En el mundo de la publicidad y la comunicación política no se extrañan de que el Gobierno y el kirchnerismo le hayan dado un uso político al fallido intento de asesinato de Cristina Kirchner por parte de un hombre de 35 años que, en complicidad con su pareja y probablemente otras personas -según investiga la justicia-, le gatilló 2 veces en el rostro a la Vicepresidente cuando saludaba a simpatizantes en la puerta del edificio en el que vive, en el barrio de Recoleta. Para los especialistas en campañas de todo tipo, es lógico y esperable que un espacio político -el que sea- pretenda sacar rédito de una situación como esa con el fin de capitalizar la empatía de una sociedad conmovida. Lo que no era previsible para los publicistas y campañólogos es que ese uso por parte del oficialismo fuera tan ineficiente. Tan malo. Un hecho tan único como un intento de magnicidio -aunque hubo otros casos, incluso en la historia argentina reciente- no pudo ser aprovechado por el oficialismo para despertar en el amplio sector de la ciudadanía que no comulga con él algún sentimiento de solidaridad trascendente. Que hiciera la diferencia.
PANORAMA
Endogamia mata empatía y el antipopulismo de los pobres
El discurso incriminador del Gobierno repelió la empatía de los de afuera. Internas y conspiranoia en el FdT. El Sabag Montiel que no miramos.
Ese resultado derivaría de una estrategia centrada en la endogamia. De un mensaje destinado al núcleo duro K. El intento de asesinato como producto de “discursos de odio” que presuntamente se propalan desde la oposición política, las opiniones de los periodistas críticos o el pedido de prisión a Cristina Kirchner en el marco de un juicio fue la línea que adoptó el oficialismo desde las primeras horas tras al atentado. Se plasmó en la cadena nacional de Alberto Fernández, siguió con una Plaza de Mayo copada por el peronismo, en manifestaciones públicas de distintos referentes y comunicadores todistas (incluso en la sesión del Senado) y hasta en una guía docente que se distribuyó en varios distritos de la provincia de Buenos Aires. Apuntalar una línea discursiva en un lenguaje que sólo puede tener un feedback positivo en el núcleo duro arroja como resultado, por supuesto, sólo la adhesión de ese núcleo duro. Una semana después del atentado a la Vice la estrategia de explotación política por parte del oficialismo tuvo resultados catastróficos. De acuerdo a la encuesta nacional de la consultora Trespuntozero, la imagen de CFK empeoró para el 45% de los consultados y sólo mejoró para el 11%. En términos de intención de voto, apenas el 4% cambió su opción hacia el oficialismo mientras que un 6% se fugó hacia la oposición.
Pero esa no es la peor parte: según el mismo sondeo, más de la mitad de los encuestados cree que lo ocurrido frente al domicilio de las calles Juncal y Uruguay fue un montaje para que la Vicepresidente tuviera la oportunidad de “victimizarse”. Ese estado de desconfianza se detectó rápidamente en los seguimientos que se hicieron en las redes sociales por parte de algunas agencias inmediatamente después del atentado. Shila Vilker, directora de Trespuntozero, aclaró que el estudio de su consultora se hizo “en caliente”, es decir cuando no había pasado mucho desde el atentado. Aún así, el trabajo muestra que el 25% de los que votaron la fórmula Fernández-Kirchner en 2019 suscriben a la tesis de la puesta en escena. “Hay cierto sector de los votantes del oficialismo que está en fuga y es totalmente permeable a las lecturas opositoras de la época", explicó Vilker en declaraciones a AM 990. También conspiró contra cualquier intento del oficialismo de capitalizar el episodio la sucesión de sospechas despertadas por la reacción de la custodia de la Vicepresidente y el “reseteo” durante una peritaje del teléfono celular del tirador Fernando Sabag Montiel, con lo que se perdió la mayor parte de la información que contenía el aparato, que pudo haber sido de vital importancia para la investigación que conducen la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo. O que el jefe de los senadores oficialistas, el formoseño José Mayans, ubicara en el juicio al que se somete la Vicepresidente por presunta corrupción el “germen de la violencia extrema” corporizado en el atentado, por lo que pidió “frenarlo”.
"Decisión racional" vs reacción
Sin embargo, que el Gobierno y el kirchnerismo hayan arrojado una lectura endogámica, tendiente sólo a cristalizar el apoyo del núcleo duro también pudo haber sido una decisión política. Es la visión de Federico Zapata, politólogo y director de la consultora Escenarios, quien consideró que la acción del Gobierno responde a un “proceso de repliegue” del kirchnerismo, que, para que “sea ordenado, el foco de su interlocución tiene que ir a su votante más intenso”. Zapata enmarca este fenómeno en uno “estructural” -que también abarca, según su visión, a Juntos por el Cambio- en el que las principales coaliciones “han perdido la capacidad de hablarle a la Nación como un todo y decidieron hablarle sólo a su facción”. En el caso particular del kirchnerismo, Zapata sostuvo en declaraciones a FM Milenium que “ha perdido la expectativa de poder dar un salto en un horizonte poblacional más amplio” por lo que tomó la “decisión racional” de dirigirse sólo a los incondicionales.
En este caso puntual, no obstante, la hipótesis de Zapata colisiona de frente con la reacción de una parte del Gobierno en coincidencia con la aparición de los estudios de opinión pública. Hubo una suerte de marcha atrás. Con los primeros números adversos para el oficialismo, el ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ de Pedro, el hombre de Cristina Kirchner en el Gabinete, hizo una convocatoria a “bajar un cambio” y un diálogo que incluye a la oposición. “No vengo a señalar con el dedo”, dijo el mismo funcionario que apenas días antes había tuiteado que fueron "las 3 toneladas de editoriales" en los medios de comunicación los que "sembraron el clima de odio y revancha" cuya consecuencia fue el atentado. Para aquella convocatoria De Pedro tuvo contactos con dirigentes opositores que rechazan prestarse para esa foto. Por un lado, quedan los resquemores por la responsabilidad que el Gobierno les endilgó en los “discurso de odio”. Por el otro, huelen una estrategia para dividirlos. Por el momento no acceden: no hubo representación opositora en la sesión especial del Senado para repudiar el frustrado magnicidio ni en la misa en la catedral de Luján, que más allá de la presencia de Eduardo Duhalde, se convirtió en un meeting oficialista.
Nuevas internas y conspiranoia
Paralelamente, en el oficialismo se originaron nuevas internas. Queda el malestar del sector kirchnerista con Aníbal Fernández por el dispositivo de seguridad y la reacción de la custodia. “El operativo lo planificó él”, señaló Wado de Pedro como para recordarle la responsabilidad. El ministro de Seguridad reiteró en varias oportunidades que le presentó la renuncia a Alberto Fernández por este episodio, lo que es también una forma de decir que el Presidente lo ratificó en el cargo. Por su parte, Gregorio Dalbón, abogado de Cristina Kirchner y el Presidente en causas civiles, abrió sospechas sobre la “tropa propia” por “cosas que no cierran”. Sólo salvó al jefe de la custodia, Diego Carbone, de una trama que para el letrado tiene "autores materiales, intelectuales, cómplices y encubridores". Dalbón escribió eso en un tuit que después borró. Luego aclaró que estaba hablando específicamente del caso del reseteo del celular de Sabag Montiel, algo a lo que ni había aludido en el primer en su primer mensaje.
La teoría de la conspiración adquirió niveles estrafalarios en la voz de Juan Grabois, que puso al atentado en la misma colección que incluye, por ejemplo, la invasión de USA a Irak. El dirigente social aliado de la Vice insinuó que el intento de asesinato responde al interés del “poder real”, que ubica en el exterior, por las riquezas naturales de la Argentina. En ese esquema, Sabag Montiel, dijo Grabois, es un “sicario” contratado para eliminar a CFK (algo desestimado en la opinión de por Sergio Berni), a quien el dirigente definió como “la piedra en el zapato de los que quieren terminar de convertir a la Argentina en una colonia”. Esta visión es compartida por el influyente dirigente camporista Andrés ‘Cuervo’ Larroque, quien sostuvo que Cristina “representa el último bastión en términos de soberanía y que no acepta la domesticación neoliberal". Pero a diferencia de Grabois, Larroque no enlaza directamente el atentado con el presunto interés foráneo, sino -otra vez- con el supuesto “odio” de un sector al que le molestó la política redistribucionista de los mandatos kirchneristas. Para el ministro bonaerense allí está “la génesis de tanto odio”. Pero por el momento la investigación judicial no dio con la motivación real de Sabag Montiel y su novia, Brenda Uliarte, para intentar balear a la Vicepresidente. Según trascendió, los hasta ahora únicos imputados y detenidos tendrían vínculos con organizaciones radicalizadas, lo que le daría un carácter político al atentado. Sin embargo el motivo por el cual Sabag Montiel gatilló contra Cristina Kirchner aún no fue esclarecido.
El anti-populismo de los pobres
¿Sabag Montiel es un sicario al servicio de intereses extranjeros, como sugiere Grabois? ¿O actuó impulsado por el odio que generó la opción por los pobres de Cristina Kichner y que propalan los medios, como dice Larroque? Tal vez no sea ninguna de las 2 cosas. Tal vez, la acción del hombre de 35 años haya sido producto de una realidad que los dirigentes oficialistas preferirían desconocer. En una columna que publicó en eldiarioar.com, el sociólogo e investigador del CONICET Ariel Wilkis definió al agresor como “un hijo legítimo de la economía popular” (vendedor de copitos de nieve y chofer de Uber), segmento en el que se referencia el líder de la UTEP y, por qué no, La Cámpora. Wilkis explica que, a diferencia de las crisis de 2001 y 2002, la intervención estatal en la pandemia no produjo en la población que la requería un reconocimiento hacia el Gobierno, sino que "alimentó su encono" contra este. El sociólogo incorpora el concepto del "anti-populismo popular de los precarizados". El anti-populismo de los pobres. "A más Estado más bronca contra el gobierno y sus representantes. El anti-populismo popular de los precarizados se enciende más con el IFE y sus variaciones que con las palabras de Luis Majul o Joni Viale en el primetime de La Nación”, desafía el investigador al relato oficial.
Wilkis identifica a la inflación como "parte del proceso que envuelve a Sabag Montiel y sus acciones". "La lectura en clave de derechización política de esta fracción del electorado resuelve muy rápido -en términos interpretativos- el proceso profundo que implica la experiencia de alta inflación en clave de ajuste y desorden y su impacto en una expectativa que achica su horizonte (cada vez más centrada en la lucha contra la inflación) a medida que el futuro se percibe de manera cada vez más negativa", escribió. Wilkis cita el trabajo de una colega que indaga sobre las "inquietudes existenciales" de vecinos aquejados por la inseguridad en San Martín, donde Sabag Montiel alquilaba un departamento que mantenía en paupérrimas condiciones. "El contexto es favorable a que no importe qué se hace si de lo que se trata es escapar a sentirse un boludo y “decir basta”", comenta al respecto y luego une ese caso con el del tirador para sintetizar su idea sobre sus motivaciones: "El cuentapropismo económico y el cuentapropismo existencial: juntar la moneda y juntar razones para darle sentido a la vida. Vender copos de azúcar y decir basta. Lo primero a través de un peso devaluado y lo segundo a través de una Bersa cargada que, por suerte o por milagro, no se disparó".
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