De hecho, algunas personas continúan con anosmia y ageusia un año después de la infección. Los estudios aportan las pistas sobre por qué sucede y cómo se puede tratar.
Una causa posible es que el virus puede dañar las células del epitelio olfativo, que es un parche de piel que contiene receptores olfativos que convierten los estímulos en señales para el cerebro.
Otra hipótesis es que podría interrumpir las neuronas que ayudan a enviar esas señales al cerebro. O bien, podría afectar las papilas gustativas directamente.
Los investigadores también apuntan a la inflamación alrededor de la nariz y la boca causada por una respuesta inmune como una tercera teoría sobre la pérdida del olfato y el gusto.
Aun así, se están realizando más investigaciones sobre por qué algunas personas con COVID-19 pierden estos sentidos mientras que otras no.
Esta semana, los investigadores de una empresa biotecnológica estadounidense publicaron un artículo en Nature Genetics que sugiere que las personas infectadas con el virus que poseen un cierto locus genético (posición fija de un gen en un cromosoma) tienen un 11% más de probabilidades de perder el sentido del gusto o el olfato.
Los genes que identificaron juegan un papel clave en el procesamiento de los olores.
Así afecta el COVID-19 al olfato y al gusto
Investigadores médicos del Reino Unido descubrieron que las personas cuyo olfato y gusto se vieron alterados debido al COVID-19 experimentaron efectos físicos y psicológicos significativos, que incluyen:
- disminución del placer de cocinar y comer
- fluctuaciones de peso
- bienestar emocional deficiente
- dificultades con la vinculación social.
Aunque la mayoría de los pacientes recuperaron sus sentidos en unas pocas semanas, alrededor del 10% tenía síntomas persistentes como la parosmia, que es cuando se distorsionan los olores familiares.
Algunas personas con esta secuela informan que los olores que normalmente parecen dulces o agradables pueden oler a podrido o asqueroso.
Pero hay formas de recuperar parcialmente el placer de comer. Un grupo de científicos de alimentos de Brasil sugiere que comer cosas que son de colores brillantes o crujientes puede resultar en una experiencia más satisfactoria, debido a la interacción de otros sentidos como el tacto y la vista.
Olfato y gusto post COVID-19
La buena noticia es que la mayoría de las personas finalmente recuperan el sentido del gusto y el olfato una vez que el virus desaparece en su cuerpo.
Un equipo de expertos interdisciplinarios de Italia encuestó a pacientes con disfunción quimiosensorial (alteración o pérdida de los sentidos) un año después de la infección.
De los 268 encuestados, casi el 70% informó alguna disfunción mientras estaba infectado con COVID-19. Un año después, alrededor del 21% informó que no había recuperado completamente el olfato y/o el gusto.
Además, los investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Virginia Commonwealth descubrieron que las personas con congestión nasal en el momento de la infección tenían más probabilidades de recuperar el sentido del olfato, mientras que las que tenían dificultad para respirar o un traumatismo craneal previo tenían menos probabilidades de recuperarlo.
*Fuente: Popular Science