En 1936, en el barrio de Villa Crespo, nacía una leyenda bohemia. Napoleón, un pequeño perro azabache, se convertiría en la mascota oficial del Club Atlético Atlanta, dejando su huella marcada por siempre en la historia del fútbol argentino. Y su trágico destino solo añadió misticismo a su legado.
De las calles a la cancha de Atlanta
En la década del 30, un hincha de Atlanta llamado Francisco Belón recibió a Napoleón como un regalo inesperado de Camilo Di Bella, arquero de Chacarita, propiciando una relación que cambiaría la historia de Atlanta. El animalito había sido encontrado en las instalaciones del Funebrero y como Di Bella no podía hacerse cargo de él, buscó a alguien que sí pudiera.
“¡Zafaste de Chacarita, vos! ¡Acá vas a ser de Atlanta! ¡El mejor team que hay!”, le dijo Belón al can poco después de llevarlo a su casa y comprobar la afición casi instantánea del perro con una pelota. Con habilidades innatas para el fútbol, Napoleón se convirtió en la mascota oficial del equipo, participando activamente en cada partido. Su presencia no solo animaba a la tribuna, sino que también se asociaba a la buena fortuna del equipo, convirtiéndolo en una cábala con patas.
La historia alcanzó su clímax el 22 de noviembre de 1936, cuando, en un partido contra Talleres de Escalada, su ausencia momentánea coincidió con una goleada épica a Atlanta por 5-1. El perro se había asustado por el ruido de unos petardos y tuvo que ser llevado a los vestuarios para tranquilizarse. Pero cuando regresó a la cancha después del descanso y se acomodó a un costado, el Bohemio remontó y empató el marcador 5-5 (con dos goles de José Freiges, dos de Roberto Martino y uno de Lorenzo Tornarolli).
A pesar de su fama, Napoleón seguía siendo un perro humilde, unido a los amigos de Francisco. Sin embargo, su vida llegó a un abrupto final en 1938, cuando un fatal accidente lo arrebató de la vida. La noticia conmocionó a la comunidad bohemia, y los periódicos titularon la trágica pérdida.
El legado de Napoleón: el paso a la inmortalidad
Se había propuesto embalsamarlo como una forma de conservar a este icónico canino y, a pesar de la controversia, se llevó a cabo. El pequeño perro, ahora inmortalizado, se convirtió en una atracción en la sede del Club Atlanta durante décadas.
A pesar de un breve rescate por parte de Francisco, Napoleón volvió a su lugar de honor en el centenario del club en 2004. Hoy, su legado continúa en la casa de Osvaldo Belón, quien, generación tras generación, cuida el recuerdo de la mascota que marcó una época.