Algunos creen que el fútbol es 'la vida', con un sentido absoluto, superior a ' su vida', que ya de por sí es una exageración. En vez de que el fútbol sea o un deporte o un entretenimiento, le dan categoría de ciencia absoluta.
PRIORIDADES INVERTIDAS
Fútbol, pasión de multitudes, ¡Escondan la pelota!
¿Es normal que el fútbol esté por encima de todo? El fútbol puede llevarnos al punto límite y convertirnos en seres "estupidizados".
Algunos construyen su presente y futuro, sus alegrías y desventuras, en torno al fútbol; depositan sus frustraciones, alientan sus expectativas, viven, aman, odian, son lo que desean ser, a través del fútbol, o sea a través de lo que hacen y deciden otros.
- ¿Qué tiene el fútbol que crea pasiones desmedidas a su paso?
- ¿A quién pertenece este deporte con el que muchos sufren mientras otros lucran?
El fútbol es una pasión a la que resulta complicado ponerle freno, que convierte
- en ciegos a los más reflexivos,
- en desesperados a los más mansos e
- imprevisibles a los más equilibrados.
Ese sentir elevado al infinito no conoce de edades ni de épocas históricas, lugares, países. Nada.
Pongamos en claro primero algunos temas. Jugar al fútbol no le causa daños al intelecto de nadie porque así lo han determinado investigadores en todo el mundo durante muchas épocas.
Estos, compararon las capacidades de razonamiento y de aprendizaje de jugadores de fútbol con las de otros atletas de universidades y no encontraron ninguna evidencia de reducción del desempeño en los test cognitivos.
En contrapartida, los jugadores sufren efectivamente más emociones cerebrales que otros atletas - y en los casos más graves - el daño cerebral puede poner fin al sueño de frecuentar los bancos de una Universidad o Colegio.
Son apreciaciones para ir entrando en calor relacionadas a la ciencia, respecto de lo que puede generar el Fútbol en quien decida practicarlo.
La Argentina
Imagine si le sumamos todas las presiones a la que están sometidos aquellos que desarrollan este deporte a nivel profesional en la actualidad. Inimaginable.
Pretendemos que las frustraciones de la vida queden solapadas, al menos por algunos momentos, con la alegría que genera un gol o una victoria de nuestro equipo o de la selección. Esto es increíble.
Lo que sucede en Argentina con el fútbol en materia de sentimiento se pasa de la raya. Por eso mismo sabemos que es utilizado por muchos actores de poder para manejar a las masas y a sus estados de ánimo.
Y esta falta de lucidez cuando entramos en trance por los estados emocionales que este deporte irradia, nos puede traer problemas de todo tipo. ¿Hace falta decir cuáles son?
Por eso pretendemos bajar el nivel de euforia cuando hablamos de este deporte, cuando sabemos que el país necesita atravesar estados de alegría e ilusión de forma forzada.
Fíjese la necesidad de alegría que tiene nuestra sociedad que el orden de prioridades está trastocado
Nos importa más una selección de fútbol que el país en el que vivimos. Ardemos de bronca, llegamos al éxtasis con un partido de fútbol y no así con las cosas que en realidad nos mejorarían la vida y que no funcionan como deberían.
Nos podemos deprimir si Argentina no va a un Mundial pero ese estado emocional no lo reflejamos con los niveles de pobreza y educación que tenemos, por citar ejemplos que si deberían movilizarnos como lo logra el fútbol. Esto es cuando decimos que las prioridades están invertidas como sociedad. Un verdadero problema de un pueblo sub educado.
Angustia, ansiedad, enojo, decepción, alegría... emociones que desatan en quienes cumplen el rol de espectadores y que en ciertos casos llegan al extremo de afectar su salud. Gente ha muerto por infartos en una cancha de fútbol. ¡Un verdadero despropósito!
Teniendo en cuenta que el fútbol es sin dudas el deporte que más fanáticos reúne en la Argentina y en el mundo no es un dato menor.
El amor por el fútbol, por un futbolista o por un equipo, resulta una exageración.
Resonancia magnética
Un partido de fútbol es una batalla que libran 22 hombres en un rectángulo de juego, en donde se dejan la piel en cada balón dividido, en donde uno gana, pierde o empata, pero al final del encuentro y tras la celebración por la victoria o la tristeza de la derrota, unos y otros son capaces de darse un abrazo y felicitarse, porque más allá del color que defiendan son personas que sienten y sufren los que en el campo se baten buscando una victoria.
Los simpatizantes deberían entender que la rivalidad entre unos y otros no debe traspasar los límites del fútbol.
Investigadores, y varios estudios encontraron la respuesta a tanta pasión. Se reunieron fanáticos de varios equipos de fútbol europeo y les mostraron una serie de videos en los que proyectaban, por ejemplo, imágenes de sus equipos derrotando a sus máximos rivales y también perdiendo contra ellos. Mientras tanto, les iban realizando escáneres por resonancia magnética.
La ciencia ha demostrado que la pasión por el fútbol llega a determinar desde aspectos externos como el consumo, hasta internos como la producción de dopamina en el organismo.
Los resultados fueron contundentes. La dopamina, la llamada hormona del amor, aumentó. “Se sabe que la dopamina es fundamental en el procesamiento de la memoria y de la memoria de placer o de recompensa”, podría reflejar cualquier especialista.
Después de analizar millones de respuestas, diversos estudios pudieron determinar que, luego de ganar un partido, los hinchas son 3,2% más felices durante una hora; sin embargo, cuando pierden, la tristeza duplica el valor de la felicidad y alcanza a ser del 7,8%.
Amor, ansiedad, estrés, alegría, tristeza, son algunas características de la anatomía del hincha que lo llevan al punto de decir que apoya a un equipo porque siempre pierde o hasta asegurar que estará enamorado de él por toda la eternidad.
No poseemos un modelo en el cual nos hayan enseñado a perder. Por ende, muchas veces tampoco sabemos ganar. Esto se relaciona directamente con el tema de los valores.
Muchas veces queremos ser primeros para que no sea fracaso y olvidamos que los demás también juegan y compiten. Es entonces pertinente preguntarse que puede hacerse para no caer en el fanatismo desmedido que nada positivo genera.
En nuestra sociedad occidental y en la actualidad, donde todo se basa en la inmediatez la rapidez y el éxito, se aspira a obtener satisfacciones inmediatas sin angustia, sin esfuerzo, sin perder.
Es ahí donde aparece la frustración ante aquellas cosas que deseamos y no conseguimos, tornándose a veces muy mortificante. El no poder resolver los sentimientos de frustración puede llegar a provocar falta de incentivo y abandono de todas las metas y proyectos en cualquier plano de nuestra vida.
Conociendo que esto de la pasión y el fútbol vienen de la mano prácticamente desde su nacimiento, sería importante que alguna vez nos importen más los temas que realmente nos mejoren la vida.
Tal como la educación por ejemplo, un pilar determinante para que como sociedad podamos ser mucho mejor de lo que somos. Lo ideal sería que despierte la misma pasión que el fútbol.
Que se haga tan relevante y esencial que nuestros jóvenes puedan disfrutar de una educación de calidad que despierte la misma pasión que un gol en el último minuto.
Los medios de comunicación
La información deportiva en ocasiones tiene mayor relevancia mediática que la política. El consumo masivo de información deportiva provoca una clara desinformación en otros aspectos.
¿Quién tiene la culpa de todo esto? Los dueños de los medios y nosotros, cuando nos ponemos el traje de fanáticos.
Si se educara en valores diferentes a la importancia del partido del domingo, habría una opinión pública informada y cualificada ante la situacion socio-politica y economica. Lógicamente, algo que no conviene a los actores de poder.
En lo que realmente deberíamos enfocarnos es en tener verdadera conciencia de la situación, preocuparnos por saber la verdad y tratar de informarnos, decidir los temas que interesan por si mismos y dejar de ser la masa irracional. ¡Qué complicado lograr todo esto!, ¿no?
Lo que hay que entender y aceptar aunque duela y moleste, es que el futbol es un negocio que reporta grandes beneficios. Por eso tantas empresas se introducen en el.
Los valores deportivos han sido sustituidos por criterios mercantiles y los jugadores son productos para comerciar.
Una comparación para traficar este tema: ¿Es agradable que cada equipo de fútbol tenga 3 modelos de camisetas y que cambien hasta la identidad del mismo todos los años? Han desvirtuado hasta lo del orgullo por los colores del club de los amores.
Los futbolistas son una especie de gladiadores, que se dedican a entretener al pueblo.
El aficionado es un simple espectador sin posibilidad real de respuesta. Porque a una persona le puede gustar este deporte, pero solo se le permite opinar en ciertos niveles. Los programas de polémica son de los periodistas y los temas los ponen ellos, no el público.
Un seguidor nunca podrá entrar a la sede de la FIFA y decirle a Gianni Infantino lo que piensa de su gestión. En el fútbol no hay igualdad de condiciones. Muchas veces ni siquiera dentro de la cancha.
Se presenta como un juego integrador, todos unidos por unos colores y detrás hay muchos señores que lo único que les interesa es llenarse las alforjas de dinero.
El uso político
Ocurre en todas partes del mundo. Si los emperadores romanos hablaban de pan y circo, en la actualidad ocurre algo parecido. Tampoco hace falta remontarse a la Antigua Grecia para constatar que deporte y política han ido casi siempre de la mano.
El deporte moderno, gestado y consolidado en la Inglaterra del siglo XIX, nunca pretendió ser una forma de ocio inocente y aséptica, sino más bien una herramienta educativa para las clases pudientes que, con el tiempo, se convirtió también en un formidable vehículo de adoctrinamiento popular y un arma al servicio del proyecto imperial británico.
Luego se exportó al mundo y se adaptó a otros contextos sociales sin perder ese carácter profundamente político que le acompaña desde sus orígenes.
El deporte nació con una perspectiva ideológica inherente, ha sido explotado políticamente por regímenes de muy diversa índole y, además, lleva en su esencia la competición entre identidades nacionales, locales o electivas, entre proyectos de convivencia, maneras de ser y maneras de vivir.
En definitiva, se oculta o tergiversa la realidad y un ciudadano termina encontrándose ante si con una realidad construida por los medios a veces muy diferente a la verdadera, ni que hablar en lo países ubicados debajo de la línea del Ecuador.