa el bosque sobre la verdadera discusión del desarrollo nacional y regional.

No es el comercio ni los tratados, sino la forma en que comerciamos y como nos atan los compromisos que firmamos y si estos continúan -tal como las condiciones de aquel firmado con la Unión Europea-, perpetuando las históricas desigualdades que existen con los países desarrollados y en desarrollo. 

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